194. El Encanto De Vinces Antiguo

Yo no soy de por   aquí,

yo soy de barranco blanco;

enciendo la tierra  buena,

la   misma yuca arranco…

El Licenciado Isidro de Veinza y Mora, Clérigo de Ordenes Menores, era muy afecto a predicar la doctrina cristiana entre los indígenas de la cuenca del Guayas allá por los lejanos días de 1694, cuando la Provincia de Guayaquil contaba con doctrinas y parcialidades. Años más tarde uno de sus sobrinos estuvo entre los propietarios agrícolas que desviaron el cauce del río Baba para formar el Estero que llamó de San Lorenzo, donde se inició un pueblo conocido que pasó a ser conocido con el nombre de Vinces por deformación del apellido Veinza.

Del padre Veinza se cuenta que habiendo enceguecido a causa de una nube que le impedía captar la luz, se hacía conducir de pueblo en pueblo por un lazarillo, dando sermones y confesando a todo pecador arrepentido. Eran los días en que los sacerdotes andaban tan escasos que la llegada de uno era motivo de bautizos, comuniones, confesiones y confirmaciones. Y qué decir de las misas de difunto, letanías y rosarios. Hasta las cuarenta horas que hoy nos parecen tan comunes era materia de privilegio para determinadas ciudades, por lo que en en esto de los ritos hemos ganado con el paso de los siglos.

Un buen día llegó a Daule nuestro padre y allí quedó algún tiempo; mas, una mañana, cuando recitaba sus oraciones en la sacristía de la Iglesia, fue informado de la existencia de unos restos apolillados del que había sido un hermosísimo Cristo del Descendimiento y que para evitar la profanación yacían quemados y tirados en una trastienda, entonces sintió de pronto una súbita inspiración y pidió que lo llevaran al sitio, agachándose á  tocar los restos del Cristo chamuscado y fue tal el empeño que puso que sintió que sus ojos quedaban libres de las nubes que los empañaban, que se desprendieron de golpe, permitiéndole recobrar la vista.

Imaginen la alegría del buen predicador al poder contemplar de nuevo las cosas de la vida y cuánta no sería su gratitud para con imagen tan portentosa, que enseguida hizo restaurar, instalándola en la matriz de Daule con gran aparato y lujo … Qué teniendo cuello y mangas, todo trapito es camisa Como dice el poeta. Ese es el origen histórico del Cristo Negro o Señor de los Milagros, que hasta hoy se venera en la tierra del tabaco, los mangos y las naranjas

VINCES

Cabalgando entre huertas todo un día

llegué.  Vinces   famosa, a tu ribera

y   al verla tan florida y hechicera

dejé   escapar   un   grito de   alegría.

Lozana, cual    la   gaya   primavera

y era entonces lozana la  edad  mía,

brillabas cautivante, parecía

que un paraíso, tu áureo suelo fuera.

Juré bajo tus palmas, dulce ensueño,

en otras tierras divulgar  tu  encanto

con    patrio   amor y   júbilo infinito;

y al cumplir, tarde, el juvenil empeño

diciendo voy que no  ponderan tanto

los que te dicen un edén chiquito.

Víctor Manuel Rendón

                             Vinces, febrero 22 de 1928

CUANDO FUE PARÍS CHIQUITO

A principios del siglo XX y en la época de la pepa de oro, cuando los agricultores de la costa ni siquiera tenían que darse el trabajo de sembrar el cacao, sino únicamente cosecharlo. Vinces era el centro de una extensa zona, emporio de riquezas en nuestro litoral.

Mas, como todo pasa, vino el hongo de la monilla y la peste de la Escoba de la Bruja que acabó con las huertas de toda la comarca, finalizando una época de esplendor y derroche que aún se observa en los artesonados techos de sus casas antiguas y en las molduras de puertas y ventanas, todas finamente talladas, con cielos falsos de aluminio pintado, que simulan complicados arabescos de colores.

En las calles vinceñas se caminaba de saco y pantalón de fino dril blanco, la tostada y el bastón eran infaltables y cuando los vecinos se saludaban lo hacían en francés y con modales muy aseñorados. Aún se conserva en la Biblioteca Municipal de Vinces numerosos tomos de fina encuademación, de ediciones francesas famosas, producto de generosas donaciones. Incluso los amorfinos montubios eran delicados y sutiles; todo el embrujo del campo vinceño se reflejaba en ellos. Aquí van algunos:

Fragantísimo alelí

el día que vaya a su casa

no haga desprecio de mí.

San Jacinto de Balzar,

San Lorenzo del Estero,

mi zamba tiene un lunar,

en los dientes delanteros

Ya mi sombrero está viejo

ya no puedo enamorar,

porque las muchachas dicen;

este mozo, ¿qué va a dar?

Por esta calle me voy

Y por la otra doy la vuelta

la muchacha que me quiere

me tenga la puerta abierta

Nunca en mi vida había visto

lo que vi esta mañana;

un gallinazo en la torre

repicando las campanas.

Malhaya quien dijo amor

pudiendo decir veneno;

malhaya quien se enamora

de prenda que tenga dueño.

Que oscura que está la noche

qué lejos está el camino,

y como te quiero tanto,

a todo me determino.

EL CONDE MENDOZA

El más famoso vinceño de esa época y uno de los personajes célebres del folclore costeño, Felipe Mendoza Coello, vivió a lo grande en Guayaquil y Europa. El título de Conde no le pertenecía por abolengo, pero los francos que tenía y gastaba, pronto le dieron la fama de tal ¡Vaya una bicoca, para hacer boca!

Tenía dos canoas inmensas con capacidad para cargar un total de mil quintales de cacao y viajaban a Guayaquil cada quince días. «Angelina» y «Canoa Grande» no se cansaban de venir cargaditas hasta el tope desde las haciendas «San José» y «Cañafístula». Canoa Grande se hundió un día en Samborondón porque el piloto Merchán la metió en una revesa haciendo que perdiera algunos cientos de quintales. El pobre salió mal parado del asunto, porque habiendo caído al agua por un golpe de timón, como estaba sudado le dio congestión que generó en tisis galopante y él también se hundió.

LOS CARNAVALES DEL «OLMEDO»

Era costumbre que el último día de carnaval se retiren los asientos de la platea del antiguo teatro «Olmedo» quedando una pista de baile magnífica. Las familias compraban los palcos y se bailaba tango a la moda de París y de Hollywood.

El más diestro bailarín era Germán Lince Sotomayor que sabía pasos de fantasía; inaugurando el baile del «Olmedo» como pareja de Rachel de Mendoza, la esposa del Conde, que toda alhajada lucía garbo y apostura.

Mas las épocas cambiaron y un luctuoso suceso transformó la vida del Conde amargando sus últimos días. El caso fue como sigue: Su sobrino carnal Enrique Mendoza Lassavajeau, hijo de Carlos Alberto (su hermano) y de Leontina Lassavajeau Mendoza, su prima hermana nacida en Burdeos, fue asesinado a la salida del Teatro Olmedo por un peón de la hacienda del Conde llamado Jacinto Carriel Pincay, que le asestó una puñalada en el corazón. El asesino fue tomado prisionero porque no pudo correr debido a que era la primera vez que usaba zapatos en su vida y porque al salir al boulevard tomó hacia la izquierda y no hacia la derecha donde le estaba esperando una embarcación para facilitarle la huida. El herido agonizó varias horas, sinembargo tuvo tiempo y hasta llegó a declarar a favor de la inocencia de su tío, pues parece que tenía varios enemigos peligrosos a quienes creyó autores intelectuales del insuceso.  Lo cierto fue que desde este incidente el Conde tuvo de todas maneras que defenderse en el juicio, enfermó y a la larga murió.

 

PRIMER BALNEARIO DE AGUA DULCE

Hoy Vinces se distingue por su sabor antiguo, su regata anual y su río que propiamente es estero y que cuando llegan los meses de invierno se hincha con barriga hidrópica ofreciendo el más gallardo espectáculo que se puede imaginar. Sus riberas son de fina grava y arena las únicas del país y la ciudad tiene a su disposición un balneario de agua dulce con todas las comodidades del caso.

El Concejo Cantonal se ha preocupado de colocar paraguas y sombrillas y muchos puestos de bebidas y comidas típicas hacen las delicias de los concurrentes, bailándose por la tarde del domingo en una glorieta de estilo francés que existe en el malecón, bajo el egregio busto de Lorenzo Rufo Peña, que mira complacido como crece y prospera su población. Porque has de saber, caro lector, que el cacao clonal ha resultado magnífico por ser resistente a las plagas y por muy cargador y los precios internacionales está subiendo de nuevo y se vienen mejores tiempos para San Lorenzo de Vinces, donde todavía se canta a lo antiguo, el siguiente estribillo:

Permita Dios que reviente

Antes que cerveza beba.

Año nuevo, vida nueva

desde mañana… aguardiente.