493. Los Próceres Del Acta Abierta

Una ruidosa salva de veinte y un cañonazos anunciaba cada año, en el siglo XIX, la llegada del 9 de octubre. A las diez de la mañana izaba el pabellón nacional en el edificio de la Gobernación, al son del himno nacional cantado por las educandas del colegio de los Sagrados Corazones, que lucían uniformes confeccionados con tela de saraza color blanco y en el pecho y terciado hacia la derecha, el pabellón patrio. Una gran muchedumbre ubicada en el malecón de la ría aplaudía el acto. A las once se oficiaba el solemnene tadeum en la catedral y los miembros del Cabildo encabezaban un suntuoso desfile por las calles; saliendo de la catedral tomaban el Malecón y terminaban en Nueve de octubre. Por la tarde circulaban góndolas adornadas de flores con bellas damitas del Guayas. Los edificios públicos y los barcos surtos en la ría se embanderaban e iluminaban ofreciendo un grandioso espectáculo.

El populacho se divertía en los barrios con palos encebados, cucañas y castillos de fuego. Se repartía frutas a los muchachos, corríanse jolgorios y vacas locas encerradas. Los ancianos próceres eran visitados en sus casas por sendas delegaciones del Consejo; entonces se brindaban copitas de mistelas, bizcochitos de anís, lenguas de gato, barquillos y bizcochuelos. Se obsequiaba a los achacosos ancianos con un oficio y varios regalos, endulzándoles sus últimos años de vida. El coronel Baltazar García vivía en el Astillero. El teniente coronel José Felipe Letamendi cerca de la Merced, en el barrio llamado del Bajo; el teniente Juan de Antepara tenía su casa en Chanduy, hasta donde se desplazaba anualmente la delegación.

La visita comenzaba con un toque de corneta para llamar la atención del vecindario. El comisionado, portando la bandera octubrina, la tremolaba en ambas direcciones frente al anciano, que hasta lloraba de emoción y patriotismo acompañado de parientes y amigos.

Luego se pasaba al interior de la vivienda, donde esperaba el caldo de gallina, el ají picante de queso, los tamales con pepián y el infaltable arroz con gallareta. De postre un champús de naranjilla y las frutas de la estación que se traían del pequeño puerto de San Miguelito, cercano a San José de Amén, hoy progreso.Estas escenas eran realmente magníficas y muy edificantes, hasta que bien entrado el siglo XIX terminaron en desuso a la muerte del último prócer sobreviviente.

Del 9 de octubre de 1820 quedan dos actas, la abierta y la cerrada. Esta última se conserva dentro del tomo correspondiente al año 1820 en la colección de actas de cabildo. La primera sólo eran varias hojas de papel extendidas por el secretario José Ramón de Arrieta sobre la  mesa del despacho para que la continúen firmando los siguientes patriotas asistentes a la sesión que tenía lugar en el piso alto de la casa de Cabildo, situada frente al río.

Sus nombres han quedado conservados y en orden alfabético constan así: Carlos Arévalo, teniente Hilario Álvarez, Bernardo Alzúa y Lamar, Manuel José de Amador y Sotomayor, José de Antepara y Arenaza, Juan de Atempara y Bejarano, José Arellano, Fernando Ayarza, Jacinto Bejarano y Lavayen, Juan Francisco Benítez Franco, Luis Benítez y Franco, Juan María Bernal, José Bou, José María Caicedo, Abdón Calderón Garaycoa, Carlos Calisto, José Camargo, Francisco Camba, José Carbo Unzueta, Miguel Carretero, Francisco Casanova Plaza, Manuel Victor Zeballos, José Congo (patriota de raza negra), José Cruz Correas, el padre Miguel Cumplido, Cap. Antonio de Elizalde Lamar, teniente coronel Gregorio Escobedo, Vicente de Espantoso y Avellán, Manuel José Fajardo, José María Fajardo, teniente Antonio Farfán, teniente León de Febres Cordero, Juan Ferruzola, Agustín Franco, Manuel Ignacio Fuentes, José Garaycoa Llaguno, sargento mayor Baltazar García, José Pío Gutiérrez, José Hilario Indaburo, teniente coronel Rafael Jimena Larrabeitia, Manuel de Lara y Ponce, Agustín Lavayen, Francisco de Paula Lavayen, Miguel de Letamendi, Manuel Loro, José Joaquín Lobo Guerrero, Francisco Luzcando, José Leocadio de Llona y Ribera, Diego Manrique, Domingo Manrique, José Mariscal, Manuel Mármol, Guillermo Merino y Ortega, Pablo Merino y Ortega, Rafael Merino y Ortega, Juan de Dios Molina, Pedro Morlás, Ramón Moncayo, Manuel Murillo y Ruiz, Sargento primero Damián Najar Ceballos, Diego Noboa Arteta, José Oyarvide, Ramón Pacheco, Juan Padilla, Anselmo de la Parra, Sargento rrimero Isidro Pavón, José Francisco Peña y Lazo, José María peña, Juan Pérez, Mariano Pérez de la Rúa, Manuel Ponce de León, José Antonio Rodavega, Ciriaco Robles García, Francisco María Roca Rodríguez, Vicente Ramón Roca Rodríguez, José Riba, Ignacio Ribera, Justo Ribera, Ramón Sobenes, José María Samper, Ambrosio Sánchez, Narciso Sánchez.

Esta lista se publica por primera ocasión en la prensa nacional, de manera que constituye una verdadera primicia que entrega EXPRESO en estas fiestas octubre unas a los lectores de “Memorias Porteñas”, su prestigiosa revista histórica semanal.

Los antes citados firmaron voluntariamente, sabiendo los peligros que corrían. En cambio, los firmantes del acta cerrada, que consta en la colección del Cabildo, eran las autoridades españolas que fueron esa mañana del 9 de Octubre sacadas por el populacho del interior de sus domicilios y prácticamente llevados a la fuerza para que presten el juramento de lealtad a la patria frente al pueblo y firme en la independencia en la sala del Cabildo, aunque no tuviera voluntad ni deseos de hacerlo.