Escena del folklore guayaquileño
Entre 1.946 y el 50 era usual observar a ciertos vendedores que se situaban en una esquina céntrica o en un parque, acompañado de dos ayudantes que se mezclaban entre el público sin que nadie se diera cuenta.
El cuentero comenzaba a gritar: Yo soy el representante de la Fountain pen U- ese – a – neivi de los Estados Unidos y he venido a demostrarles los últimos productos elaborados por esta gran fábrica transnacional (pausa necesaria para que la gente rústica pudiera digerir el mensaje) por lo tanto me voy a prestar para darles a conocer estos productos que les acabo de mencionar, de la más alta calidad, partiendo por esta peinilla de muchos usos, fabricada de carey – nácar y sirve para alisar el pelo más reacio, limpiar de piojos y liendres y en fin, para que a los calvos les salga nuevamente el pelo. Se puede arquear y doblar y no se quiebra.
El precio en el comercio local es de un sucre, pero yo por ser empleado de la empresa transnacional Fountain pen Ueseaneivi de los Estados Unidos y auspiciador de la calidad de estos productos milagrosos, la voy a vender a Uds. en la pequeña suma de veinte centavos, dinero que no hace a nadie rico, ni a nadie empobrece. Pasaré entregando a Uds. esta peinilla de alta calidad para que la aprecien. Es un regalo, no gano nada, pero quiero saber que Uds.tiene la capacidad de comprar. (esto último incitaba el amor propio de los campesinos)
Repartía las peinillas y la gente sacaba el dinero, que tomaba el cuentero, lo ponía en su otra mano y agregaba ¿Quieren decir Uds. que esta plata es mía y puedo guardarmela?
Si – contestaban los dos ayudantes y la gente seguía el son y también gritaba Si.
No señores, respondía el cuentero, yo soy el representante de la Fountain pen Ueseaneivi de los Estados Unidos y por lo tanto solamente he venido a hacer propaganda, de manera que les voy a devolver los veinte centavos que generosamente han pagado por esta milagrosa peinilla.
Devolvía las pesetas, retiraba las peinillas y continuaba gritando: Ahora les voy a presentar algo nuevo, este si de todo uso, un cepillo especial de dientes porque tiene mucho quiebre y los limpia por todos los lados. Señores no se laven los dientes con los dedos porque después les van a parecer dedos de ahogado (risas de la concurrencia) Pasaré entregando estos cepillos a las personas que tengan capacidad de pago, al módico precio de cuarenta centavos cada uno, Una ganga, un verdadero regalo A ver ¿Quién quiere uno?
Yo, yo, gritaban los ayudantes sacando al mismo tiempo el dinero, enseguida la gente los imitaba y todos querían un cepillo y entregaban la plata al cuentero, que la ponía en su mano y preguntaba. ¿Están contentos con el cepillo? Si, si, gritaban los ayudantes. ¿Quieren decir que esta plata es mía y puedo quedarmela? preguntaba alzando el dinero. – Si, Si.
No señores, ya les he dicho que no he venido a vender nada, porque soy representante de la gran firma transnacional norteamericana Fountain pen Useaneivi y por eso solo estoy mostrando sus geniales productos, así es que les devuelvo su dinero y tomo los cepillos para pasar a enseñarles en esta ocasión algo realmente asombroso, único en el mundo, maravilloso como ningún otro producto, se trata nada menos que de la mejor pluma fuente, algo inusitado, pluma que haría palidecer de envidia a los siete sabios de la Grecia si la tuvieran en sus manos.
Se trata de una pluma fuente increíble, digna de ser usada solo por los Gerentes de las más grandes compañías del mundo, pero ahora, por gracia y generosidad de la Fountain pen Useaneivi de los Estados Unidos, mi compañía como ya Uds. saben porque la represento en el Ecuador, está al alcance de todo el que quiera tenerla, lucirla y usarla.
¿Quién desea admirar esta elegantísima pluma fuente de banqueros por el módico precio, prácticamente de regalo, de tres sucres, cuando su precio oficial en las mejores tiendas de París es de cincuenta sucres?
Yo, yo, gritaban los ayudantes y el público coreaba con cara de bobo. El cuentero se relamía de gusto, dándose cuenta que había enganchado varias ventas y procedía a entregar las plumas fuentes y a cobrar tres sucres por cada una.
Entonces preguntaba levantando la mano con el dinero. ¿Les gusta la pluma? Si, Si – otra vez los ayudantes y algunas personas más ¿Quieren decir que esta plata es mía y puedo quedármela? Si, si, gritaban emocionados, mientras trataban de abrir la pluma y observar su interior.
Bueno señores, como han dicho que esta plata es mía ¿Puedo quedármela? Si, Si. Entonces me la quedo
Se producía un silencio comprometedor porque recién en ese momento los presentes se daban cuenta que había sido timados. El cuentero, rápidamente agregaba. Me la quedo gracias a Uds. la guardo en mi bolsillo y con esto me despido y me voy (Alejándose rápidamente)
No faltaba alguien que preguntara ¿I la manguerita? porque entonces las plumas fuentes se llenaban de tinta a través de una manguerita de caucho.
Uno de los ayudantes que se había quedado ex profeso comenzaba a distribuir gratuitamente las mangueritas para evitar que la gente siguiera al cuentero a reclamarle la plata, pues tres sucres por una pluma fuente fabricada en el Japón ocupado y no en los Estados Unidos, era mucho, debido a que las plumas se podían adquirir en cualquier bazar a mitad de ese valor.
Los curiosos se agolpaban para recibir sus mangueritas y hacían maniobras para colocarlas. No faltaban algunos que se prestaban para ayudar pues el asunto era asaz complicado y tras varias maniobras colocaban sus mangueritas y se disolvían, mientras el Cuentero se instalaba a dos o tres cuadras y comenzaba nuevamente sus ventas con el característico llamado.
El CHULO (Juego de suertes)
Juego guayaquileño de los años 1.940 al 50. El Suertero se situaba en cualquier esquina de barrio o en algún parque o plaza principal y comenzaba con los llamados:
Venga a ver como el indio le pega a la india
En la punta de la cococha (la cabeza)
Porque le encontró mojados
Los pelitos de la bizcocha
(los curiosos reían)
A la carga cargador
Que la lancha está vacía
Como el mico a la papaya
Como la garza al pescado
Como este que está a mi lado
Que es mi cuñado
(los curiosos volvían a reír)
No le tenga amor a la plata
Que viene el diablo y le jala la pata
(cuando alguien se alejaba del grupo)
Instalado el mantel con las figuras en juego que eran animales y objetos, el suertero hacía que los curiosos pusieran sus monedas – casi siempre pesetas que equivalían a veinte centavos de sucre – sobre el cuadrado de su preferencia. De una bolsa o a través de una ruleta con dibujos, que se hacía girar, empezaban a salir las figuras premiadas. Entonces se le daba al ganador una suma igual a su apuesta, pero cuando salía el Diablo con los siete mil cachos ganaba la banca y el suertero se quedaba con todas las apuestas que aún seguían sobre el mantel. El diablo se anunciaba de variados modos, pero siempre con mucha gracia, por ejemplo: El cachudo de tu padre (risas de los presentes)
La gracia del juego consistía en que el suertero gritara los versos picantes que a continuación se copian y que hiciera bromas de subido calibre a los apostantes. Todo era jolgorio y la gente se interesaba más en las conversaciones, en las bromas con las señoritas que pasaban cerca y en los demás detalles del juego, que en ganar propiamente dinero, pues se sobrentendía que el suertero debía ser premiado por su gracia.
Los gritos:
El Chulo (Un pájaro con el pico largo)
El chulo tira que jala
el ombligo de doña Pascuala
La calavera
La calavera de tu abuela
que en un tiempo dio candela
El Sapo
El sapito de tu ñaña
tan chiquito y cómo gana
El Perro
Celín celedonio
pariente del mismo demonio
También había otro grito para el perro
Celín se llamaba el perro
Celedonia la perrita
Y a la hijita que tuvieron
le pusieron Celenita
La Culebra
La Culebra está liverde
que entre las piernas se pierde
(de la ñaña de este) risas, bromas y empujones.
Una tijera
Tris tras
las orejas para atrás
El Barco
El Barco de alta mar,
no me hagas fracasar
porque mañana me voy a casar
con la ñaña de este (y señalaba al más bobo)
Otra vez risas y chistes de subido calibre.
El Tigre
El Tigre caripintado
que hace ganar de lado y lado
El Rey
El Rey Pepino
que mete goles argentinos
Grito que se puso de moda en l.947 cuando el sudamericano de fútbol jugado en el estado Capwell de Guayaquil que lo ganó Argentina con 13 puntos, segundo quedó Paraguay con doce y tercero Uruguay con once, luego vendría Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia.
El Diablo con los siete mil cachos
Terminaba la ronda y el suertero recogía las apuestas.