PROCER DE LA INDEPENDENCIA.- Nació en la hacienda San Vicente de la Flor propiedad de sus padres, fue bautizado en Urcuquí, cerca de Ibarra, el 1 de Febrero de 1771. Hijo legítimo del Dr. Gaspar Ante y Donoso, natural de Quito, abogado de la Audiencia, y de Isabel López de la Flor y Grijalva, ambateña. Fue hijo único.
Se crió en la hacienda Cangahua cercana a Quito pero quedó huérfano de padre y madre a los cinco años de edad y en gran pobreza, le recogieron sus parientes maternos – los Flor radicados en Ambato – lo tomaron a cargo y matricularon en el Colegio Seminario de San Luis y luego en la Universidad de Santo Tomás.
Siendo aún estudiante contrajo matrimonio el 24 de Septiembre de 1788 en la Parroquia de Izamba, Ambato, con Petrona Eguez y Mestas, que murió casi enseguida, posiblemente a consecuencia de un mal parto y el 22 de Noviembre del año siguiente el joven viudo volvió a matrimoniar con Mariana Valdés y Olais y a pesar de las persecuciones que sufrió tuvieron un hogar feliz y nueve hijos, de los cuales solo cuatro llegaron a la edad adulta debido a la alta tasa de mortalidad infantil de entonces, tres mujeres y un hombre.
Ya era Primer Alférez del Regimiento de Dragones de las Milicias disciplinadas de Quito. Vivía en la casa No. 50 de la Parroquia del Sagrario, vecino a Manuela Espejo y y al abogdao Gabriel Zenitagoya, tío del Coronel Juan Salinas. En 1797 se graduó de Doctor en ambos Derechos, civil y canónigo. El 98 fue defensor de Pobres.
En 1808 “estaba en inteligencia con Juan Salinas a fin de preparar la independencia aprovechando la ventajosa guerra que hacía Francia a España. Deber del prócer fue frenar los entusiasmos de su amigo el militar, pues consideraba que era inmadura y precipitada la revolución”.
De ese año son tres escritos suyos: “Clamores de Fernando VII”, “Proclama” y “Catecismo”, verdaderos manifiestos sobre las ventajas de la independencia y soberanía de nuestro suelo, trabajos previos para persuadir a los pueblos sobre la libertad, aunque a primera vista podían pasar por favorecedores de la causa del monarca. Los dichos escritos fueron copiados en parte por Juan Salinas, Antonio Pineda, el Dr. Luis de Saá y Miguel Donoso y se remitieron por correo a Caracas, Bogotá, Lima. Santiago de Chile y Buenos Aires y algunas otras provincias, con un anónimo, para que se difundiesen por las demás, con el objeto de incitar a que la revolución se rompa por alguna de las provincias que tenían más importancia que Quito, sobre todo en Lima. I tan entusiasmado estaba con el ideal de libertad que hasta se dispuso a marchar con el Dr. Luis de Saá a esa capital, para observar el estado de aquella y comunicar a Quito; mas, el ardoroso Salinas le pidió que permanezca en Quito, pues su presencia era necesaria para el triunfo del golpe revolucionario que estaba por estallar.
En Enero de 1805 fue electo Regidor del Cabildo. A finales de ese año fue invitado por el joven Juan José Matheu, Conde de Puñoenrostro, a viajar a España con José Mejía y en Enero del 6 iniciaron la travesía por Guayaquil, donde ocurrió un desagradable incidente con el Gobernado del puerto, Coronel Bartolomé Cucalón Villamayor, y tiene que quedarse para defender a sus amigos de las acusaciones de dicha autoridad, mientras ellas emprendían la travesía.
Ese año fue designado en Quito para Defensor de Pobres. El 25 de Diciembre de 1808 se reunió con el presbítero José Luis Riofrío, los abogados Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan de Dios Morales y Nicolás de la Peña y el Coronel Juan Salinas en la casa del marqués de Selva Alegre ubicada en Puitag, pero el asunto fue descubierto y el día 28 las autoridades apresaron a los conjurados y tras una serie de incidentes de tinte judicial se traspapeló el proceso al ser remitido a Bogotá y los detenidos salieron libres; sin embargo, este incidente sirvió para que Salinas temiera que el receloso gobierno español tome algunas providencias y conminó a Ante a que asista a la casa de Manuela Cañizares cerca del Sagrario, donde se reunieron nuevamente los comprometidos la noche del 9 de Agosto a discutir los últimos detalles del golpe revolucionario.
Esa madrugada fue encargado de ayudar a la toma del Cuartel que se realizó sin incidentes, pues los soldados aceptaron la lectura de Acta del Pueblo que les comprometió con la revolución y hecho el relevo con gente fiel, pasó con su primo Juan Ante y Valencia, Antonio Pineda y Miguel Donoso, al Palacio.
Eran las seis de la mañana cuando presentó al anciano Presidente de la Audiencia, Manuel Urríez, Conde Ruiz de Castilla, el Oficio de la Junta Suprema que le comunicaba que había sido suspendido en sus funciones.
“Enterado el Conde del contenido de tan audaz como inesperada noticia, salió a la antesala para hablar con el conductor de él; le preguntó si estaba instruido del pliego, a lo cual Ruiz de Castilla respondió afirmativamente y Ante, sin proferir otra palabra, hizo un saludo con la cabeza y salió. El presidente trató de contenerle y aún le siguió hasta la puerta exterior de la antesala, que también iba a pasar, pero fue detenido por el centinela. La guarnición del Palacio estaba ya relevada” y pocas horas más tarde quedaba constituida la Junta Soberana de Gobierno. Presidente fue designado el Marqués de Selva Alegre Juan Pío Montúfar, Vicepresidente el Obispo José Cuero y Caicedo, Secretario de lo Interior el Dr. Juan de Dios Morales, de Gracia y Justicia Manuel Rodríguez de Quiroga y de Hacienda Juan Larrea y Guerrero.
El día 16 fue nombrado Teniente Coronel de la Falange patriota compuesta de cuatrocientos milicias de a pie divididos en batallones y Comandante del Segundo Batallón Veterano y pospuso ser designado miembro del Supremo Gobierno pues consideró que era más útil a la Patria en la Milicia. El primer batallón estuvo a cargo de Javier de Ascázubi, el tercero de Joaquín Zaldumbide, y al saber la reacción de los Gobernadores de Popayán, Cuenca y Guayaquil, que se negaron a secundar el golpe, siguió hacia el norte Pedro Montúfar mientras Ante pasó a mandar las fuerzas del sur, marchó a Riobamba y allí estableció su Cuartel General con el fin de organizarse para la toma de Cuenca y atender a las fronteras de Guaranda y Alausí, por donde se creía que podrían subir las tropas realistas de Guayaquil a fin de avasallar Quito.
Entonces ocurrieron en la capital los primeros sucesos funestos a la revolución y muchos espíritus pacatos se dejaron influir por los realistas y traicionaron. “Recibí órdenes para que suspendiese toda hostilidad por haberse nombrado Diputados para tratar con Cuenca y Guayaquil. Desagradado con semejante orden, por haber llegado a entender que dos de los Comisionados se habían hecho sospechosos al pueblo, viendo que se sucedían noticias bastante funestas del estado de la capital, resolví venirme a ella a cerciorarme de la verdad. La encontré en la mayor confusión: sembrada ya por la desconfianza entre el gobierno y el pueblo”.
Pedro Fermín Cevallos en su Resumen de Historia del Ecuador le califica de republicano desembozado, tan buen jurista como hombre de acción y de armas tomar.
I si a esto se suma que varias asonadas realistas en Alausí, Guaranda, Riobamba y Ambato motivaban al gobierno de Quito a apresurar la reposición de Ruiz de Castilla en su gobierno, para evitar los peligros de una guerra en que la población de Quito hubiera sido masacrada por sus vecinos del norte y del sur, tendremos que reconocer que la revolución había finalizado.
“Cuando Ante arribó a la ciudad, ya el Acta de Reposición había sido firmada por Salinas y Morales y en una larguísima entrevista que duró desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana, logró convencerlos del error de ese descabellado proyecto y les propuso además que salieran con las armas a desvanecer el fantasma contra revolucionario cimentado por un corto número de hombres tímidos y ambiciosos, para evitar la unión de las fuerzas de Guayaquil y Cuenca”.
Aceptado el plan propuesto por Ante, éste partió a Quisinche, pero en el interim los miembros de la Junta dieron pie atrás y repusieron a Ruiz de Castilla. Enterado de ello el 25 de Agosto, regresó a Quito y fue el último hombre que dejó la espada no sin antes pelearse con sus amigos Salinas y Montúfar, habiendo llegado al extremo que ofreció matar al primero de los nombrados.
Días después, el 24 de Noviembre, entraron los soldados del Regimiento Real de Lima enviados por el Virrey Manuel de Abascal para pacificar estas regiones y la situación empeoró para los Próceres pues el inicuo Jefe de esas tropas, Coronel Manuel Arredondo y Mioño, no hacía caso a los dictados de Ruiz de Castilla y permitía todo tipo de excesos y extorsiones a sus hombres.
El día 4 de Diciembre las autoridades españolas apresaron a unas sesenta personas patriotas. A la casa de Ante fueron seis soldados pero éste logró escabullirse por los tejados vecinos y fue declarado proscrito con otros más, por medio de un Bando circular tan estrecho, que decía, que aún las personas que le dieran abrigo serían reos de la comisión del delito de alta traición y condenadas a muerte, pues en la lista confeccionada por los realistas Ante ocupaba el quinto lugar en peligrosidad ya que primero era el marqués de Selva Alegre, luego venían Juan Larrea y los curas José Riofrío y José Correa, detrás suyo estaba su primo Juan Ante y Valencia; pero nada de esto lo amilanó y a pesar del terror que se difundió en el Departamento, desde Ambato a donde se había refugiado, constantemente realizaba erogaciones de dinero para comprar a la tropa enemiga, utilizando todos los medios a su alcance. Inclusive llegó a escribir una hoja titulada “El Anteojo” que envió a las autoridades de Santa Fe de Bogotá, refutando la Vista acusatoria del Fiscal Aréchaga y hasta regresó de incógnito a Quito a fin de elaborar un plan para rescatar a sus amigos los próceres prisioneros del interior del Cuartel Real de Lima.
I sucedió que el 2 de Agosto de 1810, a eso de las dos de la tarde, se le adelantaron varios vecinos que armados de simples palos y cuchillos trataron de tomarse el Cuartel, pero al ser repelidos por los soldados se trabó un desigual combate, con el macabro resultado que los presos fueron masacrados en el interior de sus celdas y a consecuencia de ese crimen colectivo la tropa de Arredondo tuvo que abandonar la capital, no sin antes haberse dedicado a un infame saqueo. Quito permaneció casi dos meses desguarnecida hasta que el 12 de Septiembre de 1810 hizo su entrada el Comisionado Real de la Junta Central de la Regencia establecida en Cádiz, Coronel Carlos Montúfar y Larrea, hijo del Marqués de Selva Alegre, que estableció una Segunda Junta de Gobierno presidida por el viejo Conde Ruiz de Castilla, y el Obispo Cuero en la Vice presidencia. Ante fue designado por el barrio de San Sebastián para ser parte de ella pero se excusó porque volvió a las Milicias y marchó a la zona fronteriza de Guaranda que ocupó sin resistencia, tras vencer a las tropas realistas en San Miguel de Bolívar.
Para el Congreso patriota que se reunió en Quito fue electo Diputado por Guaranda y trabajó en la redacción de la Constitución quiteña de ese año sin cobrar dieta alguna aunque era sujeto pobre y estaba con familia.
En la segunda invasión realista fue uno de los cinco miembros de la Suprema Diputación de la Guerra y por haber estado en Alausí no participó de la batalla de Cuenca, en la que las armas patriotas perdieron la artillería y los pertrechos.
Mientras tanto el designado Presidente de la Audiencia General Toribio Montes, decidió tomar Quito con gente de Guayaquil, Lima y Panamá. Se decía que estaba muy molesto porque se había enterado de la muerte del Conde Ruiz de Castilla, ocurrida el 18 de Junio de 1812, a causa de las heridas recibidas en el arrastre que le hicieron desde la recolección del Tejar hasta el centro. Montes y su gente subió por el Camino Real.
El 25 de Julio de 1812, con cuatrocientos hombres de refuerzos que le subministró el Coronel Feliciano Checa y Barba, se arrojó Ante contra la vanguardia de los españoles en San Miguel de Chimbo. La batalla fue muy reñida y duró desde las tres hasta las cinco de la tarde. Los Jefes enemigos Alejandro Engares y Manuel Fromista fueron heridos y el primero murió dos días después, los patriotas tuvieron que retirarse perdiendo mas de cien hombres de los cuales treinticinco murieron y los restantes quedaron heridos en el campo y fueron tomados prisioneros.
El repliegue se realizó ordenadamente a Guaranda y de allí a Riobamba y a Mocha, donde el 2 de Septiembre se produjo otro combate que le valió el ascenso a Teniente Coronel de artillería y con mucho orden reorganizó los batallones en Latacunga y pasó a ocupar la Comandancia General de las armas patriotas, divididas ya por entonces en los bandos sanchista y montufarista. Ante era de los primeros aunque para evitar tan fatídica división no dudó en ponerse a las órdenes de Carlos Montúfar y con él combatió contra los realistas en Quito, mandando el ala derecha que cubría las faldas del Pichincha a la altura del arco de la Magdalena y aunque sus hombres se sostuvieron con valor notorio, debieron replegarse hacia el Arco de la Reina y desde allí a la plaza de la Merced donde sostuvo varias horas el fuego, auxiliado únicamente de dos cañoncitos, incomodándoles el avance a las fuerzas realistas.
Después se desplazó hacia el norte y en Atuntaqui quiso enfrentar a las tropas del Coronel Juan Sámano que lo iba persiguiendo; mas, como no existía unidad de criterio, se perdió tan importante oportunidad.
Al final la caballería realista cargó contra los pocos hombres que quedaban en las filas patriotas a la altura de la laguna de Yaguarcocha, dispersándoles. El Jefe Francisco García Calderón y doscientos soldados, así como Ante y el Ayudante artillero Ponce, fueron los últimos oficiales patriotas del año doce en luchar. Preso García Calderón, fue pasado por las armas en el puente del río Chota. Ante había escapado casi milagrosamente al último momento, siendo víctima por segunda ocasión de una cruelísima persecusión desatada por Sámano en el Cantón Ibarra y tuvo que regresar a Quito donde se creía más seguro.
En su casa y dentro del seno familiar encontró que el Presidente de la Audiencia Toribio Montes ejercía una política respetuosa y conciliatoria y se le presentó en diciembre de ese año doce, recibiendo en Enero siguiente un Pasaporte para el destierro a Lima, vía Ambato y Guayaquil, y como estaba dolorosamente enfermo a causa de tantos desastres físicos y morales, le permitieron reponerse un mes en la primera de ambas ciudades, donde tenía numerosos parientes en buena situación económica, especialmente su primo hermano el Coronel Francisco Flor y Eguez; pero sucedió coincidencialmente que en Ambato el joven Ignacio Hidalgo comenzó a reunir armas para llevarlas a un paraje cercano donde esperaba formar una falange de guerrilleros patriotas y al ser descubierta esta conjura, el Presidente de la Audiencia ordenó su inmediato fusilamiento y que se sacara cuanto antes al desterrado Dr. Ante, pues se le suponía complicado en esas gestiones.
Sufría de continuos dolores de cabeza y debilitamiento general o lo que es lo mismo, de cansancio o surmenage, por el intenso esfuerzo físico desplegado y por la pena de sentirse sin sus amigos asesinados en Agosto del año 1810. Además sufría también por el abandono en que dejaba a su tierna familia.
Entonces llegó a su conocimiento que los astutos españoles pensaban embarcarlo en Guayaquil con destino a Manila y decidió ocultarse en la hacienda de su amigo personal el Conde de Puñoenrostro, de allí pasó varias semanas después a Guaranda y se acogió a la protección de la esposa del Gobernador Falcón, quien intercedió para remitirle a Quito sin peligro.
Mientras tanto en esa ciudad andaban las autoridades muy recelosas por el levantamiento en armas del General Antonio Nariño en la comarca de Pasto y volvieron a ordenar el arresto de Ante, quien fue avisado oportunamente por el Corregidor de Ambato Ignacio Arteta, que era su amigo de muchos años, para que se esconda en los montes cercanos al pueblo de Patate, donde estuvo hasta que su amigo el Magistral Soto, interpuso sus buenos oficios y el 30 de Diciembre de 1814 consiguió que pudiese regresar a Quito; sin embargo, su vuelta coincidió con la llegada del sanguinario Sámano, quien iba a levantar ejércitos y Ante se vio precisado a alejarse al norte con su amigo Eusebio Borrero, donde promovieron revoluciones en los Cantones Otavalo e Ibarra con el Teniente Coronel Pineda y trataron de conseguir el desconcierto de las defensas de Pasto. I como todo se llegó a saber, fueron denunciados los tres y sus cabezas puestas a precio, por lo que pasaron a ocultarse a los bosques cercanos al Pichincha y “desde aquellos bosques saltamos a buscar ocasiones de obrar contra el enemigo” ¡Tal su empecinamiento!
En 1817 el Magistrado de Popayán Dr. Urrutia se atrevió a insinuarle a Montes que antes de ser reemplazado por el General Juan Ramírez en la presidencia de Quito, diera una última muestra de generosidad permitiendo el regreso del Dr. Ante a su casa, como efectivamente ocurrió. Semanas después, Ramírez entraba en esa capital y pronto se hizo odiar por su despotismo, al punto que fue apodado “el bárbaro Ramírez”.
Ante no necesitaba de mucho para volver a las andadas y aunque no salía de su casa ni se dejaba ver en las ventanas, pudo conseguir numerosas conexiones patriotas con su amigo Eusebio Borrero y juntos planearon unas “Vísperas Sicilianas” en que los habitantes de Ibarra, Otavalo, Latacunga y Ambato así como los de los pueblos comarcanos a Quito en un radio de no más de cinco leguas, asesinarían a todos los vecinos de nacionalidad española, lo cual debía ocurrir en Febrero de 1818, justamente el Jueves Santo, con oportunidad de tomarlos desprevenidos en las visitas a los monumentos de los numerosos templos de esa capital; pero el mismo Ignacio Hidalgo cometió la imprudencia de hablar del asunto aunque en forma incompleta a una cierta damisela peruana, amiga y probablemente algo más de Ignacio Arteta, Corregidor de Ambato, y posible amante también del español Pérez Saravia. El primero denunció el asunto al Presidente de la Audiencia y éste, habiendo recibido un pasquín anónimo en el mismo sentido, le dio entero crédito y se propuso tomar la delantera asesinando al Dr. Ante en su casa ubicada donde hoy se levanta el Colegio de Señoritas “Simón Bolívar”, pues allí se le suponía que pasaba escondido.
Para el efecto se disfrazó a un soldado de campesino y lo mandaron a la casa de Ante a entregar un oficio dizque enviado por su patrón Juan Ponce desde la hacienda Chillo. Se le dijo que el Dr. Ante no estaba, pero fue tal la insistencia del seudo campesino que al final el joven José María Ante, de sólo catorce años de edad, le dejó entrar a un cuarto retirado y ya en la presencia del prócer, el disfrazado le entregó la misiva, que éste quiso abrir, para lo cual se volteó, momento que el criminal aprovechó para sacar un puñal y tomándole enteramente desprevenido se lo clavó varias veces al pecho, pero la víctima logró asirle vigorosamente el puño y gritó, atrayendo a sus familiares y servidumbre y también a dos oficiales realistas que con veinte soldados habían estado apostados en las cercanías y que tomaron el cuerpo exánime y lo llevaron al cuartel. “Las calles por donde pasó el agonizante quedaron manchadas con la sangre que en gruesos penachos continuaba arrojando por la boca”.
“Un minucioso registro de la habitación privó a las autoridades de los argumentos con que hubieran podido eludir las responsabilidades del crimen. Ni siquiera dieron con la nómina de los conjurados, colocada en uno de los bolsillos de una levita horas antes, descuidadamente, en la cabecera de la cama. Para colmos, le aherrojaron con un par de grillos en estrecha prisión, privado de toda comunicación con sus familiares y solo después de treintiséis días, el Sábado Santo, a la una de la mañana, “mal sanas las heridas que no habían llegado a ser profundas por la rápida reacción y la fuerza del brazo del Dr. Antonio Ante, cuando aún se hallaba gravemente adolorido del pecho y arrojando sangre de vez en cuando por la boca, fue conducido en una bestia a Bogotá, sin siquiera un sombrero qué ponerse, donde gobernaba el criminal Sámano, quien le destinó a diez años de trabajos forzados en el presidio del Rosedal en Ceuta y a destierro perpetuo de América. Así comenzó otra etapa de su vida, pues tuvo una larga herranza por las prisiones de Santa Martha, La Habana y Cádiz, en unión de su hijo José María, valiente joven que había obtenido permiso para acompañar a su padre, dada su postración y enfermedad.
I en Ceuta el hijo tuvo que aprender carpintería y el padre los oficios de sastrería y zapatería para subsistir durante dos años y seis meses, pues en 1820 se produjo el alzamiento liberal del General Riego quien puso en vigencia nuevamente a la Constitución de Cádiz y ordenó la liberación inmediata de los presos políticos españoles y de ultramar y sintiendo que había terminado su martirio padre e hijo recobraron la libertad y pasaron a Cádiz, donde el prócer imprimió con otros americanos una protesta de tres páginas, ante las medidas adoptadas por las Cortes, de enviar tropas a América, pero las nuevas autoridades se molestaron y dictaron en contra de todos ellos una Orden de Presentación, ante lo cual el Prócer Ante y su hijo decidieron escapar a la Isla de Mallorca para ver si algún navío los llevaba a América, sin pasar por ningún puerto español.
En Noviembre viajaron a La Guayra y de allí a Caracas y a Bogotá, observando a las fuerzas españolas que aún ocupaban ciertos territorios. En la frontera de Cundinamarca dieron informes, pero no pudieron seguir hacia el sur por la guerra que asolaba esos territorios. Un año y nueve meses se mantuvieron en esas aventuras y finalmente el 27 de Mayo de 1822 se enteraron del triunfo de las armas patriotas en Pichincha, que sellaba tantos años de sufrimientos y persecuciones, con la libertad y la felicidad.
Cuando en Atuntaqui los Ante, padre e hijo, se volvieron a ver el día 27 de Mayo de 1822 con los suyos, encontraron a María Mercedes, la mayor de las hijas, felizmente casada con su deudo Juan Donoso y Chiriboga, que se había convertido en un padre para todos, a Luisa e Isabel, las otras dos, casadas con Pastor Valdés y con el Dr. Joaquín Enríquez.
Reinstalado en su hogar, el Prócer recibió la bienvenida de la mayor parte de la gente de viso de la ciudad y en Marzo de 1823 fue designado provisionalmente Auditor de Guerra del Departamento del Sur con quinientos pesos de sueldo, después le encargaron la Asesoría de
la Intendencia del Departamento; en 1825 recogió varios testimonios sobre su Conducta. En 1.828 fue Representante a la Convención de Ocaña.
En 1830 firmó el Acta de Separación del Departamento del Sur de la Gran Colombia. Tenía cincuenta y nueve años de edad y gozaba del respeto de la sociedad quiteña. Aunque no estaba viejo, dada la mala vida que había llevado por causa de la independencia, escondido siempre por los montes, alimentado a veces, parecía un anciano. Fue electo Diputado por el Pichincha, asistió al Congreso Constituyente de Riobamba.
En 1833 fue nuevamente electo Diputado al Congreso. Durante las sesiones el Coronel venezolano León de Febres Cordero, por un incidente nimio le dio dos cachetadas. Fue tal la repulsa nacional que ocasionó este abuso, que el venezolano tuvo que emigrar a su país y jamás volvió. Por el contrario Ante recibió el respaldo unánime de los Diputados.
Vivía viudo, sólo, en grave pobreza y para subsistir trabajó una pequeña hacienda propiedad de su yerno, nombrada Alobuela cercana a San Juan de Ilumán (Otavalo) dedicado a las faenas agrícolas. Por esa fecha se le recrudecieron sus padecimientos físicos y mentales, comenzó a volverse irascible y neurótico y falleció posiblemente con las facultades mentales alteradas, el 18 de Octubre de 1836, de sólo sesenta y cinco años. quien había sido el más perseguido prócer de la revolución patriota del 10 de Agosto.
Meses después, en marzo del 37, circuló una hojita que dice sobre su muerte, lo siguiente: “En contraste patético de acabar sus días en la obscuridad de la pobreza mientras que la Patria, el Ecuador, es deudora de los más esforzados sacrificios que hizo por la causa de los pueblos”.
Fue un caballero animoso y de fino y urbano trato, su alma grande para el sacrificio se entregó por entera al ideal de Patria y su carácter inquieto y nervioso, unido a una constancia heroica poco común, le distinguieron
entre todos los próceres como el mejor.
Su porte alto, sus ojos pardos, el pelo castaño, la tez trigueña clara obscurecida por los soles del desierto de Ceuta y una corpulencia ágil, le predisponían a todo tipo de aventuras. Fue romántico en su juventud y brioso para todas sus iniciativas, que acometía con pasión digna de figurar en los tiempos romanos.
Dejó un escrito con los hechos más sobresalientes de su vida, titulado: “El ciudadano Antonio Ante manifiesta a la República de Colombia la conducta política que ha observado desde el año nueve, que su Patria suelo, Quito, proclamó su independencia, hasta el año veintidós en que fue restituido a él del presidio de Ceuta”, cuyos originales se guardan en la Biblioteca de los padres jesuitas de Cotocollao y que por la mención de la República de Colombia, debieron ser redactados a raíz de 1825, fecha en que recogió varias informaciones sobre su conducta.
I aunque un importante Cantón de la República lleva su glorioso nombre, la Patria aún le es deudora del bronce que perennice físicamente su memoria.