232. Gotas De Sangre Catalana

Los Puig Mir, hijos del Capitán Juan Puig Carrau y de su esposa María Mir y Borotau, antecesores de una parte de la familia Puig de Guayaquil,  eran oriundos de la villa de San Juan de Vilazar situada en la costa  catalana al noreste de España. A  mediados del siglo XIX arribaron cuatro de ellos a Guayaquil: Juan, Pedro, Jaime y Miguel Puig Mir y su cuñado el Capitán Eduardo Ferrés Viada.

Juan Puig Mir (1.831 – 1.876) fue Capitán de navío y alrededor de 1.852 viajó a Montevideo en un pailebot. Era un hombre fuerte, inteligente y trabajador. En Montevideo encontró a sus parientes los Carrau que residían allí desde 1.843 dedicados a la importación y distribución de vinos catalanes,  realizó labores de cabotaje en el estuario del río de la Plata, luego pasó a desempeñar la gerencia de la casa de comercio de su primo Nicolás Mir en Buenos Aires y levantó fortuna, en 1.855 estaba en Valparaíso negociando con capitales propios cuando fue contratado por los dueños de la casa comercial y bancaria “Hijos de M. A. de Luzarraga” de Guayaquil para que se haga cargo de los ramos de importaciones y exportaciones. Tuvo tienda de comercio, propia en los bajs de la casa del Cabildo, levantó un capital y hasta una fábrica para moler cacao y hacer chocolate, hacia 1.860 adquirió a los herederos Roca Andrade hijos del ex Presidente Vicente Ramón Roca  varias propiedades en Babahoyo y formó las haciendas Guadalupe, San Pablo y La Ventura en la zona que entonces llamaban del Palmar y en el sitio Cacharí se hizo cargo de un primitivo trapiche frente al río Changuil, que funcionaba desde la época de los anteriores propietarios, trabajado por mano esclava.

En tan recóndito sitio imaginó un imperio, desbrozando la selva e instalando un astillero para dotar al río Babahoyo y a sus afluentes del servicio de transporte y cabotaje. Con tal fin construyó un muelle en Babahoyo y otro en Guayaquil,  también planificó un moderno ingenio a vapor para reemplazar al trapiche y con tal motivo pidió  la maquinaria a Inglaterra, la que arribó recién en 1.872. Era hombre verdaderamente admirable, de poderosa inteligencia, don de mando, tenaz y fuerte para el trabajo, pero al cabo de los meses, sintiéndose enfermo de fiebres intermitentes palúdicas decidió volver a Barcelona en 1.876, tras doce años de estadía en Guayaquil y allí murió prematuramente en Marzo del 1.876, de solo cuarenta y seis  años de edad, a causa de una perniciosa o lo quees lo mismo, de malaria cerebral, contraída en la jungla ecuatoriana.

Habiendo arribado a Europa situó la totalidad de su patrimonio en bancos de Londres y en Barcelona hizo buenas inversiones en acciones, casas y terrenos, incrementando aún más sus bienes. En Marzo del 69 casó con Clotilde de Abaría y de Fortuny, de una distinguida familia de Tortosa, con la que tuvo tres hijos. El tenía 38 años y ella solamente 22. En 1.871  compró al Marqués de Bellpuig una finca de 1.700 mtrs.2  en la plaza de Santa Ana No. 7 (hoy  Avenida del portal del Ángel) por la que pagó 425.000 pesetas, demolió el inmueble y tras reservar 413 mtrs.2 para el jardín construyó un edificio de varias plantas valorado en 700.000 pesetas, que habitó con los suyos en el piso principal. En marzo del 72 compró una torre situada en el municipio de Sant Gervasi con 4.000 mtrs.2 para descansar los veranos y pasó a formar parte de la Junta de Gobierno del Banco de Barcelona, poderosa institución financiera fundada en 1.844 en la capital catalana, única que tenía el privilegio de emitir papel moneda en dicha ciudad. Como sus negocios ecuatorianos habían quedado en manos de su hermano Pedro, el 73 le vendió la totalidad de sus bienes (el ingenio y los barcos) Su viuda, al cabo de seis años y medio de su muerte, contrajo nupcias con el Marqués de Llano, José de Llano Guillot, sin hijos.

En Guayaquil Juan Puig Mir fue padre de María Puig Darey quien casó con José María Carbo Aguirre, Abogado, político liberal y Gobernador del Guayas en 1.896,  de donde procede la familia Carbo Puig y alianzas.

 En 1.858 había traído al Ecuador a  su hermano Pedro Puig Mir, de solo veinte y dos años de edad,  para hacerse cargo de los negocios. Pedro  era masón, ilustrado y aventurero pero muy trabajador ayudó eficazmente a su hermano mayor, sobre todo en las rudas faenas de plantar la caña de azúcar en el Palmar. Era un español elegante y de buen porte, en unos carnavales fue mojado con agua de colores por una mulata del pueblo, a la que persiguió y castigó. En 1.871 con motivo de la enfermedad y muerte de su padre volvió a Vilazar y meses más tarde negoció con su hermano Juan, que ya se encontraba residiendo en Barcelona, la compra de los negocios en Ecuador. De regreso a Guayaquil tuvo dificultades para ingresar al puerto pues había sido denunciado como masón, al punto que el Presidente García Moreno le tenía puesto el ojo. En 1.875 de solamente treinta y ocho años, falleció sin testamento en Barcelona dejando por hija a Heleodora Puig Cañot que no pudo heredarle. De él procede en Guayaquil la extensa familia Navarro Puig y sus descendientes Amador Navarro, Navarro Terán, etc.

Ante la emergencia suscitada por su muerte, quedó su madre María Mir y Borotau de única heredera de la totalidad de sus bienes. Ya para entonces vivía en el Ecuador el Capitán Eduardo Ferrés Viada, esposo de Elvira Puig Mir, pero en España se conoció que Ferrés tenía una familia natural por estos lados, de manera que vino a Guayaquil Jaime Puig Mir y Ferrés solo estuvo poco tiempo más en el Palmar, mientras el recién llegado prosiguió los trabajos iniciados por Juan y continuados por Pedro, es decir, la siembra de caña, la instalación de los rieles del ferrocarril interior, la construcción de la casa de hacienda,  aunque también dedicó parte de su tiempo a otros menesteres y comenzó una familia.

Jaime Puig Mir había hecho su arribo a Guayaquil a principios de 1.872 tras la muerte de su padre, sin hacer caso a su madre que deseaba para él estudios de medicina en Berlín.

Ya solo en el ingenio recibió a su hermano Miguel, el último en llegar de España, estableció un inventario infravalorado y regresó a Vilazar a tratar con su madre la situación jurídica de los bienes en el Ecuador. El 25 de Mayo de 1.877 ella le hizo donación de dichos bienes  con la condición de que a la muerte de ella entregue a cada una de sus cuatro hermanas y a su hermano Miguel Puig Mir la cantidad de 60.000 pesetas, pero estas obligaciones jamás llegó a cumplirlas, quedándose para sí con toda la riqueza que habían creado en Ecuador sus hermanos Juan y Pedro.

El 73 había realizado la primera zafra con cuyas ganancias empezó a pagar las deudas contraídas por la compra de la maquinaria del ingenio. De él se cuenta que al finalizar el montaje de la maquinaria despidió a los ingenieros ingleses, la desmontó con ayuda de varios peones y la volvió a montar, dizque para aprender cómo estaban construidas y saber a la perfección  su manejo pues era habilísimo mecánico.

Poco después hizo construir varios barcos mercantes llamados el Pampero, el Puig-Mir, el Rápido y el San Pablo, que por anchos y grandes solo podían subir hasta Babahoyo pues de allí en adelante el río se estrechaba considerablemente, pero que servían admirablemente bien para el transporte de carga y pasajeros a Guayaquil y hasta avanzaban a la isla Puná, casi en mar abierto, donde no navegaban por no tener quilla. Su compañía llamó “Empresa de Vapores Nuevos”.

Don Jaime, como le decían sus conocidos, era todo un carácter, poseía facultades parasicológicas, podía desdoblarse proyectando su imagen a la distancia, tenía la vista fuerte y mataba a los canarios en sus jaulas con sólo mirarlos fijamente durante un minuto.

Inflexible en el cumplimiento del deber, de él se decía que era recto hasta la terquedad. Un día apostó con unos amigos sobre el nombre que le pondría a un barco que estaba construyendo. Uno de ellos adivinó que se llamaría San Pedro, puesto que Puig-Mir tenía otro, el San Pablo. Al verse humillado, don Jaime prefirió hundir el barco antes que dar su brazo a torcer y aceptar que había sido derrotado pues como é mismo decía: Lo español significa y es ante todo el honor. Aunque en realidad de verdad el incidente sucedió después de 1.908 cuando ya funcionaba el ferrocarril a la costa que hizo poco rentable el transporte de mercaderías a Babahoyo, que era lo fuerte del negocio y cuyo comercio había declinado tanto, que parecía un pueblo muerto.

Durante un viaje a sus haciendas se le cayeron de las alforjas que llevaba en la  montura del caballo algunos billetes y un montubio honorable de los alrededores los fue recogiendo para entregárselos. Puig-Mir le dijo: ¡No son los míos, quédatelos! ¡A mi no se me cae nada! y no hubo quien le hiciera aceptar que por descuido o accidente había perdido tales billetes.

Un díale quisieron extorsionar unos cobradores de impuestos capitaneados por un Inspector de Estancos apellidado Espinel y ordenó abrir las compuertas de melaza, que echó al río para no pagar una suma que consideraba injusta por excesiva, con el resultado que las aguas se hicieron tan turbias y densas que murieron numerosísimos peces y Puig Mir perdió varios cientos de miles. El asunto provocó grave daño ecológico en el río Babahoyo.

En otra ocasión su primo, paisano y vecino  Jaime Roldós Baleta, quien habitaba en la hacienda Barreiro frente al Ingenio de Puig Mir,  se quedó sin dinero y fue a solicitarle un préstamo. Puig Mir se lo concedió enseguida pero en moneda chica metálica y con la condición que lo llevara en la débil canoa en que había llegado y mucho se rió al ver los trabajos que pasaba Roldós al regresar a su hacienda, peligrando naufragar por el peso de las talegas.

Tenía por costumbre portar billetes nuevos y recién salidos del banco, pues decía que era de mala educación pagar con papeles sucios o ajados. Fumaba cigarros puros y se reía de sus amigotes Norero y Vignolo      quienes habían aprendido a fumar cigarrillos de envolver en Paris, propios de señoritas.

Con su esposa e hijas era espléndido en los regalos pero nada para sus nietos pues “a los niños no se les debe dar dinero”. Ignacio Villavecchia, que era su consentido y ahijado, recuerda que solo en una ocasión de niño, le dio un duro para que lo gaste en golosinas, suma nada importante en ese tiempo.

Altruista y filántropo, a las madres Marianitas de Babahoyo les obsequió siete casas de madera en el centro de esa población, para que cuenten con rentas y puedan realizar una buena labor.

Acostumbraba pasar la zafra en el Ecuador y el resto del año en Barcelona con su esposa e hijas. En 1.928 cerró el ingenio  y se instaló definitivamente en España, donde falleció el 33. No se inmutó con el advenimiento de la República española ni gustó jamás de la política, pero si amó las finanzas, siendo muy cuidadoso con sus inversiones y llegó a tener la mayor parte de las acciones de la Caja de Ahorros de Barcelona donde construyó varias casas suntuosas, de ocho y diez pisos, de mármol,  que todavía existen en poder de sus descendientes españoles.

No le gustaba hablar en catalán, dialecto que le parecía pueblerino y del servicio doméstico, de manera que  sólo lo hacía en español o en francés, pero ya de viejo y estando en Barcelona, recién llegado de unas vacaciones en Málaga, acostado en su cama a causa de  un leve resfrío, sufrió un agudo dolor al pecho, posiblemente un infarto, se sobre sentó, llamó a su esposa y murió casi de contado, diciendo «Deu meu, deu meu», que significa «Dios mío. Dios mío» en catalán.

De él se podría decir, lo que de su primo el Capitán Jaime Mir, héroe de muchas aventuras:

Jamás, jamás la avaricia

tratos falsos ni egoísmo

sumirán en el abismo

al Capitán del «Delicia» (2)

No se encuentra en él malicia

ni más deseo y afán

que proporcionar el pan

a su mujer y familia

que es su norte, su vigilia

como honrado catalán.

En Guayaquil contrajo matrimonio con Ana Bonín y Cuadrado hija del rico comerciante italiano Juan Bautista Bonino Sanguinetti y de Teresa Cuadrado Yánez. De Bonín se decía en su tiempo que era uno de los hombres más bondadosos y considerados con el prójimo. Puig Mir tuvo numerosa familia. Sobreviviendo cuatro hijos, un hombre y tres mujeres, a saber:

Rodrigo Puig-Mir y Bonín, Abogado e Industrial propietario del Ingenio San Pablo que reabrió en 1.931 y de la Nueva Cervecería del Azuay,  casado en Guayaquil con Laura Game Castro, una de las hijas del Gerente General del Banco del Ecuador, con sucesión en el Ecuador y Chile.

 Ana Puig-Mir y Bonín casada con Eugenio Sagnier y Villavecchia, María Puig-Mir y Bonín casada con Luis Villavecchia Dalhander y Lucrecia Puig-Mir y Bonín casada con José María de Pascual y Fontcuberta, todas ellas con extensa sucesión en Barcelona, sobresaliendo  Eugenio Trías Sagnier, considerado el más importante filósofo español actual, sus hermano Jorge abogado importantísimo en Madrid  y Carlos, quien acaba de fallecer en Barcelona, afamado novelista.

(1) Juan Puig Mir hizo dos testamentos en Barcelona, el primero el 72. Al año siguiente levantó un edificio con el No. 7 de la plaza Santa Ana (hoy Avenida Puerta del Angel) En mar. Era un español elegante y de buen porte, en unos carnavales fue mojado con agua de colores por una mulata del pueblo, a la que persiguió y castigó. zo había comprado una pequeña casa de campo en la calle Mayor No. 66, en el vecino pueblo de San Gervasi, en 32.500 pesetas. Sus herederos pusieron  a interés sus capitales en las casas comerciales de C. de Murrieta y Cia. y Federico Huth y Cia. ambas en Londres y con sus réditos adquirieron en el verano del 77 la casa de la Calle Carabasa No. 19 en  12.325 pesetas, el 82 otra casa en la Calle Escuderos No. 82 en 310.000 pesetas. La viuda el 85 compró en 189.013 pesetas un solar de 1.098 mtrs. 2 en el Paseo de Gracia chaflan Calle Provenza y levantó tres edificios diferentes, uno para cada uno de sus hijos llamados Juan, Clotilde y María Puig de Abaría. Con los años Clotilde llegó a ostentar el título de Condesa de Brías.

(2) El Delicia era un pailebot de  propiedad del Capitán Jaime Mir,  famoso en la extensa costa catalana por el  buen andar contra corriente y por la belleza de sus formas.