Alberto Andrade y Arízaga fue, de entre los jóvenes de letras de su edad y de su tiempo, quien, desde sus primeras producciones, apareció sin titubeamientos, como un consumador escritor; que no ha hecho escalas, ni ha ido progresando lentamente sea por la experiencia o sea por la cultura. Un escritor sin borradores. Un orto, igual a un cenit. En el periodismo sostuvo triunfalmente diversos seudónimos, siendo más conocido por el de Brummel. Ágil, elegante, chispeante, bribón, lograba que su artículo fuese leído en agraz: la víspera, en los almacenes del diario. Alberto Andrade y Arízaga para periodismo, poesía una fuerte cultura universitaria y de bachillerato, reforzada por ávida apetencia de lectura. Su flébil y pálida figura de adolecente conocido desde muy temprano el camino de la biblioteca; y aunque muy niño rozóse ya con la biblioteca; en su misma casa, pues fue su padre el Dr. Alberto María Andrade, respetable catedrático, y hombre de fama cimentada en ahondados conocimientos de Filosofía católica. Según afirmaban personas entendidas, era un consumado tomista, pues como hombre honorable, había profundizado la materia de su cátedra.
Periodista y morfinómano en Cuenca. Piromanía en una copita de aguardiente purísimo de la hacienda Zhumir, en Paute, de propiedad de los Toral, hacia 1925, se dejaba caer una píldora de éter. Lo que resultaba era bebido de un trago, porque tenía sabor muy fuerte. Producía un estado de alucinación y embeleso, pero después parecía que se partía la cabeza.
Doctor en Ciencias Sociales el 30 de Agosto de 1944