En 1.921 Benjamín Carrión llevó a Loja la amable costumbre de los Juegos Florales, “se eligió una hermosa reina. Intervinieron numerosos universitarios. El joven Pablo Palacio que solo contaba quince años de edad, fue el único colegial y presentó su cuento autobiográfico “El Huerfanito” mereciendo un Accésit, pero llegado el momento de ir a recoger unas rosas de la reina y de leerlo, no quiso arrodillarse frente a ella en el proscenio y delante del público, como era de rigor, armándose un alboroto porque alguien entró y le quiso obligar y en el forcejeo el joven salió corriendo.
En 1.925 se graduó de Bachiller, pasó a Quito protegido de su tío que le mantenía desde Loja, se matriculó en la facultad de jurisprudencia, ingresó a la “Sociedad de Amigos de Montalvo” pero su espíritu inquieto y sarcástico lo hizo retirar con una renuncia de fino contenido humorístico, donde se despedía de los cófrades diciendo: En fin de cuentas no me considero amigo de Montalvo y esto dicho a más de medio siglo de la muerte del escritor en París, sonaba a burla.
En 1.926 ingresó al recién fundado partido Socialista. En enero del 27 apareció su libro de cuentos titulado “Un hombre muerto a puntapiés” conteniendo también los siguientes textos: “El Antropófago”, “Brujerías”, “Las Mujeres miran las estrellas”, “Luz Lateral”, “La doble y única mujer”, “El Cuento”, “Señora” y “Relato de la muy sensible desgracia acaecida en la persona del joven Z.” En la doble y única mujer hace ciencia ficción por primera vez en el siglo XX en el país, cuando trata sobre una siamesa que reflexiona sobre su cuerpo y su naturaleza monstruosa a través de sus dos cabezas.
Famoso en medio del escándalo de sus lectores, que se sintieron heridos por las absurdas situaciones narradas. Su tío, al conocer el título, “tuvo la espantosa impresión que su sobrino había cometido un crimen atroz y desde esa época se iniciaron las serias divergencias de criterio que terminaría por distanciarlos definitivamente.
Esta primera producción fue calificada de pirandelista, por el estilo del célebre escritor italiano Luigi Pirandelo, Premio Nobel en 1.934, que preconizaba un escepticismo radical, anti romántico por sus ironías y desesperanzas. Sus personajes son seres con problemas de identidad por la inaprensible realidad y la locura, pero que al hallarla por sí mismos, descubren que son fenómenos inestables e inexplicables. Así, los personajes de Palacio, también son seres comunes, inestables, problemáticos, con anodinas y vulgares pasiones que solo despiertan vergüenza y pena.
Casi enseguida salió “Débora” – considerada su segunda novela, iniciada y concluida ese mismo año 27 y cuenta cómo Débora arroja fuera de sí a su amante el Teniente, “para que seas la befa de los unos y la melancolía de los otros”. El Teniente es el personaje central, burgués con pujos de arribismo, digno más bien de pena pues es un sujeto mediocre en todo, acomplejado y pendejo. Por eso los escritores de izquierda le declararon la guerra, pues no escribía de conformidad con las normas el realismo social que ellos preconizaban como medio para cambiar la mentalidad del país.
En 1.931 se graduó de abogado y doctor en Jurisprudencia, había terminado una segunda novela “Vida del Ahorcado” con la muerte de su vecino de cuarto, el estudiante tuberculoso César Alberto Bermeo, que próximo a graduarse murió repentinamente una noche, asfixiado por un vomito de sangre.
Bien construida, fue un testimonio muy personal, que buscaba el descrédito de las realidades presentes, a medias admirativo a medias repelente, que invitaba a sentir asco por la verdad de entonces. Este relato constituyó su último libro. De allí en adelante se dedicó al ejercicio de la profesión y a la cátedra, escribiendo esporádicamente para el Diario El Día sobre temas varios. Fue, pues, un literato de escasa producción, aunque de innegable madurez y belleza.
El 37, tras un largo enamoramiento contrajo matrimonio con Carmita Palacios Cevallos, “la reina del mundo intelectual capitalino, escultora y escultura como la describió su amigo el escritor José de la Cuadra y construyeron una hermosa casa en el norte de la ciudad.
El 39 debido a un tipo de comportamiento algo extraño e incoherente solicitó que se le interne en el hospital Eugenio Espejo y practiquen exámenes y hasta fue sometido a un tratamiento, pero empezó a quejarse de trastornos estomacales y “fue a las playas de Salinas a disfrutar de una temporada de reposo. Volvió bronceado, aparentemente rebosando salud.”
Tras las vacaciones en el mar le volvieron a suceder las cosas raras que asombraban a sus amigos: fugas, amnesias repentinas, desaparición de palabras que le cortaban las frases, distracciones prolongadas, ausencias en las que la realidad circundante se le escamoteaba y nerviosidad, irritabilidad inmotivada, mucha intranquilidad, todo lo que él jamás había sido.
Su esposa le mantuvo algunos meses en la clínica psiquiátrica del Dr. Julio Endara hasta que buscando mejor clima y la atención externa del famoso psiquiatra Dr. Carlos Ayala Cabanilla, lo trasladó el 42 a Guayaquil y habitaron una pobre casita de caña situada en la esquina de 9 de octubre y Carchi propiedad de Maruja Cucalón Concha, parienta de Carmita, que no les cobraba.
Con el tiempo la enfermedad fue agravándose con largos periodos de abulia seguidos de otros de violencia y se volvió peligroso. El 45 fue internado en la clínica Ayala Cabanilla al sur de Guayaquil, donde ella prestó sus servicios como enfermera para cubrir el costo de un tratamiento que duró más de un año.
I de la Clínica fue ingresado al manicomio, pero la parálisis avanzó hasta los intestinos y estuvo en el Hospital General. El martes 7 de enero de 1.947 el Dr. Dionisio Espinosa Vega le sometió a una operación urgente de oclusión, de la que no pudo recuperarse y falleció a las doce del día, de casi cuarenta y un años de edad y casi diez de enfermedad.