El primer levantamiento liberal ocurrido en protesta por la venta de la bandera se realizó en Milagro, acaudillándolo Pedro J. Montero (a) El tigre de Bulubulo y Enrique Valdés Concha, que se apoderaron de las estaciones de ferrocarril y del telégrafo y dejaron incomunicada a Guayaquil con el interior de la República. El mismo día 12 de Febrero de 1895, otro grupo de revoltosos atacó Daule, sin éxito, muriendo en la acción Gabriel Urbina Jado, hijo del ex presidente José María Urbina.
En Quito los conservadores conspiraban abiertamente para entregar el poder al Dr. Camilo Ponce Ortiz pero nose atrevían a iniciar una revolución. Alfaro estaba desterrado en Nicaragua gozando de la protección de su amigo personal el presidente Zelaya y decidió intervenir en los sucesos ecuatorianos, comisionando a un joven elemento liberal de gran valor llamado Plutarco Bowen, de no más de veinte y cuatro años, que había actuado como guerrillero en Honduras contra la dictadura conservadora de esa república. En la fecha que Alfaro le escribió Bowen estaba en New Orleans de vacaciones, que suspendió para responder al llamado de la Patria.
GENERAL A LOS 24 AÑOS
Bowen era un liberal nativo de Santa Ana en Manabí, de patriotismo grande, corazón generoso, familia adinerada y muy varonil en sus gestos aunque de instrucción escasa como lo prueba su correspondencia, una de cuyas cartas – tomada de la biografía de Alfaro por Wilfrido Loor – transcribo para conocimiento público, guardando la ortografía original // Tengo un año de campaña, me he distinguido de todo, en valor y puericia no obstante mi conducta sin ribal; yo he sido el alma de la revolución de Honduras y en quien tienen todas sus esperanzas. Pienso continuar hasta mi predestinado fin, que es el más grandioso del mundo, libertar a mi Patria … Seguiré sus huellas para llamarme su discípulo. //
En Panamá se encontró con José de Lapierre redactor de El Cordero y Luciano Coral, propietario de El diario de Avisos desterrados por el Gobernador del Guayas por escribir contra el régimen, con ellos conversó largamente y continuó al Ecuador, arribando de incógnito, se hospedó por algunos días casa de la ñata Gamarra y pasó a Manabí.
El 28 de Abril ya tenía gente en armas, lanzó una Proclama, atacó heroicamente Babahoyo, fue herido en un brazo y rechazado por la guarnición, tomó el camino de Guaranda con sesenta hombres. El 24 de Mayo entró sin disparar a esa población y lanzó otra proclama incitando a los demás pueblos de Ecuador a la revolución armada. Riobamba, Alausí y Ambato se alzaron. Bowen ayudó económicamente a esas poblaciones y ya estaba hecha la revolución. Todo en dos meses solamente. Por algo el propio Bowen se calificaba de predestinado. De él se cuenta que era tanto su arrojo, que en las batallas hacía esfuerzos inauditos para morir o vencer, por lo que sus soldados lo adoraban.
Un testigo de la época lo describió de la siguiente manera; más bien bajo que alto, delgado y apuesto, de cuerpo fibroso y contextura musculada, siempre miraba profundamente, con ojos penetrantes y negros. El cabello le caía en rizos ensortijados sobre la frente y su andar era firme. Todo en él reflejaba nobles maneras y porte marcial.
LA ENTRADA TRIUNFAL
En el puerto las cosas mejoraban para la causa liberal. El 5 de Junio los padres de familia firmaron una acta que fue escrita por el Doctor Luis Felipe Carbo y nombraron Jefe Civil y Militar a Ignacio Robles Santistevan, que llamó de inmediato a Bowen, a la sazón en Babahoyo. A las dos de la mañana del 8 de junio, a escasos tres días de la revolución, Bowen embarcó el grueso del batallón de guerrilleros liberales con dirección a Guayaquil.
A las doce del día llegó y fue recibido apoteósicamente por los jóvenes liberales que lo subieron en un coche descubierto y se sentó al lado del Dr. Francisco Martínez Aguirre. Estaba tímido y desmañado informa un testigo presencial, vestía modestamente y saludaba a todos por igual, sin distinción de clase.
En el trayecto saludó con Ignacio Robles y por la calle Aguirre siguió su marcha triunfal hasta Pedro Carbo y de allí al Astillero; hospedándose nuevamente en casa de la familia Hidalgo Gamarra, propietaria de una villa urbana con media manzana de terreno, que daba a dos calles.
De inmediato asumió el mando militar, elevó a Generales a Hipólito Moncayo y a José Miguel Treviño y decidió iniciar campaña contra la Sierra. Julio Andrade trató de convencerle de lo inútil de una acción armada inmediata pero no lo logró, entonces dio las quejas a Robles y este envió un telegrama a Alfaro, que respondió anunciando su viaje. Bowen se enteró de la llegada del caudillo y más pudo en él la ambición, intentando proclamarse dictador con el apoyo de los soldados del cuartel de Artillería, que no lo secundaron por lo que su situación se tornó bastante delicada en Guayaquil y tuvo que contentarse con un segundo plano, detrás del Viejo Luchador a pesar del éxito de su entrada triunfal de pocos días antes.
ALFARO ARRIBA A GUAYAQUIL
El 18 de junio de 1895 Alfaro arribó en el vapor Pentaur desde Nicaragua. Ese mismo día el General Reinaldo Flores Jijón, que aún permanecía en el puerto, se embarcó clandestinamente al Perú, temiendo por su vida. El pueblo salió a las calles y gritó como pocas veces se ha oído. Todo fue alegría y felicidad, había llegado el héroe del liberalismo; hombre robusto, de cincuenta y tres años de edad, cabello blanco cortado casi al rape, frente ancha, nariz y boca gruesas, ojos vivos que hablaban por sí solos, bigote y perilla anacrónica a lo Napoleón III y vistiendo una levita de casimir con chaleco blanco de seda y corbata de lazo fino. Su bastón de mangle y puño de oro con iniciales, igual su leontina que cae del chaleco. Un vistoso jipijapa adornado con cintas de colores le sirve para saludar a las damas que lanzan rosas rojas. Así era Alfaro en 1895 bastante mestizo, entre indio y blanco por ser su padre español.
No habló en la gobernación porque jamás fue orador, pero hizo que otros tomaran la palabra por él; Luis Felipe Carbo, Francisco Falques Ampuero, José Luis Tamayo, José María Chávez y Camilo Octavio Andrade. Todos dieron vivas a la libertad.
Esa tarde recibió coronas de pepas de chaquira de muchos colores, que le enviaron las principales familias del puerto en señal de saludo, para que las tuviera una semana y las devolviera como era de protocolo en esos casos ¡Qué costumbre más rara!
Alfaro aprovechó la oportunidad y envió una muy grande al convento de San Francisco, en homenaje al Corazón de Jesús, cuya fiesta se celebraba pomposamente el 21 de Junio.
A la noche siguiente, 19 de junio, Ignacio Robles le colocó la banda presidencial en nombre del pueblo guayaquileño. El gabinete se compuso con Luis Felipe Carbo y Amador en el Ministerio del Interior y Relaciones Exteriores; Lizardo García Sorroza en Hacienda y Obras Públicas; Cornelio Escipión Vernaza Carbo, en Guerra y Marina; continuando Ignacio Robles de Jefe Civil y Militar de la Plaza de Guayaquil que equivalía a Gobernador del Guayas, y las tres divisiones militares se repartieron de la siguiente manera: al General Plutarco Bowen la Comandancia de la primera; al General Francisco Hipólito Moncayo la segunda; y al Coronel Enrique Avellán Usubillaga, mejor conocido como El Diablo porque le gustaba enamorar a las mujeres y se las llevaba consigo, la tercera. La batalla final se perfilaba apocas semanas y había que afrontar los efectivos contra el ejército del General José María Sarasti que aguardaba pacientemente en el camino que conduce a Quito.
LOS AMORES DE ANTAÑO
Por esos días Plutarco Bowen había olvidado los vaivenes de la política y visitaba reiteradamente la casa del pudiente comerciante Ángel Monteverde Bonín, natural de Cova di Lavagna en la Liguria italiana, padre de una numerosa familia del puerto, tradicional enemiga del ex Gobernador Plácido Caamaño.
El asunto se había originado en 1887 cuando el entonces Presidente de la República Caamaño, en represalia contra el guerrillero Chapulo José Monteverde Romero, que combatía denodadamente en el litoral contra su gobierno, había hecho varar en plena ría la goleta de gran calado La Guayaquileña propiedad de los Monteverde, que hacía frecuentes viajes a China y Japón, cargada de cacao y arroz, regresando con objetos preciosos de porcelana, jade, marfil y perlas. Eso motivó que se iniciara una guerra sorda pero efectiva entre los Monteverde y el régimen. En 1895, si se quería a alguien liberal, había que ir directo donde los Monteverde, que vivían en una lujosa casa en Sucre entre Pichincha y Pedro Carbo, en cuyos bajos funcionaba la fábrica de hielo, también propiedad de ellos.
Entonces Bowen enamoró de la joven Mercedes Monteverde Romero, que era una real belleza de veinte años, a quien había visto asomada cuando entró triunfalmente a Guayaquil días antes. Ni corto ni perezoso se la hizo presentar y habiendo sido aceptado en ese hogar no faltaba a las tertulias diarias, quedándose a cenar con la familia. Mercedes tenía una lora que todo el tiempo repetiría: Mercedita y el General Bowen. Días después cuando fue a combatir en la sierra junto con José Monteverde Romero, parece que se enamoró de otra damita en Riobamba y como enseguida tuvo que salir a Centroamérica ya no se volvieron a ver más.
EL BAUTIZO DE LAS ESPADAS
Después de la Batalla de Gatazo y la toma de Quito, algunos jóvenes liberales regresaron a Guayaquil a celebrar el triunfo. Cinco de ellos fueron a visitar a Antonio Elizalde Nájera, que vivía frente a la Iglesia de San Francisco, donde funcionó después la imprenta de Editorial El Mundo. El objeto de la visita era solicitar la casa para celebrar el solemne bautizo de las espadas de cinco combatientes: Enrique Valdez Concha, Enrique Roca Marcos, Plutarco Bowen, Nicolás Fuentes y Enrique Marriott Vallejo. El deseo fue concedido y durante tres noches se bailó alegremente a los acordes de la banda de música del cuartel de Artillería, que Alfaro había prestado para las fiestas.
En esa ocasión brilló por su gran belleza una de las hijas de los dueños de casa llamada Victoria Elizalde Luque de quien dijo en cierta ocasión un romántico poeta cuencano: // Una sola vez la vi, / pocas veces hace Dios cosas tan bellas! //
Lamentablemente tan hermosa joven falleció de vinte y dos años, después de tres semanas de enfermedad y a consecuencia de una fiebre tifoidea. Con tal motivo el poeta Miguel Valverde compuso los siguientes versos a su amigo Antonio Elizalde, padre de la de cesada: // Llórala amigo Antonio: / tu Victoria dejó la tierra / y ascendió a la gloria / de otras esferas / altas y lejanas; / porque ella estuvo / en extranjero suelo, / porque son las estrellas / sus hermanas / y está con sus hermanas / en el cielo. //
A casa de Antonio Elizalde concurrían algunos liberales de los más activos de la ciudad. Mi abuelo el Dr. Federico Pérez Aspiazu, que era vecino, tomaba allí el desayuno infaltablemente. Alberto Reyna Guzmán, Pepe Lapierre Cucalón, Miguel Valverde Letamendi, Nicolás Augusto González Tola y Federico Reynel que trajinaban al lado en El Diario de Avisos e iban por las noches después del trabajo y todos conspiraban alegremente con Efrén Aspiazu Sedeño y Luis Felipe Carbo Amador. El dueño de casa era hombre de medios económicos por ser propietario de la Hacienda El Recreo y mandaba a ver al Salón de Mario Maulme, igualmente vecino, pastas, licores, helados de nieve del Chimborazo y otras ricuras; así pues, las reuniones eran sostenidas y amenizadas con bocaditos y alegres buches.
De todo eso solo queda el recuerdo ya que hasta las espadas han desaparecido con el transcurso del tiempo.