CAUDILLO INDÍGENA.- Nació en una aldea cercana a la parroquia de Licto, ubicada a solo dieciocho kilómetros de Riobamba y fue bautizado el 17 de julio de 1866 como hijo de Tomás Saes y Francisca Pintag, de raza indígena.
En dicha población de Licto casi todos eran indios analfabetos según lo ha anotado Oswaldo Albornoz Peralta, a quien seguiremos en este relato, se sufría la miseria propia de las olvidadas y frías aldeas andinas, pero sus padres quisieron rescatarlo de la miseria circundante enviándole a estudiar la primaria en la escuelita de los Hermanos Cristianos de Riobamba, donde permaneció hasta 1878. I posiblemente debieron pensar que el niño no requería de mayor instrucción en una zona enteramente rural como era la provincia del Chimborazo de entonces. Leer, escribir, las cuatro reglas..,.¿Para qué más?
De vuelta con su familia permaneció varios años dedicado al pastoreo del ganado vacuno y lanar, pero como había adquirido aficiones a la lectura y poseía gran don de gente, pronto se convirtió en el líder de varias comunidades indígenas y conociendo las consejas que se referían sobre la sublevación de Fernando Daquilema, fusilado por orden de García Moreno en Guamote por haber protestado contra los abusos de los blancos, se hizo rebelde.
Dicha rebeldía fue encausando con sanas lecturas, por sus manos cayeron autores tan radicales por entonces como Juan Montalvo, Pedro Moncayo y Pedro Carbo, todos profesores de la doctrina liberal, que preconizaba la libertad de las conciencias.
Cada cierto tiempo viajaba a Riobamba por reclamaciones y litigios, era una especie de agente judicial de la zona de Licto. En dicha ciudad hizo algunas amistades y en 1882 participó en las guerillas conservadoras del centro de la República. El 84 protestó con otros caudillos indígenas en las calles de Licto, contra las continua explotación de los diezmeros.
El Gobernador Javier Dávalos mandó a un piquete de soldados que dejaron a su paso “unos pocos muertos y otros heridos” y como la sedición no concluyó, el Comandante Militar tuvo que recorrer una gran extensión de dicha parroquia, dispersando a los últimos grupos reunidos en las alturas de las cordilleras.
Saes fue tomado prisionero y acusado de haber sido el cabecilla. En Riobamba le pusieron preso y hasta fué enjuiciado, pero el asunto de los Diezmeros era de tanto escándalo que hasta el Obispo Arsenio Andrade, en Marzo del 85, se dirigió al Gobernador manifestándole que la iglesia tomaría a cargo ese año y por su cuenta, los Diezmos de Licto y de Pungalá”, para tranquilizar los ánimos exasperados y devolver su carácter pacífico a esta institución, que los abusos han llegado a desvirtuar, especialmente en el pueblo de Licto.”
Años después, al producirse el 5 de Junio de 1895 la revolución liberal contra el régimen progresista del Presidente Luis Cordero, Saes vio llegada la hora de la redención de los de su raza en el Ecuador.
Alfaro subía a la sierra con su ejército y Saes empezó a recorrer los campos para levantar a los indios, pues quería prestarle al Viejo Luchador todo el apoyo posible. El día 10 de Agosto Alfaro avanzó hacia Guamote donde estableció su Cuartel General. Pronto las lomas circundantes se cubrieron con los multicolores ponchos de la indiada y se oyó el largo y retumbante sonar de las bocinas. Eran mil indios con la cinta roja del partido liberal puestas en los sombreros que gritaban entusiasmados y con enorme fervor:
//Ñucanchic, libertadla apamuy amun Alfaru, tucuy, runacuna, guaJtiushun pay ladupi// que significa: “Nuestra libertad tras Alfaro vamos a encontrarla y todos los runas debemos morir a su lado.
Saes, con la mirada altiva y penetrante, digna de un dirigente de la causa política que había de recoger la historia, fue abrazado por Alfaro emocionadamente y llevado por un improntus muy propio de su generosidad y carácter, le elevó a la categoría de General de la República y a sus Ayudantes Manuel Guamán y Pedro Morocho hizo Coroneles -pero el gesto- a pesar de existir el Decreto firmado por Alfaro – no tuvo trascendencia oficial ni fue registrado y tampoco constó en el Escalafón Militar, de suerte que su propietario lo usó sin percibir emolumento alguno y a su muerte los deudos no pudieron disfrutar de la correspondiente pensión del Montepío.
Cinco días después, el 15 de Agosto, se produjo la batalla de Gatazo que terminó con el desbande nocturno de las fuerzas combinadas de los Progresistas y Conservadores, quienes dejaron el campo a los Liberales para que pudieran subir a Quito. Entonces las fuerzas de Saes apoyaron la marcha formando un verdadero cordón protector por todos los costados, cargando el pesado armamento, guiando con exactitud y por caminos adecuados, detectando en la lejanía a los contrarios. Alfaro no sabía qué hacer para agradecerles tantos favores y se le ocurrió pedir al Consejo de Ministros que aún estaba reunido en Guayaquil, la exoneración a los indios de la contribución territorial y del trabajo subsidiario, así como la creación de escuelas especiales para que aprendieran a leer y a escribir.
En Noviembre del 95 Saes envió una comisión de indios a Guayaquil, a fin de denunciar los abusos que cometía el Cura Fidel Banderas en Licto. El asunto se volvió escandaloso y el sacerdote contestó en un folleto aseverando muy seriamente lo siguiente: 1) Que el indio es estúpido con pequeñísimas excepciones, 2) Que no era cierto que los gobernantes ecuatorianos de entonces fueran “radicalis masuniis” ni que había castigado a los indios por servir al General Alfaro, y 3) Que Saes era un ladrón por haber ordenado la colecta para el envío de la comisión a Guayaquil, tras lo cual siguió el padre Banderas bandereándose muy campante.
El 23 de Enero de 1899 Saes participó en la Batalla de Sanancajas contra las guerrillas conservadores del centro. Allí cayeron heridos los Comandante Juan José Villacreces y el Mayor Granizo Mancheno, que fueron conducidos a una choza. Cuando cesaron los fuegos se presentó Alejo Saes con su fúsil aun humeante y al darse cuenta que tenían sed, fue en un caballo a traerles vino y agua mineral para mitigar sus padecimientos, pues sabía lo que significaba la amistad y el compañerismo en el campo de batalla.
El 12 de Abril siguiente logró de Alfaro un Decreto sobre el Concertaje de los indios, pero los gamonales traicionaron los buenos propósitos del Decreto con argucias y leguleyadas, empezando a extender contratos falsos de trabajo o apresando a los indios para obligarles a firmar.
Saes no podía hacer más por su raza. Le faltaba fuerza política, no tenía conocimientos superiores, en fin, era considerado un indio más del montón; sin embargo de lo cual lograba hacerse respetar En un viaje a Guayaquil hizo arrestar al Comandante de la Guardia de un Cuartel, por cuanto al pasar por uno de ellos con el uniforme militar, no le había rendido los honores debido a su rango. En otra ocasión dejó con la mano extendida en una de las principales calles de Riobamba a Pedro Ignacio Lizarzaburo, diciéndole: “Yo no saludo con curuchupas…”
Este valioso ciudadano, leal a su raza y a su Patria, uno de los primeros indios puros que llegó a General de la República, falleció en su humilde choza y de solo 43 años de edad, en 1909 en grave pobreza. I cuando sus deudos intentaron enterrarle en la iglesia del pueblo, un sacerdote de apellido Cepeda, Cura en esa lejanía andina, se opuso enfáticamente, argumentando que Saes había sido enemigo de la iglesia. Finalmente consistió en darle sepultura pero boca abajo como castigo.