308. Día Mundial De Los Trabajadores

Con el advenimiento de la revolución industrial a partir del invento de los motores a vapor se empezó a sustituir la mano de obra artesanal por otra obrera especializada. Las grandes ciudades de Europa y los Estados Unidos vieron el crecimiento de una inmensa clase proletaria que se debatía en la más absoluta pobreza y a niños realizando labores impropias de sU edad. 

Pronto surgieron voces de protesta exigiendo reivindicaciones, el aumento de los escuálidos salarios, el establecimiento de la jornada de ocho horas para el trabajo, ocho para el sueño y ocho para el hogar.

La mayoría de los obreros empezaron a unirse en filiales que en el siglo XIX eran lideradas por elementos socialistas y anarquistas. En 1.884 la American Federation de los EE. UU exigió la jornada de ocho horas. El 1 de mayo del 86 sus 200.000 afiliados declararon la huelga en Chicago. El día 2 la policía disolvió una manifestación de 50.000 obrero El 3 se enfrentaron los huelguistas a los rompehuelgas contratados por la parte patronal, se produjo una pelea campal, Intervino la policía, hubo 6 muertos y varias docenas de heridos. El periodista Adolf Fischer del diario Arbeiter Zeitung redactó una Proclama impresa en 25.000 volantes que comenzaba así “Trabajadores, la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica Mc Cormik se fusiló a los obreros. Su sangre pide venganza y convocaba a un acto de protesta para el día siguiente 4 de mayo en la plaza Haymarket a las 7 y media de la noche.   El Alcalde Harrison otorgó el permiso.

20.000 trabajadores se congregaron a la hora señalada, pero explotó una bomba entre los 180 policías que custodiaban el acto matando a uno y dejando varios heridos. Entonces se multiplicaron los disparos a quema ropa contra la multitud, el número de obreros “fusilados” fue incontable. Al día siguiente las autoridades declararon el estado de sitio y comenzó la cacería de miles de trabajadores y dirigentes sindicales acusados de socialistas y anarquistas pues se pensó que la bomba había sido arrojada por algún obrero anarco – sindicalista de los muchos que trabajaban en Chicago. Los prisioneros eran torturados, otros fueron despedidos de las fábricas acusados de complicidad en el asesinato del policía.

El día 21 de junio se inició un Juicio contra los líderes del movimiento obrero de Chicago, 3 de los cuales fueron condenados a largas penas de prisión (Samuel Fielden inglés, cadena perpetua. Oscar Neebe, americano, quince años. Michael Schwab, alemán, cadena perpetua) y   5 a ser ahorcados casi enseguida, el 11 de noviembre (George Engel, alemán. Adolf Fischer, alemán. Albert Parsons, americano. August Spies, alemán. Louis Lingg, alemán, se suicidó dentro de su celda pocos momentos antes de la ejecución fumando un cigarrillo que contenía dinamita y voló en pedazos)

Por esos días residía en Chicago el ilustre patriota cubano José Martí que nos ha referido el suplicio de los dirigentes obreros: Los cuatro salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro. Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el de Parsons. Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita “La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera decir yo ahora.” Les bajan las capuchas, luego de una seña, un ruido, la trampa cede y los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable.

Con el juicio se quiso castigar al movimiento anarquista internacional, la mayoría de los enjuiciados eran inmigrantes intelectuales pobres (alemanes, rusos, italianos, irlandeses, españoles, polacos y profesaban esa ideología política)

Mas, el levantamiento obrero de Chicago fue de tal proporción que obligó   a los sectores patronales norteamericanos a otorgar la jornada de ocho horas diarias a varios cientos de miles de sus trabajadores, impulsando a los obreros indiferentes a afiliarse a las organizaciones sindicales.

En 1.889 el Congreso Mundial Obrero de Paris declaró al 1 de mayo como día Universal del Trabajo. Federico Engels en la edición de 1.890 del Manifiesto Comunista lamentó que no estuviera vivo Carlos Marx para festejar este triunfo del proletariado.