ARAUZ BASANTES FELIX

PINTOR.- Nació en Guayaquil el 2 de Mayo de 1935. Hijo legítimo de Carlos Arauz Cantuña, Maestro sastre con taller en Escobedo y 9 de Octubre y de Zoila C. Basantes Caballero, naturales de Quito, que habían emigrado a Guayaquil para ganarse la vida.

Nació en una casa de madera en Vélez y Morro que ha desaparecido y fue el cuarto de una familia compuesta de seis hermanos, de los cuales han sobresalido Félix en la pintura y Carlos, a) El Lobo, en la poesía.

Estudió la primaria en la escuela fiscal Simón Bolívar de Machala y 9 de Octubre, copiando a lápiz desde el primer grado todo lo que veía, especialmente los paisajes que su profesor hacía en la pizarra. Era un dibujante insigne sin que nadie se lo enseñara, tenía gran habilidad y hasta quiso ingresar a la Escuela Municipal de Bellas Artes que funcionaba en Orellana y Roca pero sus padres no se lo permitieron. En el sexto grado dibujó al carboncillo los rostros de los presidentes de la República. En 1.948 pasó al Colegio Panamericano anexo al Aguirre Abad en Noguchi y Cuenca. En el segundo curso trazó en la pizarra el gráfico que tuvieron que copiar sus compañeros.

El 52 ocurrió el fallecimiento de su padre, la familia decidió trasladarse a Quito, a vivir en casa de unas tías Basantes en la calle de la Ronda. Fue matriculado en el Colegio Montúfar, terminó la secundaria y se graduó de Bachiller.

En 1954 regresaron a Guayaquil y alquilaron en Noguchi y Cuenca. Guillermo, su hermano mayor, ya trabajaba y ayudaba. El 55 se acuarteló, estuvo en Cuenca y en Ibarra. El 57 su hermano Carlos le pagó el ingreso a la Escuela Municipal de Bellas Artes. Era el mayor de la clase, tuvo por compañeros a Víctor Barros, José Carreño, Oswaldo Cercado, Bolívar Peñafiel, Juan Villafuerte, Miguel Yaulema y por maestro preferido a César Andrade Faini quien le enseñó los secretos del color. A veces y por las noches bebían cerveza en el taller del tallador Juan Manuel Guano, ubicado en Colón y Pío Montúfa.

“Desperté al arte y lo desarrollé visitando la Biblioteca del Núcleo del Guayas donde leí libros especializados con fotos de las obras de los grandes pintores y escultores. El 61 fui profesor rural municipal con S/. 1.000 mensuales de sueldo. Ese año conocí en la Casa de la Cultura al poeta Hugo Salazar Tamariz, quien se ofreció muy amablemente a presentarme al Presidente Carlos Zevallos Menéndez, para que autorizara una exposición de mis primeros cuadros. Fueron casi treinta óleos expresionistas. Algo se vendió y la crítica me trató con mucha indulgencia. El expresionismo fue un factor importantísimo en mi pintura, tal es el caso del francés George Rouault, uno de los más grandes maestros expresionistas franceses y de los que he admirado más por su gran aporte al desarrollo pictórico, su dominio de los grises fuertes, sus líneas sólidas, sus contrastes…”

Arauz era un joven fundamentalmente tímido, educado, pensativo, callado, de rostro trigueño, figura delgada, magra, muy nativa, con una pintura inocente como él, que conmovía. Todo predisponía a su favor.

“De allí en adelante, comprometido con el arte y proponiendo al espectador el reto de contemplar a sus personajes, enmarcados apenas por gruesos trazos elementales a pesar de su rica expresión y de las amplias calidades texturales” continuó su formación como pintor.

En 1962 fue designado Profesor supernumerario municipal, intervino en el Salón de Pintura de Octubre y logró un Segundo Premio consistente en S/. 6.000 con el óleo “El Mendigo”. Uno de los miembros del Jurado, Humberto Moré, declaró que Arauz había sido lo más notable del certamen y Theo Constante la novedad por recién llegado de España. En 1963 logró el Primer Premio en ese Salón y desde entonces, ya como pintor galardonado, sus cuadros empezaron a promocionarse en las Galerías del país.

Vivía en Mendiburo y Córdova pobremente y formaba con José Carreño y Juan Villafuerte Estrada la tríada de pintores y amigos inseparables que al año siguiente se graduaron en la escuela de Bellas Artes.

En 1966 el Alcalde Roberto Rolando le designó Profesor de Dibujo de las Escuelas Municipales, le ha tocado dictar clases en cinco escuelas distintas, ahora piensa jubilarse. El 67 contrajo matrimonio con Nila Villafuerte Estrada, hermana de su amigo Juan. Matrimonio feliz con un solo hijo. Vivieron diez años con los padres y hermanos de ella en Máchala y Manabí, formaban una larga familia feliz. Esa era la casa de mis sueños. Juan (Villafuerte) tenía un local y yo otro, él pintaba en su lado y yo en el mío, recuerda con nostalgia.

Ese año recibió una beca de un mes del gobierno de los Estados Unidos para conocer Galerías, Escuelas de Arte y Museos de ese país. Primero estuvo con Gilberto Almeida, Jaime Villa, Germán Pavón en New York, Filadelfia, Washington, Chicago, San Francisco, Los Angeles, Miami, luego pasó a Quito solo. De regreso a Guayaquil, en asimilación de conocimientos visuales, mostró seguridad en sus trazos y dibujos. Tenía mundo. En 1968 obtuvo el primer Premio en el Salón de Julio de la Municipalidad.

“Hacia fines de la década, al tiempo de dar el salto de las telas de gran formato luego de un período corto de abstraccionismo, entró a una torturada visión de personajes que decurren entre la angustia y la desolación cercana al teísmo y con claros acentos expresionistas. Su pintura tenía un contenido intimista, una presencia obsesiva de sus miedos interiores. La inquietud signaba también una trayectoria en la que la luz simplificadora, igualaba a los extraños habitantes del mundo personal de Arauz”. Horribles seres de cabezas deformes que producían verdadero espanto, con rasgos animalescos que recordaban la cerámica figurativa del arte precolombino, sin ser tan objetivo como aquel.

“En los años sesenta, además de los gouaches de sus inicios y de los óleos, presenta pasteles de hondo color y rica textura. En las obras, basadas en tonos sombríos entre los cuales surgen verdes, amarillos, ocres, que crean una atmósfera de misterio, emerge el dibujo fino, sapiente, de personajes también sórdidos, fantasmales”.

A través de su amigo Jaime Andrade en 1970 expuso con mucho éxito en la Unión Panamericana de Washington y en la Galería Kromex de New York. El 71 volvió a obtener el Gran Premio del Salón de Julio.

Fueron años asendereados. Sucesivas exposiciones en las Galerías Altamira y Goríbar de Quito, en Hall Galery de Rock Island, Illinois, en los Museos Municipal y del Núcleo del Guayas, le mantenían entre los primeros de la plástica nacional; pero en todas sus obras exasperantemente repetía una misma realidad, un mismo universo cuyos seres disputaban un espacio propio, desplazándose de lo humano a lo bestial. Grupo abigarrado, casi feista.

Parecería, además, que eran parte de una atropellante fauna gestada en intento de expulsarla, y que al darles forma y recrearla, las conjuraba, siendo lo suyo un acto de exorcismo.

Así pues, los años 70, fueron marcados por esas deformaciones. En 1976 tentó lo religioso con hondura y vigor penetrante y con trabajos de alta significación como un Ecce Homo de formato heroico. Ese año compró una villa en la Urbanización La Alborada y se cambió con su esposa e hijo. También falleció en Europa su cuñado Juan, pintor que alcanzara tremenda fuerza en el dibujo, a causa de un cáncer violentísimo.

En los años 80 Arauz siguió lúcido y exponiendo constantemente (el Taller Guayasamín, Salón del Hotel Oro Verde, Tennis Club y Galería Perspectiva en Guayaquil, Fundación Guayasamín, Galerías Uno, Sosa Larrea y Goríbar en Quito, y Galería La Tienda en Cuenca) siendo uno de los pintores más dedicados a su arte.

En 1988 participó en la muestra Poetas de Israel interpretando un hermoso poema de Tuvira Rubner. Su universo había cambiado, mejor dicho, solo había sufrido una transformación provechosa, seguía siendo igual en fantasía pero sus personajes feístas habían dado paso a la ternura, poblando sus telas de rostros de niños absortos y de miradas perdidas (sus alumnos probablemente) Mundo más expresivo y audaz en el dibujo y más latinoamericano en sus colores. Rodeando sus caritas infantiles y sus cabezas de flores, como por los años sesenta había pintado en Cuba el gran Portocarrero, y de otros símbolos tomados del reino animal.

La magia en el color y en el dibujo dominando su nuevo universo, invitando a soñar en mundos distantes donde la realidad ha perdido terreno para ser reemplazada por aquella que únicamente en sueño, alcanzamos a crear.

En 1987 su amiga Eloísa Melo, tan unida a su cuñado Juan, le invitó a visitar su casa en Basilea (Suiza) donde expuso para sus amistades, después viajó a Bruselas y estuvo con Víctor Barros, en París vio a José Carreño, fueron días de reminiscencia y gratos recuerdos que aún conserva.

En 1990 asistió a una Muestra conjunta de varios artistas ecuatorianos en Lima invitado por el Embajador Miguel Roca Osorio.

Jubilado del magisterio como profesor de pintura infantil, habiendo pasado por diferentes escuelas rurales – Durán, Pascuales, Cerecita, Progreso, Playas – finalmente en Guayaquil, cree que por eso pintó niños, aunque opina que los actuales le salen serios y pensativos, con ojos grandes, misteriosos, profundos, como si lo estuviesen viendo a uno, pero escapa de la tristeza a base de un fuerte colorido que todo lo magnifica.

También pinta delicadas mariposas de subidos tonos sobre fondos ricos en coloraciones alegres, formando una superficie peculiar, mezcla de arena y acrílicos de variados tonos, a base de espátula y pincel. Es un gran colorista. Su taller en el primer piso de su domicilio en La Alborada, junto a su dormitorio, es testigo de sus diarios afanes pues es un gran trabajador. Una de sus nietas también ha salido pintora.

Generoso y sensible, durante el Curso vacacional de Pintura que dictó el 2008 para la Dirección Provincial de Educación, ponía de su bolsillo los materiales para que los niños de escasos recursos pudieran pintar. En Mayo del 2015 expuso sesenta obras en el Núcleo del Guayas, con motivo de sus ochenta años de vida, bajo el título de “Sigo adelante”.

Félix es un ser que a pesar de su sencillez posee un gran mundo interior que ha develizado reiteradamente para sacar sus fantasmas, aberraciones, monstruosidades y exponerlas a través de su arte, llenas de luz. Hoy, libre de pesadillas, su paleta muestra un abigarrado universo de seres animados y de objetos que florecen a los asombrados ojos del espectador.

Más que tímido retraído, habla en tonos bajos, como si estuviera confesándose. Pinta escuchando música cristiana, debe operarse el ojo izquierdo de una pertinaz catarata.