452. Lances Entre Caballeros

«El duelo es tan antiguo entre los hombres como la guerra entre ellos» esto es una perogrullada ridícula y que se explica sola, pero dicha por el Marqués de Cabriñana, llamado don Julio de Urbina y Ceballos de la Escalera, sonó muy de acuerdo al gusto decimonónico que imperaba en esos tiempos en España.

Antaño intervenían en lances de honor no solamente los caballeros sino también los príncipes de sangre real. Famoso fue el lance suscitado entre el Rey Pedro III de Aragón y Carlos de Anjou, hermano de San Luis de Francia, por la corona de Nápoles en 1.282.

El lío se originó por culpa del angevino Carlos, que apoyado por el papado invadió las dos Sicilias venciendo en la batalla de Benevento al Rey Manfredo y en la de Tagliacozzo a su inexperto sobrino Conradino y lo ajustició en un patíbulo. Este Conradino antes de morir se sacó el guantelete metálico que llevaba en la diestra y lo arrojó al populacho exclamando: «Para el Rey de Aragón», significando con esto que traspasaba los derechos hereditarios de la Casa Real de Suavia a la de Aragón. Años después los príncipes sicilianos, cansados del dominio francés llamaron al Rey aragonés y le entregaron la isla. A Carlos de Anjou no le hizo ninguna gracia tal desacato y desafió a Pedro II a singular combate, a realizarse en Burdeos, que estaba en poder de los ingleses.

El duelo se efectuaría el l de junio de 1.282 en un campo expresamente señalado en las cercanías de la ciudad y ambos debían comparecer con cien caballeros para matarse entre todos, pero el francés tuvo la buena idea de adelantarse, ocupando la plaza con numeroso concurso de gentes armadas. Pedro II se valió de una estrategia y disfrazado de arriero llegó a la cita, paseándose varias veces a caballo por el ruedo y desafiando a su opositor, que no estaba, pues esperaba a los cien aragoneses a la entrada de Burdeos.

Para colmo, Pedro II había llevado a un Notario y le hizo extender un certificado que sacó en copias y mandó a repartir por las cortes de su tiempo para vergüenza del francés.

En 1.535 Carlos V andaba atareado por el norte del África y tomó la plaza fuerte de la Goleta, poniendo cerco a Túnez, donde existían miles de cautivos cristianos. El pirata Barbarroja trató de oponerse, pero fue derrotado y Túnez se ganó para la cristiandad. Mientras tanto y en el norte de Italia, Francisco I Rey de Francia, mencionado en las crónicas como el Rey Caballero porque era muy galante con las damas, aprovechando que su enemigo el monarca español no estaba cerca, ocupó la región del Milanesado, despojando a su propietario Carlos III de Saboya, quien era cuñado de Carlos V.

Sabedor de estos asuntos, éste último se trasladó a Roma y dio las quejas al Papa, manifestándole que no era dable que entre cristianos se hicieran esta clase de zancadillas que en fin de cuentas solo eran en favor de los turcos y hasta desafió al monarca francés a singular duelo. El Embajador de Francia, Marqués de Claramout, tuvo que recoger el guante en presencia de Paulo III y quedó concertado el desafío.                                

Francisco I se hizo el desentendido y Carlos V se encolerizó aún más, designó padrino a Baltazar de Castiglione y mandó un heraldo de su confianza a la corte de Francia portando otra provocación; el heraldo no fue recibido, paseando detrás de la corte francesa como si fuera rabo de ella, con banderas de Castilla y tambores y así viajó de Fontaínebleau a París y luego a Longjumeau, todo un mes. Al fin, cansado el Rey Caballero, le escuchó en Audiencia pública que se prestó a todo tipo de risibles escenas, pues los presentes habían asistido bien provistos de huevos podridos y abuchearon al heraldo con este tipo de proyectiles y con verduras de diferentes sabores y tamaños hasta que tuvo que retirarse sucio y maloliente. El asunto dio que hablar durante muchos años y las cortes se reían a mandíbula batiente de la escena, aunque algunos tratadistas protestaron porque no se dio el lance, que habría servido para teñir de azul las arenas del lugar.

Con el paso de los años los lances se hicieron más numerosos en España. A raíz de la subida al trono de Amadeo I, hijo del Rey de Italia, un grupo de exaltados diputados de la oposición en son de molestarlo propusieron un saludo al Papa Pío IX auto prisioneros en el Vaticano, por cumplirse veinte y cinco años de su ascenso al trono de San Pedro «a pesar de las inauditas persecuciones que se cometen en su contra», aludiendo a la política de mano dura que mantenía la casa Real de Saboya, a la que se pertenecía Amadeo. El asunto armó tal gresca que casi murieron algunos y luego del alboroto inicial el diputado Práxedes Mateo Sagasta pidió que no se votara la proposición por ser de carácter político. El Diputado Topete, queriendo conciliar a ambos bandos, pidió que se vote dos veces, primero para felicitar al Papa y luego para considerar si era perseguido o no por la casa Real de Saboya. Mas, el gobierno, que mantenía la mayoría legislativa, impuso condiciones y se rechazó esta solución, pasándose a votar por la moción. Entonces tomó la palabra el diputado Canga Arguelles que pidió se diera lectura a un importante documento, nada menos que la última Encíclica sobre la situación política de los Estados Pontificios donde se acusaba al rey de Italia, el Presidente de la Cámara Salustiano Olózaga protestó diciendo que la Encíclica no era documento, pues no tenía el Exequátur Regio. Nuevos alborotos, gritos van y vienen y llovian las imprecaciones. Canga Arguelles empujó a Núñez de Arce, se levantaron los bastones y los diputados comenzaron a darse de patadas. El General Serrano, Duque de la Torre, que ya estaba viejecito, fue vapuleado de lo lindo y si la barra no hubiera abandonado los pasillos para intervenir en la contienda, no hubiera quedado sano, pero fue auxiliado oportunamente; Olózaga fue rasguñado y herido y lo sacaron con los pantalones rotos y ensangrentados. Los diputados Carlistas gritaban por el Papa y los Amadeistas por el Rey. Un chusco arrojó al aire un pesado crucifijo de metal que rompió la cabeza del Diputado Conde de Roche quién quedó santiguado según se dijo entonces, aunque había sido dirigido contra Olózaga que pudo esquivarlo. Otro echó un plato de fideos con salsa y los Diputados Vildósola, Somoza y el Conde de Orgaz recibieron los fideos por la cara. Al fin se apaciguó la tormenta y la Cámara pudo reinstalarse en sesión secreta que duró dos horas y finalizó con el desafío de todos los carlistas contra todos los amadeistas y eran diecisiete parejas desafiadas a muerte, pero no pasó nada porque esa noche el Rey prohibió los diecisiete duelos.

I con tanto duelo, lance y desafío, se nos olvidaba contar que hace pocos años mi amigo Roberto Morla tuvo la gentileza de obsequiarnos por pascuas navideñas el Código del Marqués de Cabriñana, en edición de lujo, del año de 1.900, adquirida en Guayaquil, en la Librería de Pedro Janer y Cía. por uno de los señores Jiménez Gargollo en 1.927, para obsequio de un amigo de él, cuyo nombre retengo. El libro es interesante y valioso porque constituye una genuina rareza bibliográfica, sólo la Universidad de Guayaquil, el Club de la Unión y las bibliotecas de los doctores Heleodoro Ferruzola Morlás, Carlos A. Arroyo del Río, Carlos Julio Arosemena Monroy y Rodrigo Puig – Mir y Bonín cuentan con esta obra y como todos han fallecido será muy difícil consultarla.

El Código es de Honor, como su autor lo aclara, porque no rige legalmente debido a que las leyes de los estados prohiben el duelo o desafío, castigando con pena de prisión a los que intervienen como actores, padrinos, testigos, médicos, curiosos, los que se prestan a cargar o preparar las armas y, en fin, a todos aquellos que, de cualquier modo, sabiendo que sé va a realizar un desafío, no se oponen o no dan aviso oportuno a la policía.

EL CODIGO PENAL ECUATORIANO

La provocación a duelo es reprimida con prisión de 15 días a 3 meses y multa de S/.40 a S/.100 y con la misma pena se castiga a los que difaman públicamente o injurian a una persona por haber rechazado el duelo. Tanto la provocación como la simple mención del rechazo están tipificadas como delito por nuestra ley penal. Igual sucede con los padrinos, considerados autores si emplean cualquier género de alevosía o lo conciertan a muerte; y cómplices en los demás casos.

Si en un duelo se ocasiona heridas o muerte a alguien, su autor es reo de lesiones corporales intencionales o de homicidio simple con arreglo al Código Penal; pero no se considera como provocación los desafíos verbales en momento de violencia o disgusto, ya que hay individuos que actúan fuera de control y luego, apaciguados, reflexionan y se arrepienten.

CABRIÑANA ES MÁS  DURO  QUE  EL  CODIGO PENAL

Para el irritable Marqués toda acción u omisión que denote descortesía, burla o menosprecio a una persona o colectividad honrada es ofensa, si se realiza con intención de perjudicar al que se siente ofendido; de lo que se infiere que para que haya ofensa se necesita intención del sujeto activo y honorabilidad del pasivo, condiciones sine qua non para el desafío, que se pueden expresar con estas célebres frases: «Sin intención, no hay ofensa», «Sólo hay duelo entre caballeros»

El Marqués opina que también hay ofensas por omisión cuando alguien incurre en abstenciones o negligencias intencionadas con ánimo de molestar. Ejemplos: Retirar nuestra mano cuando alguien nos saluda. Volvernos de espalda cuando se nos habla. No contestar cuando se nos requiere. Abandonar un sitio cuando alguien ingresa en él, etc.

Toda ofensa puede ser reparada en la misma forma en que fue inferida. Si verbalmente, de palabra: si por escrito, en carta; cuando es por la prensa, por el mismo diario, con lo que se repite aquel viejo adagio castellano que dice: «Las cosas se deshacen en la misma forma en que se hacen»

REGLAS MENORES DE CABRIÑANA

Es privilegio del ofendido escoger las armas, pudiendo elegir entre la espada, el sable y la pistola, únicas admitidas por el uso. Todo duelo que salga de estos tipos es irregular e indigno de caballeros.

Cuando la ofensa es grave, el ofendido tiene derecho a escoger el arma y el duelo; en caso contrario, esto último es materia de discusión entre los padrinos, que serán uno o dos por cada parte. El duelo a pistola puede ser a pie firme o marchando y acercándose, al mando o a la señal, disparando a voluntad o con disparos sucesivos.

El duelo a sable o a espada debe tener un tiempo máximo de duración para los asaltos y descansos.

Cuando la ofensa es gravísima, como sucede en los casos en que se menciona la reputación de los padres, el ofendido escoge el arma, el duelo y las distancias.

En los duelos a sable y pistola, cuando se cumple el tiempo máximo de duración de un asalto, el juez designado por las partes medirá el sitio exacto en que quedaron los duelistas, para reiniciar el encuentro con igual ventaja y desventaja.

Cada duelo tendrá un juez y dos médicos para el risible y trágico caso de que ambos contendores se hieran al mismo tiempo, pudiendo los testigos y padrinos permanecer escondidos o agazapados en tierra durante el lance, o de pie si lo prefieren, aunque no es raro el caso de que los combatientes salgan indemnes y algún padrino herido por mala suerte, nerviosismo o equivocación del momento.

La ropa apropiada es el levitón obscuro y largo, con el alto cuello subido y bien abrochado, para evitar que la camisa ofrezca un buen blanco, al contrario. Se prefiere que las prendas sean de seda y no estén almidonadas para ver correr la sangre cuando se produzca una herida, porque se han dado casos en que por el almidón de la camisa ha muerto un contrincante desangrado sin que nadie se entere del asunto.

Hay duelos a primera sangre y a muerte. Estos últimos son raros y solo ocurren en muy contados casos, cuando la ofensa es tremenda y mucha la rabia. Todo hombre mayor de veinte y un años está apto para batirse en duelo, con lo que quedan fuera las mujeres. Todo hombre mayor de sesenta años puede rehusar o ser sustituido por algún pariente consanguíneo, prefiriendo al más cercano.

Los periodistas están exentos de aceptar un desafío, si así lo desean, respondiendo en estos casos el director del Diario. Ja ja

Las autoridades no deben batirse hasta que resignen el mando y entonces pueden rehuirlo. Los profesores de esgrima solo se desafían con otros profesores de la materia, pero nunca con profanos o aprendices. En estos casos deben designar representante.

Los extranjeros deben probar que son caballeros y honorables y cualquier persona que los apadrine se expone al ridículo si se comprueba que no. Cabriñana asegura que «el pabellón no cubre la mercancía en las cuestiones de honor» explicando que un francés deshonesto, por el solo hecho de ser francés, no es caballero, etc.

No puede haber duelo entre parientes próximos dentro de los primeros seis grados de consanguinidad y cuatro de afinidad. Los antiguos odios y las venganzas de familia no son materia de desafíos y por una ofensa solo cabe un desagravio; toda ofensa, por grave que sea, se lava en el campo de honor y luego se reputa jamás existente.

Los enfermos pueden solicitar un plazo de hasta un año para curarse y pelear. Los cojos, mancos, jorobados y obesos están impedidos de batirse a sable o espada, pero pueden hacerlo a pistola. Los miopes, sordos y bizcos jamás a pistola, siempre a sable o espada.

LA CUESTION RACIAL

Cabriñana, como buen Marqués que fue, señala que solo hay derecho para solicitar el honor de las armas entre personas de raza blanca, y deja fuera del campo a los demás individuos de la especie humana. Ahora bien, como divide a los blancos en villanos y caballeros y aún entre estos hay que escoger únicamente a los honorables por su conducta, porque los no honorables también se excluyen por indignos, total quedan pocos; y cualquier duda al respecto deberá ser decidida por un Tribunal de Honor formado a indicación de los padrinos, que sesionará en secreto, oyendo a ambas partes por separado y emitirá su dictamen en cuarenta y ocho horas. De este fallo no hay apelación posible.

LA PARTE FINAL

Ni antes ni durante el lance se puede ingerir substancias tóxicas o alcohólicas. De todo lo actuado antes, en y después del duelo, se dejará constancia en un Acta, que por triplicado la firmarán a vista y presencia de los duelistas, el juez, los padrinos y testigos de honor. Si no hay unanimidad en su redacción se salvaran los votos.

Después de ver tanto duelo, ¿No te parece lector que debernos agradecer la circunstancia feliz de vivir en un tiempo tranquilo, donde cada quien se expresa a su gusto, sin temor a recibir un mísero perdigón calibre treinta y dos, un corte de sable machetero o un tajo corto punzante de espada?