446. JJ, Albañil, Zapatero y Lagartero

Julio Jaramillo (JJ) nació en Guayaquil, en 1935, a las tres de la tarde, en la Clínica Panchana. El parto fue atendido por el Dr. Liborio Panchana y fue bautizado con los nombres de Julio Alfredo. Hijo de Juan Pantaleón Jaramillo Erazo, nacido en la población de Machachi, provincia del Pichincha, alrededor de 1902, que por huir de la pobreza existente en la sierra arribó a Guayaquil a finales de los años veinte en compañía de su hermano Damián y para sobrevivir trabajó en diferentes oficios, desde sastre hasta marmolista. El 14 de febrero del 32 contrajo matrimonio con Apolonia Laurido Cáceres, hija de un obrero jamaicano de apellido Laurit, traído por el Ing. Harcher Harman para la construcción del ferrocarril Guayaquil-Quito. Doña Apolonia tuvo una hija en un segundo compromiso, llamada María Antonieta Jiménez Laurido, que se instalaría a vivir en Barcelona.

Sus dos hijos: Pepe, el mayor, nacido en 1933 y Julio, el menor, quedaron huérfanos y en el mayor desamparo pues doña Apolonia, aunque había cantado de chica a dúo con su madre en los coros de las escuelas religiosas donde aprendió las primeras letras, solo era una ama de casa que sacó fuerzas para ganarse la vida y vendió chicles, colas y sánduches frente a la Piscina Olímpica, donde se había cambiado. Después fue enfermera veladora nocturna en la clínica Edmundo Vera y consiguió trabajar de día en los Laboratorios ECU, por lo cual casi no tenía tiempo para dormir. Finalmente fue enfermera en el Hospital de Aislamiento Alejandro Mann.

Julio siempre había sido un niño dedicado; sufrió de bronconeumonía, tuvo principio de parálisis infantil, le sobrevino la difteria, una disentería amebiana y hasta fiebre tifoidea, pero siempre lo atendió el Dr. Francisco de Ycaza Bustamante, pediatra especializado que no le cobraba a su madre en el Hospital de Aislamiento donde ella trabajaba, porque había sido su padrino de matrimonio. De todo eso le quedó al niño un asma inveterada que no lo abandonó nunca.

Los hermanitos Pepe y Julio ocupaban con su madre un pequeño departamento en Gómez Rendón y Villavicencio, y estudiaron en la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas, pero Julio solo llegó al tercer grado porque faltaba a clases y era considerado un niño problema; en cambio Pepe era más formalito, aunque muy callado e introvertido, era difícil sacarle palabras.

En 1940 vivían en un chalet de madera y caña en la calle Coronel. Al frente se pasó a vivir un músico llamado Ignacio Toapanta, que además era fabricante de guitarras, a cuyo departamento de soltero concurría diariamente un grupo de muchachos con el ánimo de aprender a tocar dicho instrumento. Allí se iniciaron los hermanos Jaramillo y descubrieron que ellos también podían rasgar guitarras y cantar bonito. Julio se construyó una guitarrita de bambú para practicar en su casa, pero su madre se oponía a que fueran cantantes y cuando los escuchaba les daba duro en la boca.

 El 43 se cambiaron a Guaranda y Manabí. Doña Apolonia, a quien apodaban Polita, matriculó a Julio en la escuelita fiscal “Francisco García Avilés”, ubicada en los contornos, cuyo director era el maestro Lauro Dávila,  comprometido con los músicos y autor de numerosas letras utilizadas en canciones muy populares. Pepe comenzó a asistir al programa Tribuna Libre del Arte en radio Ortiz y a otro de carácter infantil que se pasaba semanalmente en radio América. En el primero conoció al locutor Carlos Armando Romero Rodas. De estas andanzas nada sabía doña Apolonia pues a causa de sus dos trabajos carecía de tiempo para el hogar y los chicos andaban sin control o como se dice, sueltos. A principios del 44, cuando Julio solamente tenía nueve años de edad, acostumbraba vagar por las calles aledañas a su domicilio y los carabineros del cuartel vecino lo quisieron llevar preso por contravenir al toque de queda decretado para las nueve de la noche por la proximidad de las elecciones, y tuvo su madre que salir a defenderlo, haciéndole entrar a la casa a empellones, donde comprobó que del susto se había orinado los pantalones. Al finalizar la primaria su madre intentó llevarlo al Colegio Mercantil para que siguiera la carrera de contador, pero no hubo forma de convencerlo. El 29 de mayo, mientras su madre ayudaba a curar a los heridos en la Cruz Roja, Pepe y Julio visitaron las ruinas calcinadas del cuartel de los Carabineros y pudieron observar los cadáveres que estaban tendidos en las calles y en el patio interior. La impresión recibida les duraría mucho tiempo.

El 47 JJ comenzó a trabajar de ayudante de albañil en una construcción, después lo haría en la zapatería de calzado fino para mujeres del maestro Arteaga, cuyo taller estaba ubicado justo al frente de su casa, donde demostró buenas aptitudes para ese oficio. Pero se peleó con un compañero y pasó a trabajar en la zapatería del maestro Manuel Zúñiga, en Ayacucho y Chimborazo. Se cansó pronto y se empleó de charolador de muebles en el taller del maestro Luis Espinoza, también cerca de su casa. Prefería las mujeres a los deportes y los fines de semana, en lugar de ir a jugar pelota, sus amigos lo veían vacilando chiquillas, haciéndoles guardia en sus domicilios, piropeándolas al pasar.

Ese mismo año su hermano Pepe ganó un concurso radial cuyo premio era presentarse a cantar en un centro nocturno, iniciando su carrera musical. Y el retrato no estaría completo sin La Mamita, apodo con que se conocía a Rosario Castro Arteaga, dueña de un centro nocturno de cantantes y pasilleros populares, calificado por Fernando Artieda como una cantina de arroz quebrado y muro de lamentaciones. Allí concurría JJ cuando su madre lo echaba de la casa por su mal comportamiento. Llegaba a las cinco o seis de la tarde, fumaba un cigarrillo y comenzaba a cantar; la dueña del lugar lo ayudaba con cinco o diez sucres, de allí salía a dar serenatas, lo malo es que aprendió a beber.

En 1950 integraba el dúo Guayaquil con un guitarrista de apellido Díaz y concurría a los programas musicales de radio América. Estaba gordito, vestía overol azul y se hacía querer de todos por su natural simpatía. Con Pepe empezó a tomar clases de música en casa del compositor Carlos Rubira Infante y ensayó la canción “Jilguerito tráeme besos”. Ya era conocido en las radios por su hermosa y cálida voz de gorrión doméstico que narraba historias de amor y desamor, y hasta se hizo noctámbulo porque recién comenzaba a vivir a partir de las doce de la noche. Años más tarde su maestro Rubira Infante diría: “Julio y Olimpo (Cárdenas) tenían el mismo dejo, entonaciones similares que yo les enseñé cuando fueron mis alumnos, pero más de una vez tuve que regañar a JJ por su impuntualidad. En varias ocasiones le cité a las diez de la mañana y llegaba a la una de la tarde. Me cansé y le dije que se vaya donde Wacho Murillo para ver si le aguantaba eso. Pero no rompió nuestra relación y tiempo después le enseñé a cantar “Chica linda” y su carrera se encumbró”.

Los músicos de la lagartera de la calle Santa Elena, entre Aguirre y Ballén, de tanto ver a Julio entre ellos terminaron por aceptarlo como uno más del gremio. Palizas, amenazas, ruegos y lágrimas de su madre no lo conmovían, de manera que en cierta ocasión trabajó como cantante en el cabaret Puerto Rico, antro de perdición barato que quedaba en Boyacá y Piedrahita, zona peligrosísima por la cantidad de maleantes que la circundaban. Allí mantuvo amores con una prostituta y por defenderla se trompeó con el dueño de otro lenocinio que funcionaba en los bajos, de manera que tuvo que alejarse del sitio y volver a la lagartera de donde había salido.