ALAJUELA : Las Dolly Sisters del gordo Álvarez

SUCEDIO EN ALAJUELA
LAS DOLLY SISTERS Y EL GORDO ALVAREZ

Pancho Álvarez era uno de los más gordos y simpáticos compañeros que yo tenía en el colegio San José La Salle allá por los años 50 cuando cursaba el quinto grado. Él para acolitar las misas diarias, para ayudar a los hermanos en sus compras en el centro, para fabricar aviones de aeromodelaje y en fin, nadie había más resuelto que “el gordo Álvarez” como cariñosamente se le conocía en el plantel; pero un día se le ocurrió preguntar qué podría suceder si las Dolly Sisters acolitaban misa, lo cual nos pareció graciosísimo por varias razones: primero, porque las simpáticas rumberas acababan de debutar en el popular teatro Apolo y eran la comidilla de todos los hogares; segundo, porque eran igualitas como dos gotas de agua entre sí, ambas muy despachadas y bailaban casi en cueros y tercero, porque nunca antes que ellas habían venido a Guayaquil otras “mulatas de fuego” que se movieran por partes según la petición del público, a quien complacían en funciones nocturnas desde hacía varias semanas. Aunque también podían mover las caderas, los pechos, las piernas, los brazos.

I como la pregunta del gordo tuvo suerte, todos en el Colegio nos pusimos a comentarla y surgieron las más disparatadas respuestas. El poeta Baquerizo, flaco, alto y dado a la filosofía, mencionó casi sin darle importancia al asunto que no sería nada raro verlas acolitando misa puesto que eran cristianas, pero que no lo harían en paños menores a pesar de ser unas cristianas buenotas. El gago Velasco dijo que sería gra gra graciosí simo verlas movien viéndose totodas cuando pasaban las las vivi najeras, pupuesto que aa lo lo mejor las de de derramaban. I así por el estilo, pero no faltó un bobalicón que fue con el chisme donde el hermano Dionisio, el más serio y bravo de la comunidad, creyendo en su ingenuo idiotismo que el hermano también se iba a reír como nosotros pero sucedió todo lo contrario porque se disgustó mucho, muchísimo y hasta lo puso a confesar a quien le había oído tamaña herejía y no cejó hasta enterarse que la herejía había salido justamente del gordo Álvarez, del gordito tan buena persona, el que siempre acolitaba con cualquier otro compañero del curso, el que tocaba la campanilla a la hora de la elevación, etc. etc. 

Esto era demasiado, de manera que el hermano Dionisio lo hizo ir al rectorado y llamaron a sus padres, a quienes les dieron las peores referencias del gordo y desde entonces lo tuvieron como sujeto altamente peligroso y el pobre sufría muchísimo porque era un muchacho bueno como el pan de dulce. 

I pasaron los años, el gordito se fue a vivir a Alajuela, de donde eran sus mayores, a trabajar en una pequeña finca y no volvimos a saber de él. Un día alguien me dijo que estaba mal de salud, un poco tuberculoso ¿Un poco? ¿Cuánto? No lo sabemos fue la respuesta. 

Hace cosa de veinte años encontré al hermano Dionisio en la calle y como quien no dice nada me refirió que había tenido un sueño con el gordo Álvarez, a quien había visto tal como era de niño. El gordo le pedía perdón por lo de las Dolly Sisters y el hermano lo perdonaba. ¿Será que se ha muerto? 

Yo lo sabía, pues me acababa de enterar una semana antes que el gordo había fallecido en Alajuela, no sin antes recordarnos a todos, incluso al hermano Cristiano ya citado, para quien jamás había guardado sentimientos negativos por el doloroso incidente de las Dolly. 

Un primo del gordo, que había estado con él hasta minutos antes de su final, me contó que había muerto en sus cinco sentidos como mueren los tísicos, conversando de todo, de sus amigos, sus compañeros, del Colegio, del hermano Dionisio y por supuesto, también de las Dolly.