Desde los años veinte y como producto de la revolución mexicana que proclamó el Indigenismo al mundo americano, numerosos literatos y políticos ecuatorianos han asumido el tema como caballo de batalla de sus aspiraciones presentando diversas versiones que van desde un Indigenismo bucólico y campesino a veces poético y otras estremecedor y amargo a lo Jorge Ycaza en “Huasipungo,” que en castellano significa la casa de la entrada, obteniendo el éxito literario internacional y si nos remontáramos muy atrás, encontraríamos que el clásico Montalvo hasta pensó hacer un ensayo Indigenista “que hubiera hecho llorar al mundo”, glosando sus palabras, pero la lucha política de su tiempo se lo impidió y todo quedó en simple proyecto.
Sinembargo el Indigenismo como corriente estética y de pensamiento tuvo destellos verdaderamente geniales en el Ecuador, allí un Pío Jaramillo Alvarado, sociólogo y patriota con su “El Indio Ecuatoriano” y un Eduardo Kingman con sus desgarradores cuadros indigenistas con figuras de grandes manos y pies terrosos. Indigenismo rural y campesino como el de “Sumag Allpa” de G. humberto Mata y “Plata de Bronce” de Femando Chávez, alejado de los centros urbanos del país, encerrado entre montañas, valles y páramos despiadados y sin más horizontes que el infinito y la madre tierra o “Pacchamama”, indigenismo agrario vital y justamente por eso no caló hondo en el pueblo ecuatoriano, porque se circunscribió únicamente al agro serrano, olvidando que en el litoral marítimo de la Costa también existen indios llamados cholos y en la cuenca hidrográfica están los montubios. Así pues, el fenómeno literario Indigenista ecuatoriano no se dio total ni completo y ahora agoniza como corriente estética y de pensamiento, cubierto por una pátina marxista, extranjerizante y vacua, por no ser nuestra, por no ser real.
En cambio el cholismo y el montubismo, que quisieron surgir por los años treinta con los escritores del grupo de Guayaquil, no tuvo seguidores. El grupo de pensadores socialistas de la Sierra no se preocupó de ellos y estos intentos murieron en embrión. Lástima grande porque el cholismo hubiera pegado en nuestro país tanto como en el Perú y Chile donde ser cholo es ser nacionalista, sentirse parte de estas naciones mestizas, ahora tan urbanas como rurales. El Cholo, es en fin de cuentas, el mismo hombre del agro y de la urbe que tanto sufre en uno como en otro ambiente, pero no ceja en su lucha ni se deja humildemente avasallar como el indio, sino que protesta y en su drama diario encuentra nuevas armas para triunfar.
El Cholismo peruano y chileno nació en el siglo pasado como movimiento de ciudades y hasta llegó a ser de elites, así es que nadie se disgusta si se le dice “Cholo” que más que un apodo de casta viene a ser un trato cariñoso y nacional. Ser Cholo es ser inteligente y diligente, saber que sus ancestros son mestizos, como lo dijera Rubén Darío con orgullo, cuando paseaba su genio por las capitales europeas, como “indio Chorotega con manos de Marqués”.
El gran Abraham Valdelomar, jefe del grupo de los colónidas del Palais Concert de Lima, alguna ocasión y al ver a un hombre burdo que pasaba por delante de ellos, gritó a sus compañeros: “Cholos, cholos, quitadme a ese gordo, que me está dañando el paisaje”. Era un esteta a lo Oscar Wilde, que escribía sus novelas y dramas con personajes malévolos y sin embargo, tan humanos, que cualquier lector se sentía inmediatamente afín con ellos.
El cholismo peruano desembocó como tenía forzosamente que ser en un partido netamente Nacionalista de hombres tan inteligentes y espirituales como Víctor Raúl Haya de la Torre y Luis Alberto Sánchez, ambos escritores y conferencistas y éste ultimo hasta crítico literario de primera clase. El APRA (Acción Popular Republicana Agraria) fue el producto de un Cholismo citadino y popular que se regó por América sembrando la semilla de un cordial nacionalismo abierto a todas las fronteras. Si Haya de la Torre hubiera llegado al poder otra hubiera sido la suerte del Ecuador pues no habríamos tenido la guerra del 41; pero no fue así porque los militares peruanos se asustaron de este movimiento y le hicieron una lucha tan feroz.
El Cholismo peruano fue en sus comienzos de izquierda y hasta bordeó los linderos leninistas, quedándose en el troskismo solamente. Luego la dictadura stalinista hizo comprender a los Apristas que no se podía tolerar la imposición de la voluntad de un solo hombre por muy Josep Stalin que fuera y ocurrió la debacle. Algunos apristas se afiliaron al Comunismo internacional y entre ellos Eudocio Ravines, que luego se separó para escribir desde el destierro los más encendidos artículos anti comunistas; otros apristas se mantuvieron populistas o sea neutros, frente a la pugna abierta entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Estos fueron los perseguidos de los militares, pues cosa rara y peregrina, cuando ocurrió la nefasta dictadura de Velasco Alvarado, éste hizo causa común con los comunistas y estuvo en contra de los nacionalistas o pupulistas a los que vejó sin fin.
El cholismo chileno tuvo mejor suerte política porque subió al poder con el llamado Movimiento Radical y luego se asentó con Arturo Alessandri y sus tres gobiernos. Chile ha sido en este campo el país sudamericano que más largo trecho ha recorrido en busca de soluciones políticas intelectuales y sin embargo cayó en una dictadura fuerte y personalista de la que felizmente salió.
En nuestra patria, en cambio, no habiendo cholismo citadino sino indigenismo agrario, el fenómeno populista se encauzó en sentido contrario a las izquierdas y devino en lo que tenía que ser, un neo falangismo tanto o más peligroso que el izquierdismo a ultranza de los marxistas criollos y surgió un Carlos Guevara Moreno, tan intelectual como esteta y luego ese genio de nuestra política que fue Asaad Bucaram, providencial a lo Velasco Ibarra y tras un ligero interregno surgió un líder militar honesto Lucio Gutiérrez, combatido por Febres Cordero porque si, porque no aceptó su tutela, pues en Febres Cordero se dio el caso de quien siguió mandando como dueño del país aunque sin ser presidente, hasta que murió. Rafael Correa, monstruo de la política nacional, logró superarlo, en el peor de los sentidos, pues no solo mandó con mano de ierro si no que ha dejado al país en la más absoluta destrucción económica y social y para colmos, endeudado y sin tener rentas apra amortizar.
Bolivia, en cambio, enclaustrada entre las montañas del Collao y una lejana salida amazónica y perdidas sus puertas del Chaco y del Pacífico, nunca tuvo “Cholismo urbano” y solo percibió el indigenismo a la ecuatoriana que no ha desembocado en nada útil. También sus caudillos populistas a lo Siles Suazo matizaron sus gobiernos con golpes de Estado militares agravados con el narcotráfico internacional. Luego vendría Evo Morales, tiranuelo demagogo caído y exilado, pero con pretenciones de volver. Da pena su panorama político actual.