384. Al Panóptico Cantando La Marsellesa

El Dr. Manuel María Borrero en conversación personal me refirió que, ejerciendo provisionalmente la presidencia de la República, los voceros de la Asamblea Nacional Constituyente de 1938 voluntariamente le habían ofrecido su apoyo para elegirle por cuatro años Presidente, pero debido a que algunos liberales que estaban comprometidos a última hora decidieron votar por el banquero Dr. Alfredo Albornoz Tabares. por delicadeza personal decidió en altas horas de la noche del 1 de diciembre de 1938, presentar su renuncia irrevocable ante la Asamblea Nacional Constituyente indicando que lo hacía «debido a la labor solapada y anárquica de ese organismo» y negándose a continuar desempeñando la más alta función del País. Presidía la Asamblea el doctor Francisco Arízaga Luque, que en 1925 había desempeñado una de las vocalías de la Primera Junta de Gobierno Militar formada a raíz de la revolución Juliana. Hacia 1938 el doctor Arízaga Luque era uno de los más fuertes y prominentes aspirantes a la presidencia del Ecuador.

Después de numerosas consultas y afanosos palanqueos y ante las reiteradas negativas de Arízaga Luque a aceptar la presidencia de la República pues su sentido del honor se lo impedía ya que ejercía poder en la Asamblea, así eran de delicados los caballeros de antaño, se solucionó la crisis política designando al diputado y Director Supremo del Partido Liberal Radical Ecuatoriano, Dr. Aurelio Mosquera Narváez, Presidente Constitucional de la República para el período de 1938 a 1942.

Con la designación del doctor Mosquera los ecuatorianos pensaron que la tranquilidad volvería a reinar, pero estaban equivocados; pues, a escasos doce días de iniciado el nuevo régimen. Mosquera empezó a mostrarse ingrato con sus compañeros asambleístas que tan generosamente le había electo y estos le abrieron hostilidades.

El origen de la pelea entre ambos poderes habría que localizarlo en el egoísmo de Mosquera a satisfacer ciertas solicitudes de empleo que le formulaban los diputados. Su Ministro de Defensa, Galo Plaza Lasso, entonces muy joven y demasiado ambicioso, le aconsejaba asumir actitudes dictatoriales ajenas a la alta calidad de Presidente Constitucional que Mosquera detentaba y detrás de ambos estaba Arroyo del Río quien desde su bufet de abogado en Guayaquil era quien dirigía a ambos Mosquera.

A todo esto los diputados sacaron del servicio pasivo al Coronel Luis Larrea Alba ascendiéndole a General; luego removieron al teniente Alejandro Alvear de la dirección del batallón «Yaguachi», acantonado en Quito, reemplazándole con el Edecán de la Asamblea, Capitán Armendáriz, incondicional a ellos, asegurando la fidelidad de dicho cuerpo de ejército al orden constitucional del país.

En la capital los políticos más inexpertos intuían ungolpe de estado; Plaza empezó a recelar de la Asamblea y pensó que se gestaba la revolución desde el seno legislativo y así lo informó al Presidente, que aterrado ante el futuro que le esperaba, en la mañana de 13 de diciembre de 1938 habló por teléfono con el Tnte. Crnel. Efrén Aragundi Rangel, Jede del Batallón «Cayambe» acantonado en Otavalo y le pidió que marche inmediatamente sobre Quito. Recibiendo por respuesta que la unidad saldría en el momento que se lo ordene el Ministro de Defensa, orden que no se hizo esperar pues a las 2:30 de esa tarde fatídica. Plaza Lasso decidió disolver la Asamblea Nacional Constituyente, tomó el teléfono y ordenó al Tnte. Crnel. Aragundi que con el Batallón «Cayambe» entre sigilosamente en Quito.

SE MOVILIZAN LAS FUERZAS

El rumor circuló inmediatamente; estaban rotas las hostilidades y así lo comprendieron los diputados y para precaver cualquier maniobra gubernamental se retiraron a sesionar en secreto en la casa de fábrica de la Cervecería «Imperial», situada en el barrio de La Magdalena, al sur de Quito, propiedad de varios industriales alemanes y contigua al batallón Yaguachi, que los diputados tenían bajo control por medio del Capitán Armendáriz.

A las 7:30 de la noche se embarcaron en Otavalo dos de las cuatro compañías que componían el batallón «Cayambe», mas la Compañía Comando dirigida por Aragundi que era un oficial sencillote e ignorantón, inocente del crimen contra la democracia que iba a cometer, y después de cuatro horas de viaje arribaron a la capital. Inmediatamente se realizó una conferencia con Plaza, que les pidió que esperen hasta el día siguiente acantonados en el edificio que ocupaba la Escuela de Carabineros a un costado de la Plaza de Santo Domingo, en el corazón de Quito, donde durmieron los soldados en incómodos catres situados en los corredores, con excepción de una de las compañías que se había alojado provisionalmente en el Sanatorio, con el propósito táctico de defender el parque de municiones.

TANTEO DE LA ASAMBLEA

Al día siguiente, a las 7:30 de la mañana, la Asamblea envió como emisario al señor José Yépez, para que trate con Aragundi la conveniencia de plegar a la insurrección, portando al mismo tiempo la cantidad de cinco mil sucres en billetes de cien. La respuesta fue corta pero terminante «Dígale usted al señor (aquí el nombre del diputado) que de esa manera no se insulta a un jefe ni a un amigo»

Poco después se acercaron al local dos sujetos muy salados y entradores: Samuel Izquierdo nativo de Paute, y N. Montalvo, ambos militares en servicio pasivo con grado de Tenientes Coroneles, que en broma y en serio, entre otras cosas propusieron tres opciones:

1) Plegar a la insurrección de la Asamblea.

2) Defenestrar a Mosquera y proclamar una dictadura militar con el apoyo de la Asamblea.

3) Cualquier cosa, con tal de derrocar a Mosquera Narváez.

¡No hubo respuesta! Como a las once se aparecieron dos desconocidos en una camioneta de propiedad de la fábrica de licores Excelsior con la suma de nueve mil sucres, manifestándole a Aragundi que Qué más quería. A estas alturas la respuesta fue: «Dígales a los señores diputados que se van a arrepentir, que voy a solicitar que los manden al Panóptico. Con el fracaso de estos tanteos la suerte estaba echada.

SE ROMPEN LAS HOSTILIDADES

Aragundi llamó por teléfono al Presidente que se encontraba en Palacio acompañado únicamente de los Generales Chávez Santos, Ramón Patiño y Almeida Suárez, pidiéndole cuatro camiones para transportar a los diputados al Panóptico. Mosquera contestó que consultaría con Galo Plaza, a quien le tocaba decidir el asunto, tan poquita cosa era Mosquera como Presidente, que ni eso de los camiones se atrevía a decidir.

Como a las doce del día el Mayor Balda Hoyos, Edecán del Presidente, se presentó en el local de la Escuela de Carabineros entregando personalmente a Aragundi la autorización del Ministro de Defensa Nacional para disolver la Asamblea, tomar presos a los diputados y llevarlos al Panóptico en cuatro camiones marca «Mann» que lo acompañaban. De inmediato se dispuso que el Teniente Rueda con un pelotón de soldados armados con ametralladoras rodeara el local del batallón Yaguachi, afecto a la Asamblea impidiendo cualquier acción militar. El Sargento Quingalagua y una escuadra con dos ametralladoras se posesionaron del puente del Señor en La Magdalena, protegiendo al Cayambe de cualquier intento de agresión por parte del Batallón Mariscal Sucre acantonado en El Tintal, que no se sabía qué actitud asumiría al conocerse los hechos. La orden recibida por Quingalagua fue de sostener el fuego en caso necesario.

El Teniente Salamea y un pelotón escoltaron al Teniente Coronel Aragundi hasta la casa de la cervecería «Imperial», donde estaban los diputados de la Asamblea; mientras tanto, el Ministro de Defensa, Galo Plaza Lasso, acompañado del Subsecretario, Coronel Agustín Albán Borja, quedó en el local de la Escuela de Carabineros, esperando las buenas nuevas de la disolución de los asambleístas y su prisión, como simples delincuentes comunes, en el Panóptico.

EL CAYAMBE SE HACE CARGO DE LA SITUACION

Corno a la una de la tarde entró Aragundi en la cervecería Imperial y fue recibido por dos de sus propietarios, ciudadanos alemanes, que le hicieron saber que no podía ingresar por cuanto ese sitio era territorio alemán y ondeaba el pabellón de esa nación.

Aragundi, muy respetuosamente les hizo conocer que estaban equivocados, que sólo se consideraba territorio alemán en el Ecuador los locales de la Embajada y Consulados mas no las propiedades particulares de los ciudadanos de esa nación y en seguida avanzó y abrió de un empujón la puerta principal de la casa. Allí estaba el doctor Francisco Arízaga Luque quién dijo «la mesnada armada no puede disolver a la Asamblea».

-Señor, usted para mí, desde este momento, ha dejado de ser Presidente de la Asamblea y todo lo demás. Soldados, quiten el seguro de los fusiles.

El diputado Juan Rocha Mena sacó una pistola que portaba en el pecho. Aragundi le dijo: Guárdala no más, eso sólo se saca para disparar. Agregando: Todos están presos menos las mujeres empleadas de Secretaría.

Aquí se armó Troya. Todos hablaban al mismo tiempo y algunos se escabulleron por los sitios menos imaginables. Los soldados hacían esfuerzos por imponer el orden sin disparar; en esto, el diputado Machuca, ex mayor del ejército, que era inválido y usaba silla de ruedas, sacó una pistola para disparar pero fue interceptado por el Cabo N. Castel que se la arrebató.

Aragundi exclamó: Devuélvasela inmediatamente, y dirigiéndose a los soldados gritó: Los amanuenses también van presos, por cómplices. En su tontería se pensaba un Napoleón triunfador en la célebre  batalla de Austerlitz, cuando solo era un ínfimo peón en el tablero manejado por Arroyo y Plaza.

Numerosos periodistas, que como simples curiosos estaban presentes, al ser empujados junto a los diputados, quisieron hacer valer sus prerrogativas; pero eran tantos que encolerizaron al jefe del Cayambe, que dijo: – Si son periodistas, que sus periódicos los saquen de prisión mañana. También van. Y fueron presos, igual que si hubieran sido diputados de la Asamblea. Con lo que vale opinar que toda profesión y oficio tiene sus bemoles y no hay cascarón que no se rompa.

Volviéndose Aragundi al Teniente Rueda, le dijo a gritos: Haga la lista de presos; cuando oyó que el diputado Alfredo Pareja Diez Canseco le impetraba: Oiga Aragundi, que nos traten con consideración, refiriéndose a un empujón que había recibido del Cabo Castel.

Aragundi sableó a Castel y este solo atinó a decir: Pero, si es que el diputado me dijo al oído: No sea tonto Castel, mételo preso a Aragundi, que yo te apoyo.

– No le he pedido que me discursee, terminó Aragundi, dándole las espaldas al sorprendido Cabo, con calculada ingratitud que horas después terminó en abrazos.

Y así las cosas, salieron todos de la cervecería, encontrándose con la sorpresa que los camiones habían partido a Quito, por miedo de los choferes a ser victimados en una posible refriega. Hubo que esperar otros y como a los diez minutos pasaron varios de los usados para el reparto de la leche. En ellos se embarcó a los diputados de la Asamblea, que partieron abrazados cantando a voz en cuello las inmortales notas de la Marsellesa iVive la France!

EPILOGO EN BROMA

Se me olvidaba referir que tomar presos a los diputados fue una labor más ardua de lo que muchos pueden suponer, porque no todos marcharon al Panóptico de frente con altivez y donaire corno lo hizo Arízaga Luque y unos cuantos más. Algunos, por el contrario, estaban tan bien escondidos que se necesitó maña y perspicacia para encontrarlos. Un honorable fue hallado debajo de la cama del dormitorio del segundo piso muy acurrucadito. ¡Parecía gato con frío! Otro estaba dentro de un armario de un cuarto aledaño, al que pudo meterse por ser delgadito como un galgo. Un tercero fue hallado mientras escalaba el techo para tomar impulso y dar un salto mortal sobre la tapia de una propiedad vecina y quién creyera, hasta se dio el caso de un honorable, de baja estatura por supuesto, que, levantando la tapa del piano de cola de la casa, había introducido su pequeña humanidad en el instrumento musical, creyendo que así burlaría a la tropa, escapando de su destino de héroe.

En fin, no se les puede culpar, porque en tiempo de revolución, como bien lo dijo el Comandante Tobías Rumbea Plaza ¿Quién se fija en bocacalles?

Varios Diputados amigos de Aragundi fueron invitados por este para que se fueran tranquilamente a sus casas, en honor a la amistad que tenían, pero por honor prefirieron acompañar a los demás, con lo que se repitió el adagio: «El que está en las maduras, está en las duras» ¿Sus nombres? Doctor Juan Genaro Jaramillo, Teniente Coronel Zavala y Coronel Binelli.

El Presidente de la Asamblea Francisco Arízaga Luque había sido bedel de Aragundi en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y parece que se tenían mutua estimación, por lo que este lo invitó a que lo acompañara en un automóvil para llevarlo al Panóptico con todas las consideraciones del caso; mas Arízaga le agradeció indicando que prefería ir en camión lechero con sus compañeros de Cámara y porque además tenía recelos de que le mataran en el camino.

El Presidente Mosquera – portándose como un felón – no tuvo el menor empacho en felicitar personalmente al héroe del drama y poco después hasta le condecoró. Por su parte el Ministro de Defensa (el ultradenmócrata Galo Plaza Lasso) campechanamente se limitó a decirle: Te felicito, loco, has hecho bien.

Muchos papeles se requisaron en la cervecería entregando todos al Presidente. Por ellos se supo que la Asamblea ya tenía redactado el manifiesto de destitución de Mosquera Narváez, acusándole de «actitudes antipatrióticas y nefastas al País».

FIN DE UNA EPOCA DE CRISIS

El 39 se convocó a un Congreso y al poco tiempo moría en Quito el Mosquera Narváez suicidado con el veneno de la receta tóxica que mandó a preparar en una botica cercana al Palacio. El Parte Oficial dijo en cambio que su muerte fue provocada por una afección a los riñones, pero las gentes comentaban que fue suicidio por un potente veneno a causa de un asunto de faldas que lesionaba seiamente su honor.

Mosquera Narváez era médico y mandó a preparar una receta a una botica cercana al Palacios. El boticario le indicó que se había equivocado en las dosis porque esas cantidades constituían veneno. El presidente contestó que le preparen no más, que él sabía lo que hacía. Total, se tomó el veneno y duró tres días inconciente con los riñones tapados, dando tiempo al Dr. Arroyo del Río para que viaje a la capital y asuma el poder. Se dijo entonces que el suicidio se debió a una violentísima depresión pues había sorprendido a uno de sus jóvenes edecanes en el dormitorio presidenclal.

Ascendía a la Presidencia el doctor Carlos Alberto Arroyo del Río, presidente del Congreso, quien convocó a elecciones para 1940 y como quería lanzar su candidatura llamó al presidente de la Cámara de Diputados Dr. Andrés F. Córdova, quien las realizó fraudulentamente y encargó el mando al doctor Julio E. Moreno, que lo traspasó al doctor Carlos Alberto Arroyo del Río, electo en esos discutidos comicios.

 (1) El Tnte. Crnel. Efrén Aragundi Rangel era un militar bastante rústico por su escasísima cultura, al tiempo que pasaba por ser un buen hombre; en 1938 se prestó torpemente para satisfacer ambiciones rastreras y apetitos dictatoriales de Mosquera, Plaza y unos cuantos más. Fue el tonto útil del momento y treinta años después aun se pavoneaba de su absurda hazaña contándola en Guayaquil sin la menor vergüenza, como si hubiera sido una gracia y no el delito estúpido que en realidad fue.  Nota del autor.