En enero de 1724 Felipe V renunció al trono español porque no se sentía bien de salud y pasaba la mayor parte de su tiempo en abulia y depresión. Su heredero Luis I solo contaba dieciocho años y estaba casado con la Princesa Marta Luisa de Orleans, a quien amaba mucho. Luis I era bien cómodo y dado al descanso y regodeo en Palacio; enemigo de las cacerías y otros ejercicios físicos, permanecía días enteros sin hacer nada, atracándose de bocaditos salados de rábanos, tomates y otros vegetales no engordantes. También jugaba con su mujer y otras damas un jueguito afrancesado y picaresco llamado “broche en cul”, modalidad algo pecaminosa que puso de moda en Palacio, pero el 15 de agosto de ese año cayó gravemente enfermo de viruelas y aunque fue cuidado por su esposa, que no hizo asco del peligro de contagio, murió el 31, lleno de pústulas y con alta fiebre.
Su viuda casi perdió la razón y regresó a París dondeentró al convento de las Carmelitas para llevar una vida pueril, corriendo por los jardines con su joven hermano y la Camarista Wavre, como si fueran chiquillos. Felipe V reasumió el trono y hasta se portó mal con ella, cortándole la pensión económica a que tenía derecho en su calidad de exreina.
De Luis I sólo ha quedado su recuerdo de muchacho llano y sencillo como cualquier otro adolescente que salía por las noches disfrazado de Chulo a vagar por las calles de Madrid hasta la madrugada, cuando regresaba a robar frutas al jardín del Buen Retiro.
Su padre, en cambio, seguía mal de la cabeza, creyendo que lo perseguían con intenciones de asesinarlo y entonces gritaba y se desesperaba pidiendo auxilio. Por esos días se fundó en Madrid la “Santa y Real Hermandad de la Salvación de las Almas”, especie de campaña moralizadora cuyos miembros merodeaban las noches alumbrados con faroles y amedrentando con ruegos y suplicas proféticas para que el género humano no cayera en pecado: Esta falta que cometes, mira atento y considera, que podrá ser la postrera. Alma que estas en pecado, si esta noche te murieras, piensa bien a donde fuera.
El Rey nunca pudo mejorar de sus dolencias, que con los años se le acentuaron de tal forma, que habiéndose dejado crecer las uñas, se desgarraba el rostro y los brazos, mirando con deleite como le corría la sangre. Al fin murió el 9 de julio de 1746, sucediéndole su segundo hijo con el nombre de Fernando VI, que desde años atrás venía entendiéndose en los negocios del reino por incapacidad de su padre.
Este Fernando había sido casado de sólo dieciseis años con la Princesa María Barbara de Braganza, de la Casa Real de Portugal, que solo contaba con quince, pero la unión fue muy feliz y duró hasta la muerte de ella a consecuencia de obesidad y varios tumores infecciosos que le salieron por todo el cuerpo. Ambos vivían el uno para el otro y sin hijos, frente a las cortes de Europa que contemplaban este ejemplo de amor conyugal.
Durante su reinado siguió cantando el tenor napolitano Farinotti y España progresó a ojos vista. Se modernizó la marina y el ejército, abriéndose nuevas vías de tráfico para los galeones de Indias y las industrias y artesanías trabajan cada vez más. Sinembargo la muerte de la reina contribuyó para que su esposo comenzara a sufrir de las mismas enfermedades de su padre, encerrándose en el Castillo de Villaviciosa de Odón en completo estado de dolor. Reía, gritaba y se lamentaba, delirando a todas horas, contando sus alucinaciones, no comía, se abofeteaba el rostro, tenia pesadillas y al año de sufrir estos trastornos falleció quien había sido buen gobernante y justo Rey, a las cuatro de la mañana, hora en que había muerto su esposa.
A este Rey le sucedió su medio hermano que gobernaba en Nápoles con el nombre de Carlos I y que al pasar a España fue conocido como Carlos III. Sus trazas no eran tan recomendables pues tenia mediana estatura y una gran nariz, boca desdentada y rígida peluca blanca. Contaba con cuarenta y tres años pero por sus feas vestimentas aparentaba mayor edad, pues casi siempre usaba larga levita de anchos bolsillos, guantes y zapatones para disimular sus gigantescos juanetes; pero detrás de este mal empaque se escondía una de las mentalidades más modernas y positivas de su época, que sabia lo que deseaba y por eso condujo a España por senderos de innegable superación. Estaba casado con la Princesa María Amalia de Sajonia, quien le había dado diez hijos y no gustaba andar con muchas etiquetas ni políticas, aunque juzgaba y aconsejaba cuando lo creía oportuno, siendo escuchada con cariñoso respeto por su marido. Lamentablemente la reina murió a poco de llegada y aunque su esposo la sobrevivió veinte y ocho años, no volvió a contraer nupcias, diciendo como su hermano Fernando, que el único disgusto recibido de su esposa había sido el de su muerte.
Carlos III ha pasado a la posteridad por el fomento de la riqueza económica de España y América, la colonización de extensas zonas en Andalucía, una sabia legislación fiscal y tributaria, la expulsión de los jesuitas en 1.767 y el impulso a las artes y a las letras. En otras palabras, fue un fiel exponente del despotismo ilustrado de su época.
Ya muchos años viudo y en altas horas de la noche solía pasear descalzo por el Palacio, aprovechando esos momentos para pensar en política y en una de esas caminatas, la del 7 de noviembre de 1788, sufrió un grave enfriamiento que lo obligo a guardar cama donde lo atendió su fiel criado napolitano Almérico Pini y como no había sábanas a mano, fue arropado con las mantas que servían para cubrir las jaulas de los pajaritos que alegraban su habitación donde vivía como un monje o como el más pobre de los mortales.
Los tres médicos que fueron llamados opinaron en junta que sufría de fiebre catarral y como al día siguiente le subió la fiebre todos se alarmaron y el Patriarca de las Indias, Cardenal de Toledo, primado de la iglesia española, en gesto de mágica ignorancia ordenó que el cuerpo de San Isidro, las reliquias de Santa María de la Cabeza y las de San Diego de Alcalá le fueron llevadas para ver si así operaba un milagro, pero nada, habiendo musitado Carlos III al adorarlas: La salud que deseo es la espiritual, que la del cuerpo me importa poco”. El día 13 hizo su testamento ante el Notario Conde de Florida y recibió la extrema unción. Por la tarde pidió ver a sus hijos, los aconsejó y bendijo. A las 12 y 40 de la madrugada del 14 expiró y fue sepultado el 15 a las tres de la tarde, en el sitio que tenia escogido en el Escorial y juntos a los reyes que lo hablan antecedido.
En casi cien años desde 1700 hasta 1788 habían gobernado América y España Felipe V y sus tres hijos: fueron añosde progreso, aunque América ambicionaba su libertad y Europa y España se sacudirían meses después con la revolución francesa.