ANTEPARA Y ARENAZAS JOSÉ MARÍA

PROCER.- Nació en Guayaquil el 2 de Marzo de 1770 y fue bautizado en la iglesia Matriz, de un mes de nacido, el 2 de Abril. Hijo legítimo y póstumo de Juan Lorenzo de Antepara Zambrano, de antiguas familias guayaquileñas y próspero comerciante y de Vicenta de Arenazas (hija de Francisco Xavier de Aviles y Jiménez) nacida en Daule donde fue criada por el sacerdote español Arenazas, y muy joven quedó viuda y con cinco hijos.

En 1767 había ocurrido la expulsión de los jesuitas y el cierre de su Colegio de San Francisco Javier en Guayaquil, la ciudad quedó sin establecimientos de enseñanza. Por ello la educación del niño José María debió correr a cargo de pedagogos particulares y por la proximidad con Lima pudo haber visitado esa capital virreinal.

Dedicado a los viajes y al comercio así como a la atención de los bienes maternos, se trasladó a México en 1801 y en esa ciudad contrajo matrimonio con María Ignacia de Escurra y Pastoriza, de cuyo matrimonio solo se conoce dos vástago José María de Antepara y Escurra, nacido en México el 19 de Febrero de 1803 y bautizado de cuatro días de nacido, que radicó en Guayaquil en 1831 y luego en Santa Elena, dedicado a la exportación de orchilla hacia México, casado con María de Jesús Marín y Rodrigo, con sucesión y Juan de Antepara y Escurra, que permaneció en México porque no pasó al Ecuador.

Ligado en México a los círculos revolucionarios de Nueva España, en 1809 viajó a Europa a fin de adquirir una máquina para el trapiche propiedad de su suegro. “Llegué a Londres el 1 de Septiembre. Una de las primeras cosas sobre las que mis amigos (mexicanos) llamaron mi atención fue un ejemplar de la Edimburgh Review de reciente publicación titulado Emancipation of spanish America, escrito a medias por el General Francisco de Miranda y el filósofo inglés James Hill.” (1) Antepara juzgó que contenía declaraciones y conjeturas sumamente interesantes acerca de su país natal y con respecto a Miranda añadió “entre estos importantes materiales había hechos referentes a un compatriota de quien había oído hablar vagamente. Pasó a ser mi natural deseo conocerle y por intervención de amigos comunes, especialmente del Canónigo chileno José Domingo Cortés de Madariaga, lo conseguí      ”

“Nuestras perspectivas con respecto a los medios para procurar la felicidad de nuestro país de origen armonizaban mucho, así que él llegó a profesarme la suficiente confianza para permitirme leer cuidadosamente no pocos de sus papeles, que se relacionaban con el grande objetivo de su vida, alcanzar un gobierno libre y bueno para la América del Sur.” Esos papeles llegaron a convertirse con el paso del tiempo en sesenta y tres tomos debidamente empastados, que se conocen con el nombre de Archivo de Miranda.

De manera que entre ambos surgió una hermosa amistad. Miranda le comenzó a tener en el grupo de sus íntimos colaboradores tratandole como su amigo mexicano vinculado a los jefes de ese país que estaban descontentos con el régimen español y le contagió su amor a la independencia americana. A este ideal Antepara dedicará desde entonces vida y fortuna, se instaló en Londres, ingresó a la fracmasonería formando parte de la Logia Americana de Caballeros Racionales cuyo Gran Maestre grado treinta y tres y fundador era el propio Miranda, y habitó en su casa situada en Grafton Street.

Desde principios de 1810, ante la crítica situación de los asuntos españoles y habiéndose entronizado José Bonaparte en el trono de Madrid, Miranda decidió publicar un periódico para hacerlo circular en el nuevo mundo con información y novedades. Para ello contó con la ayuda de varios “compatriotas” y el 15 de Marzo apareció en la imprenta de R. Juiné, en Margareth Street 17, Cavendish Square, el primer número de “El Colombiano”, gaceta quincenal a dos columnas en idioma español. En el liminar superior de la primera plana figura un lema tomado del De Finibus de Cicerón. Antepara es el editor responsable. En su número inicial “El Colombiano” manifestó que se proponía guiar a los habitantes del continente colombiano para ponerlos en estado de juzgar con rectitud y obrar con acierto en una materia que tanto les interesa, pues debe ser el origen de su futura felicidad. La materia es la emancipación, la felicidad es la libertad. Los textos de El Colombiano fueron extractados y reproducidos en las Gacetas de Buenos Aires y Caracas.

Por esos días también dio a la luz un volumen en octavo con documentos históricos y explicativos que muestran los propósitos en curso y los esfuerzos hechos por el General Miranda para conseguir la independencia durante los últimos veinticinco años, aparecido bajo el título de “South American Emancipation” by José de Antepara, a native of Guayaquil, escrito en inglés, idioma que ya dominaba, en 229 págs. e ilustraciones. Este libro se editó en quinientos ejemplares, circuló en Inglaterra principalmente y tuvo por finalidad servir de carta de presentación a Miranda, quien se movía en diferentes círculos políticos en ese país. Indudablemente Antepara deseaba dar a conocer por primera ocasión documentos pertenecientes al archivo privado del General y en el Prefacio de la obra lo dice:

“Entre el inmenso número que los sucesos de su vida y sus esfuerzos, habían acumulado entre sus manos y que yo tuve el placer de leer con cuidado, se hallaban algunos que, completos o en extractos, imaginé que podrían ser de grande utilidad si se encontraban al alcance de nuestros compatriotas y del mundo. Una vez que esta idea hubo madurado en mi fuero interno, y una vez que la comuniqué al General Miranda, éste confió asaz en mi criterio para permitirme seleccionar, de un tesoro que contenía más de sesenta volúmenes de documentos privados y de otra índole, aquellas partes específicas cuya publicación considerase de utilidad para la noble causa americana.

En cambio el periódico “El Colombiano” no estaba destinado a la venta sino a la circulación subversiva y fue prohibida su circulación en las colonias por las autoridades españolas. En su primer número que circuló el 15 de Marzo de 1810, Miranda anunció proféticamente:          La independencia

del continente es un evento previsto después de largo tiempo y todas las naciones tienen fijados los ojos sobre el nuevo mundo, para ver qué partido tomaran en la crisis actual en que se halla la monarquía española. En el segundo número se refirió a la invasión napoleónica a España. Ambos números circularon en los Ministerios y pasaron a América, como ya se indicó. El último número de este quincenario fue el quinto, correspondiente al mes de Mayo de ese año 10, siendo la causa de su desaparición no seguir ocasionando molestias diplomáticas a la cancillería de Londres, dadas las reiteradas quejas presentadas por el Embajador Español Duque de Alburquerque.

El citado Embajador intentaba por todos los medios frenar la publicación, destinada según él, a revolucionar a los americanos por su carácter incendiario, subversivo y contrario al buen orden, la tranquilidad y la unión que debía reinar en la América. “El Colombiano” dejó de aparecer por prudencia, para evitar las retaliaciones que pudieran surgir del Ministerio de Asuntos Exteriores de Inglaterra ante las continuas reclamaciones diplomáticas.

Entre Julio y Septiembre de 1810 Antepara acompañó a Miranda, Simón Bolívar, Andrés Bello y Luís López Méndez, comisionados por la Junta de Caracas, asistieron a la recepción diplomática privada que el Ministro Wellesley les brindó en su quinta de Apsley House. Esta Comisión fue aclamada por la prensa inglesa con el título de Embajadores de la América del sur y obtuvo el ofrecimiento de un respaldo de la flota británica para el caso que Francia atacara las costas de Venezuela en apoyo al régimen español, cuyo embajador en Londres volvió a protestar por el tratamiento altamente honroso dado a “los insurgentes.”

En Agosto fue con Bolívar en su visita a la casa del filósofo inglés Jeremías Bentham y en septiembre a la del pedagogo Joseph Lancaster, creador del método de enseñanza mutua a través de monitores y se acordó entre los comisionados que Bolívar debía regresar a Venezuela antes que Miranda, y que Antepara continuaría con el Archivo del Precursor.

Finalmente a finales de 1810 arribó con Miranda a Venezuela. El 13 de Diciembre les recibió Bolívar en su casa caraqueña de Gradillas. Antepara llevó consigo el Archivo y habiéndose reunido el Congreso en Marzo de 1811 pasó a ser constituyente y el 7 de Julio se declaró la independencia de Venezuela.

Iniciada las operaciones militares contra la ciudad de Valencia, Miranda no la tomó cuando hubiera podido hacerlo y ese error le costó el éxito de la campaña y tuvo que capitular ante el General Monteverde el 25 de ese mes. Miranda y su gente, entre los cuales estuvo Antepara, salieron presurosos para refugiarse en el puerto de La Guayra donde Miranda fue entregado prisionero a los españoles, no así Antepara que pudo huir a la isla de Curazao en el “Saphire”. Miranda moriría años después, el 14 de Julio de 1816, de sesenta y seis años de edad, en las carracas de Cádiz y su cadáver fue lanzado al mar.

El secretario de Miranda, coronel labatud salvó el archivo con escritos en español, inglés y francés y anotaciones en latín y griego, que envió a Inglaterra donde permaneció más de un siglo hasta que el III Lord Barthust lo puso en las manos del ilustre historiador William Spencer Robertson, quien lo publicó en su magistral obra titulada “Life of Miranda” editada en Chapel Hill, USA en 1929 y que traducida al español por Julio E. Payró ha visto sucesivas ediciones, mientras el gobierno de Venezuela adquiría los sesenta y tres volúmenes en la suma de siete mil libras esterlinas, dándolos a la publicidad en veinte y cuatro tomos. Es necesario aclarar que los dos tomos relacionados con las andanzas de Miranda en Venezuela, desde su arribo a Caracas hasta su captura en

La Guayra, quedaron en Venezuela y se desconoce su paradero. Lo raro del caso es que varios historiadores han extractado algunos capítulos de ellos, con lo cual tendríamos que aceptar que la colección completa del Archivo Miranda llegaría a sesenta y cinco tomos.

Hacia 1814 Antepara volvió subrepticiamente a Guayaquil pues no lo podía hacer a México donde sus actuaciones revolucionarias eran conocidas y hubiera sido apresado. Regresaba pobre y perdido su hogar en esa capital.

En Guayaquil comenzó a llevar un bajo perfil para no llamar la atención y como vivía su madre, que siempre fue persona adinerada, no tuvo que trabajar pero se encontraba vigilante. Olmedo recién volvió a Guayaquil procedente de las Cortes de Cádiz el 28 de Noviembre de 1816 y Rocafuerte lo hizo en Junio del 17.

La mañana del 9 de Febrero del 16 figuró entre los defensores de Guayaquil cuando ocurrió el ataque de la flotilla del Almirante Guillermo Brown, corsario al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Con José de Villamil fue comisionado por el Gobernador de la plaza para concurrir en calidad de delegados del comercio por ser los únicos vecinos que hablaban inglés y siendo los tres masones – Brown, Antepara y Villamil – se entendieron de maravillas y lograron librarlo a Brown que había sido aprisionado en el interior de su barco y bajarlo al malecón, cubierto únicamente con la bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pues le robaron su ropa en el combate y de esta forma casi milagrosa, el Corsario salvó la vida.

Mientras tanto sutilmente circulaba entre personas de los estratos, elevados, haciendo conciencia sobre la necesidad del derecho a elegir sus propios gobernantes para realizar cambios en las estructuras de los pueblos americanos, igualmente había emprendido ciertas labores comerciales, practicaba el francés en casa de Vicente Rocafuerte con la lectura en el “Emilio” de Juan Jacobo Rousseau, libro que entonces era considerado revolucionario y estaba prohibido en España y América.

El 18 mortificó al Gobernador Juan Manuel de Mendiburu con unos versitos anónimos que le hacía llegar por diversos medios y hasta la propia mesa de comer de su domicilio. A estas composiciones llamaba Antepara mis Rataplanes y eran partes rimados graciosamente // Tenga cuidado don Juan / porque este pueblo insurgente / le ha de jugar de repente / alguna de rataplán. // Cuidado señor don Juan / se caiga de la maroma / le aseguro que no es broma / lo que preparando están. // Señor Mendiburu alerta / alerta, señor don Juan / porque una cosa es muy cierta / y un bromazo le darán. //

En su Bosquejo el historiador Aguirre Abad a escrito: “la juventud sobre todo, que mal educada, casi sin ocupación conocida, malgastando los años en diversas frivolidades, tuvo por ese tiempo materia seria en qué ejercitar su espíritu generalmente novelero e inquieto. En ella se contaban unos pocos jóvenes de talento y de mediana instrucción, aleccionados en los principios liberales por el padre mercedario fray Miguel Cumplido, natural de Chile, que los había reunido como su maestro de latinidad. El Presbítero Marticorena, amigo de Cumplido, le ayudaba en esas tareas. Se distinguían entre estos jóvenes José de Antepara y Cruz Correa…” mientras su tío, nuestro biografiado el Prócer, pasaba casi desapercibido en la ciudad y figuraba simplemente como amigo y alumno de Rocafuerte, cuando en realidad era el alma de toda conspiración.

En 1819 se contó entre los fundadores de la Logia lautarina “Estrella de Guayaquil” dependiente de la de Buenos Aires con José Joaquín de Olmedo, José de Villamil, Francisco María Roca, Francisco Marcos, Francisco de Paula Lavayen, Lorenzo de Garaycoa, Rafael Jimena, para preparar la independencia de Guayaquil y del territorio de la Audiencia de Quito.

En La tarde del domingo l de Octubre de 1820 acompañó a su hermano masón José de Villamil a la casa de Pedro Morlás, Tesorero de las Reales Cajas de Guayaquil (ubicada en el Malecón entre Elizalde y 9 de Octubre) y con el pretexto de distraer a su joven hija Isabelita, que se quejó de no tener qué hacer, se organizó un baile aprovechando este motivo baladí para reunir a los conspiradores, a quienes Villamil y Antepara habían preparado de antemano.

Con tal finalidad Antepara invitó a tres jóvenes oficiales del batallón Numancia que volvían de Lima con destino a Caracas por ser sospechosos de insurgentes (León de Febres

Cordero, Luís Urdaneta y Miguel de Letamendi) y a los oficiales del batallón de Granaderos (Gregorio Escobedo, el Cacique Alvarez y el Sargento Vargas) acantonados en el puerto.

En una salita especial ubicada en la parte posterior (entonces se llamaba el cañón a estos sitios alejados de las ventanas) de la casa de Villamil, situada en el malecón entre 9 de Octubre y Elizalde, arregló una mesita con bebidas excitantes y vaticinó: esto se convertirá esta noche en la Fragua de Vulcano (fragua es término usado por la fracmasonería para denominar a un lugar de estudio y trabajo) nombre con el que ha pasado a los anales de la historia patria tan significativa reunión de doble carácter, pues mientras en la sala los jóvenes se conocían y bailaban, en la parte posterior se realizaba una reunión secreta que más parecía una tenida masónica.

Finalmente quedaron en volverse a ver al día siguiente a las cuatro de la tarde, hora en que todos llegaron puntuales y siete días más tarde, a las dos de la madrugada del lunes 9 de Octubre, Antepara acompañó a Urdaneta a la rendición del cuartel de Granaderos del Batallón Daule, luego estuvo en la toma de las baterías del fortín de las Cruces y también se contó entre los nueve valientes que efectuaron el ataque al Cuartel de Artillería.

Al declararse la independencia esa mañana fue designado miembro de la Junta de Vigilancia y Fiscal del Consejo de Guerra Permanente y nuevamente siguió como alma del gobierno, actuando también como primer colaborador del Presidente de la Junta Dr. José Joaquín de Olmedo.

Mas, las cosas no se presentaron tal como las habían pensado pues el Coronel Gregorio Escobedo, designado Jefe Militar de la plaza, empezó a cometer abusos contra los ciudadanos nacidos en España que vivían en el puerto, de manera que para contenerle se decidió la convocatoria del Colegio Electoral como medida democrática.

A principios de Noviembre redactó con Olmedo el anteproyecto del “Reglamento provisorio Constitucional de Gobierno” que debe ser considerado la segunda Constitución Política liberal que tuvo nuestro país, el día 11 concurrió al Colegio Electoral de la Provincia Libre de Guayaquil que se instaló en la casa de Cabildo, fue designado Secretario del Colegio y también de la Comandancia General de Guayaquil. Entonces obtuvo la aprobación de su proyecto que pasó a ser la única Constitución Política que ha tenido el litoral ecuatoriano y recibió una de las Medallas destinadas a los próceres que hicieron la revolución.

Sus pasadas actuaciones en Venezuela y su amistad con Simón Bolívar y otros personajes venezolanos fueron decisivas para que Olmedo se resolviera a pedir la colaboración de las fuerzas auxiliares colombianas pues tras la primera derrota de Huachi ocurrida en Noviembre de 1820, comprendió que traer esas tropas era necesario para la supervivencia de la revolución.

A la llegada de las Fuerzas Auxiliares, así llamadas porque venían a luchar al lado de las milicias disciplinadas guayaquileñas, fue designado Capitán, Ayudante de Campo y Edecán del General Antonio José de Sucre, sirviendo de enlace entre éste y Olmedo y peleó con éxito en la batalla de Cone el 19 de Agosto de 1821. Esta victoria permitió el libre acceso de los ejércitos de Guayaquil y Colombia hacia la sierra.

Iniciadas las nuevas operaciones “marchó bastante enfermo a la segunda campaña de Huachi, donde un cúmulo de asesinos le arrancaron la vida después de la acción”, según dice la Necrología publicada en El Patriota de Guayaquil el 22 de Diciembre de ese año.

De dicha información se desprende que Antepara cayó prisionero y fue asesinado ya rendido y no como lo aseguró su amigo Villamil en la Reseña escrita y editada durante su exilio en Lima en 1863, que murió a balazos, al transmitir una orden de Sucre a la extrema izquierda de la línea, por lanzarse a caballo entre los combatientes, cayendo en mitad del camino. Esta versión debió salir de la imaginación de su amigo sin duda alguna.

Sus solemnes honras fúnebres se celebraron el día 20 de Diciembre de 1821 en la iglesia de la Merced, posiblemente oficiadas por su amigo el padre Cumplido, miembro de esa Orden.

“Un túmulo sencillo y decente como fue su vida ocupaba el fondo del templo; las columnas y el pavimento estaban enlutados y cubierto éste de blandones y hacheros; encima del túmulo se hallaba colocado un sepulcro y en su pedestal se leía esta inscripción: Al Dios de los Ejércitos, aquí yace don José de Antepara, condecorado con la Medalla de los Libertadores de su Patria. Murió combatiendo por la libertad en los campos de Huachi, a los treinta y tres años de edad”

La Necrología termina expresando: en el transcurso de una vida había desplegado los talentos del hombre de estado, las virtudes de un senador romano y el alma del héroe. Murió el filósofo, la humanidad llora su muerte y su sangre inocente, que ha caído sobre nuestros enemigos, será el baldón de los españoles que lo asesinaron rendido.

Pero su edad biológica aparece equivocada pues en realidad tenía cincuenta y un años de vida. Esta desinformación arrastró al gran historiador guayaquileño Camilo Destruge a confundir a Antepara con su homónimo y sobrino José de Antepara y Bejarano, de solo veinte y dos años en 1821, hijo de su hermana Bárbara de Antepara y Arenaza en el Coronel Jacinto de Bejarano y Lavayen. Mas, el secreto de ese críptico número treinta y tres fue develado por el historiador Pedro Saad Herrería recién el 2013 cuando indicó que en el lenguaje masónico, desarrollado para servir de reservado medio de comunicación entre miembros de la Orden y no como vehículo de difusión para profanos, citar la edad de un hermano masón es referirse al máximo grado alcanzado por él. De manera que en el rito escocés antiguo y aceptado que practicaban los masones guayaquileños en 1821 y que aún practican hasta la presente fecha, decir treinta y tres años es referirse al grado superior de Soberano Gran Inspector General, título máximo y honrosísimo, que en su momento ostentaron Antepara, Olmedo, Miranda, y Bolívar, entre otras grandes figuras de la independencia americana.

I no estaría nuestra explicación completa sin anotar que quien figuraba al frente de la imprenta municipal donde se imprimía “El Patriota de Guayaquil” era el joven Manuel Ignacio Murillo Pérez, primo hermano de Mariano Pérez de la Rúa, quien estaba casado desde Febrero del 1 820 con Carmen Antepara y Bejarano, sobrina del Prócer, de manera que él debía saber la edad del ilustre fallecido, no solamente en razón del parentesco sino también porque el Prócer – como secretario de la Junta de Gobierno – era quien ordenaba los pagos en la imprenta y como intelectual debió haberla visitado en varias ocasiones y hasta posiblemente sean suyos algunos de los trabajos que en forma anónima se publicaban.

Por otra parte, quien llevaba el control de la Imprenta y de El Patriota de Guayaquil era el Prócer Francisco María Roca Rodríguez, también Maestro Treinta y Tres y jefe de la única Logia que funcionaba en nuestro puerto, de suerte que a él se le debió ocurrir lo del número críptico, que tantos dolores de cabeza ha causado a los historiadores. Una broma, un jueguito no más, no lo creemos, pues los hermanos fracmasones manejan los asuntos de sus Logias con mucha seriedad; fue, un mensaje Honorífico.

Antepara es el gestor de la Independencia de Guayaquil y uno de los más importantes próceres americanos. Su estatua en bronce adorna la columna del Centenario en Guayaquil, conjuntamente con las de José Joaquín de Olmedo, José de Villamil y León de Febres – Cordero.

Como su reemplazo en la secretaría de la Junta de Gobierno de la provincia libre de Guayaquil, por su fallecimiento en la batalla de Huachi ocurrida el 12 de Septiembre de 1821, consta Pablo Merino y Ortega, cuya firma aparece en todos los documentos de esa Junta desde Noviembre del 21 hasta Julio de 1822 que nuestra Provincia fue anexada por la fuerza a Colombia la Grande.

La historiadora mexicana Carmen Bohorquez ha manifestado que también se le ha atribuido a Antepara la siguiente obra: Letter addressed to the Right Hon. Lord M on the Late Expedition to the Spanish Main, and on the Expediency of a Gradual and Systematical Emancipation os Spanish America; including the Sketch of a Plan for effecting it in a Manner beneficial to Great Britain and that Country. By a Native of Spanish American. London. Cadell and Davies Strand, 1807.