345. En París Con Alfredo Gangotena

En septiembre las últimas lilas se deshojan en brumas. En París se observan los primeros paraguas, la gente vuelve a caminar de prisa por los boulevares. Estamos en 1923, nuestro paisano Alfredo Gangotena sufre por su salud delicada. Recién tiene tres años en Francia, vive con su familia, estudia ingeniería y es hemofílico crónico. Las largas noches de vigilia gastadas en pensar en la muerte le han madurado temprano. Acaba de publicar sus primeras creaciones poéticas en lengua francesa. Siempre se sintió mas europeo que americano, su acento tiene sones metálicos, su voz parece sacudida por “una tempestad secreta”. Es un poeta atormentado, así debe ser ¡Es la época!

Nacido en Quito en abril de 1904, viajó con los suyos a París en 1920 y allí se graduó de bachiller en el liceo Duvignon de Larnou. Siguió arquitectura en la Escuela de Bellas Artes, pero luego cambió de idea y estudió Ingeniería en la de Minas de Francia. De esta época hacia 1923, son sus primeros poemas nacidos al rescoldo de moldes modernistas en los que se advierte una fuerza interior nueva traducida en hermosísimas metáforas: Fragmento. // con la mirada humilde de los recuerdos, / contra los golpes de los asesinos / fresca dama, / protegeré vuestros senos. //

También publica en la revista “Intentions” que dirige Pierre – André May y forma parte de un grupo de intelectuales de primerísima magnitud entre los cuales sobresalen Marcel Proust, Jean Cocteau, Valery Larbaud, Max Jacob y Andrés Salmón. En 1924 colabora en “Philosophies” – revista de una nueva generación que marcha hacia algo” – pero ellos no lo sabían aún, fundada por Pierre Morhange, discípulo de Henry Bergson y entonces Gangotena escribe su poema “L Homme de Truxillo” que marca su definitiva entrada a una temprana madurez poética y filosófica, dejando a un lado su religiosidad inicial ahora transformada en misticismo y en canto a la América exótica y lejana, que atisba más que conoce.

Ese año visita Toledo y se admira con los cuadros del Greco. En 1925 su amigo y futuro cuñado Andrés Pardiac de Monlezun le presenta al pintor y poeta Henri Michaux, nacido en Bélgica, que ejercerá sobre Gangotena una marcada influencia. En 1927 vienen ambos al Ecuador en un viaje de un año que constituye un desencanto. Gangotena se hastía en Quito y aumenta su manía depresiva. Michaux escribe un diario que publica por entregas en la “Nouvelle revie francaise” y sale en libro en 1929. El diario es altamente ofensivo para la mentalidad burguesa del momento, contiene pasajes muy tristes sobre nuestras comarcas y sus gentes, pobres y atrasadas, sin destino ni futuro. Michaux no se impresiona con el exotismo de nuestras montañas que tanto fascinaron a otros viajeros franceses en el siglo XIX como Humboldt, más bien se asquea del mundo exterior y califica al viaje de “una pifia”; cree que no se ha hecho un hombre mejor, sino tan solamente mundano.                      

Mientras tanto el 22 de marzo de 1928 aparecía en París, en la colección “Una obra, un retrato”, el primer libro de poemas de Gangotena titulado “Orogenie” o la formación de las montañas, con la marcada influencia fatalista impresa por su enfermedad. Al final, ambos – Gangotena y Michaux – terminan por volver a Francia donde Gangotena tiene a su madre y hermanas y Michaux sus ocupaciones. En 1932 está nuevamente en Quito; esta vez solo, cansado y presintiendo males. Le agobia la enfermedad y la espera de sus últimos momentos se le hace insufrible, sólo cuenta veintiocho años de edad. En Quito publica un segundo poemario titulado “Absence” también en francés y en tirada de solo seis cientos ejemplares. ¿Para qué más? Casi nadie lee en francés y como no se venden tiene que enviar casi todos a París donde aún deben estar en bibliotecas, bohardillas y desvanes, como oro en polvo, como joyas bibliográficas.

En “Absence” Gangotena saluda a su tierra, a todas las tierras del mundo, / Heme aquí’, tierra intratable, / heme aquí de regreso de los sueños / ¡Oh tierra, a ti me anuncio / Y mi palabra vindicativa, / hinchada de savia de adormideras, / mi palabra te mancha, te dice: / Yo te aborrezco solemnemente. //

No se le puede pedir más a un poeta, primero su brutal declaración de una posible morfinomanía y luego un desprecio total por el medio ambiente estólido y vulgar de su época, que vive la peor depresión económica del siglo y comienza a presenciar el surgimiento de los ismos en Europa y agrega / Mundo inútil / Y mi ciencia inhumana no está en medida de otorgar / el repente a las desazones que resistió. //

En 1938 “Absence” se publicó nuevamente incorporada al poemario “Nuit”, en los “Cuadernos de los poetas católicos”, de Bruselas, con un sentido homenaje de Jules Supervielle.

En abril de 1940 Gangotena editó su tercer y último poemario, esta vez apareció en idioma español con el título de “Tempestad Secreta” y en solo trescientos cincuenta ejemplares, muchos de los cuales se perdieron al morir el poeta el 23 de diciembre de 1944, envejecido y sin aliento aunque de sólo cuarenta años. En “Tempestad Secreta” vivió una anticipación de su muerte en terrores y paroxismos, revelándose contra ellos.

No fue ni francés ni ecuatoriano, amó mucho a Europa y su cultura y ejerció notabilísima influencia entre nosotros a través de la imposición de nuevas formas de lenguajes que fue el primero en tentar.