El padre Juan Bautista Aguirre Carbo es el mayor poeta de la colonia, criterio que se tiene desde su redescubrimiento en el siglo pasado por obra del erudito bibliógrafo argentino Juan María Gutiérrez, quien publicó en 1.865 “Estudios Biográficos y Críticos” con las poesías del jesuita guayaquileño. Posteriormente correspondió a Gonzalo Zaldumbide culminar esta misión y he aquí que la obra de Aguirre fue presentada más honda y más bella, sobresaliendo una de sus poesías, que a mi criterio, encierra un misterio. No con la opacidad del disparate bien dicho, ni del delirio conceptista o culterano como la leyera en 1.866 Juan León Mera, sino con el conocimiento del secreto que contiene y que Aguirre lo confió sólo a medias, bajo un ingenioso sistema para eludir las pesquisas de la inquisición.
Aguirre tituló uno de sus poemas de la manera que sigue: “El P. Juan Bautista de Aguirre.- Revelación del Poeta. Leed desprevenidos unas cuantas estrofas de ésta su “Carta a Lizardo” // ¡Ay querido Lizardo! / si feliz muerte conseguir esperas / es justo que advertido, / pues naciste una vez, dos veces mueras; / así las plantas, brutos y aves lo hacen / dos veces mueren, una sola nacen. //
Hemos copiado sólo la primera estrofa, por ser el poema muy largo; atroz rompe cabeza conceptista le pareció a Mera, igual que a cualquiera que lo lee sin darse cuenta del mensaje, porque a primera vista establece una tesis aparentemente ridícula que todo ser vivo debe morir dos veces para nacer una; pero Aguirre sabía lo que decía a Lizardo (personaje ficticio o quizá también alquimista como él) a quien le refería el secreto oculto a los profanos pero de tal forma disfrazado, que nadie más que los iniciados pudieran entenderlo. Hasta que un buen día a alguien se le ocurrió descubrir ese mensaje y hoy lo sabemos tú y yo, querido lector.
El padre Aguirre practicó la antigua Al – Chimia que importaron los árabes a Europa en la alta edad media, ciencia tan antigua como el occidente y que se remonta al antiguo Egipto, a una misteriosa piedra verde llamada la “Esmeraldina” donde un faraón escribiera su mensaje con palabras obscuras y de eternidad. “Lo de arriba es igual a lo de abajo” posiblemente en referencia al macro y al micro cosmos. Se dice que fue descubierta por el Califa Ornar en el interior de una de las pirámides, de donde la extrajo en el siglo VIII.
Posteriormente los alquimistas se multiplicaron por Europa. Unos intentaron la vía seca del fuego, queriendo combinar mercurio con una substancia misteriosa llamada la piedra filosofal, para obtener oro. Otros fueron más sutiles y espirituales y trataron de llegar a Dios mediante la perfección corporal y moral, a base de ejercicios y lecturas, de meditaciones trascendentales, de purificaciones y a todo esto se llamo la vía húmeda, porque no requería del fuego para dar salud y prolongar los años de juventud más allá del tiempo razonable.
Entre los primeros se dieron sonados descubrimientos químicos casi por casualidad, su alquimia se llenó de experimentos, redomas, crisoles, retortas y hornos que funcionaron más y mejor ¿Que si encontraron oro? Parece que no, aunque la ciencia moderna ha probado que los átomos de los cuerpos simples pueden disgregarse y combinar a voluntad del hombre, aunque a costos elevadísimos. ¿Sería la alquimia la etapa final de una ciencia avanzada y extinguida hace mucho, cuyo recuerdo se conservó en Egipto? ¿Quién lo puede saber? sólo conocemos que a partir del siglo XVI los alquimistas tuvieron que trabajar en el secreto de sus laboratorios para huir del populacho y del Santo Oficio de la Inquisición que en España y sus colonias quemaba a los herejes y a los científicos en la hoguera.
No constituy una vana pretensión imaginar a Aguirre metido hasta las narices en experimentos químicos, por diversión o por curiosidad de científico, que lo fue sin duda, porque vio con el primer microscopio traído a la Audiencia a “los corpúsculos pequeñísimos llamados microbios causantes de todas las enfermedades y hasta compuso un Tratado completo de Física en latín.” Igualmente conoció los sistemas modernos de Pascal y Newton que enseñó con gran éxito en la Universidad de Quito y así podríamos seguir mencionando sus logros, pero temo cansar. Al final de sus días fue extrañado del país por la Pragmática Sanción del Rey Carlos III y junto a sus compañeros viajó a Italia en 1.767 donde recibió la protección del Arzobispo de Tívoli. Fue consejero de Cardenales y Prelados y tenido por hombre de consulta de casi todos ellos. Le decían “Pico de Oro” por su talento, murió apreciadísimo.
¿Y el verso? ¿Porqué hay que morir dos veces para nacer una? No los voy a dejar con la curiosidad, les descifraré el mensaje a Lizardo. Aquí va: Todo ser vivo nace muerto según los filósofos, porque nace ignorante y en pecado, por eso debe ser bautizado; para los alquimistas esto no era lo último, debía morir de nuevo, para nacer en el conocimiento del secreto, del mensaje, del símbolo y obtener su unión con Dios.
A la primera muerte por la ignorancia y el pecado debía seguir la segunda muerte, a las cosas del mundo, a sus placeres, a sus tentaciones sólo así podría vivir eternamente el hombre en unidad perpetua con Dios.