De Quito y Chuquisaca nos ha llegado noticias frescas de la descendencia dejada por nuestros libertadores en aquellas latitudes. Parece que el más caracoleador fue Bolívar, pero el severo Gran Mariscal de Ayacucho no se quedaba atrás. De él se conoce que fue padre de dos niñas, una en Guayaquil llamada Simona en memoria del Libertador. La madre de la criatura fue una guapa morena del partido de san Jacinto de Yaguachi, llamada Tomasa Bravo, pero la historia ni siquiera recuerda algún otro dato más de ella.
La niña fue arrebatada a su madre y criada por su madrina de bautizo Angela Elizalde Lamar que la tuvo consigo algún tiempo. Esto es lo único cierto que se conoce porque el resto está rodeado de misterio. Se cuenta que Sucre había solicitado al General Vicente Aguirre Mendoza, su amigo de muchos años, que se haga cargo de la niña y la lleve a educar en Quito, internándola en algún convento con claustro y así efectivamente sucedió a la joven, de quien se dice que murió de edad provecta, de monja, y sin haber salido jamás de su encierro. En síntesis, una vida gris, de sacrificios y purificación ¿De qué? pregunto yo.
HIJA DE UN GRAN AMOR
La otra hija del Gran Mariscal llamó Teresa y fue habida dentro de su matrimonio con Mariana Carcelén y Larrea. Teresita murió misteriosamente en Quito, de solo tres años de edad, meses después del asesinato de su padre. Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre la causa que motivó su defunción. El venezolano Ángel Grisanti dice que Teresita fue a estrellarse contra las piedras del patio interior de la Casa Azul, residencia de la Marquesa de Solanda, que por esa época había trocado los velos de la viudez por las galas nupciales de su segundo matrimonio realizado con el General Isidoro Barriga de Castro, neogranadino audaz, valiente, mujerero, jugador y pendenciero, quien cierto día en que se había excedido en ingerir licor, tomó a la niña en brazos, la arrimó a la balaustrada del primer piso alto de la casa y comenzó a jugar con ella alzándola en vilo y como los brazos no estaban seguros, se le zafó, cayendo vertiginosamente al patio ¡Pobre criatura!
Otros entendidos refutan a Grisanti y arguyen que lo relatado es fábula, que Teresita murió naturalmente a consecuencia de una angina, que la llevó al sepulcro de suerte que esta segunda niña tampoco fructificó. Parecía que el apellido Sucre iba a terminar con él cuando he aquí que nos llega una tremenda nueva; en Bolivia hay descendientes salidos de un mismo tronco; un hijo natural dejado por el Mariscal en la ciudad de Chuquisaca, en Manuela de Rojas, bautizado en dicha Catedral con el nombre de César, el 10 de Junio de 1.828, quien contrajo enlace el 10 de Enero de 1.867, de 39 años de edad, con Carmen Matienzo, boliviana, hija de Nicolás Matienzo y de Tomasa Carvajal, con quien estableció un honorable hogar en el pueblo de San Lorenzo, cercano a la ciudad de Tarija, donde actualmente la mitad del vecindario lleva en sus venas la gloriosa sangre del vencedor de Pichincha y Ayacucho.
De Bolívar se cuenta que era como Napoleón, amigo de ir al grano sin preámbulos y que gustaba practicar el sexo con demasiada frecuencia, por eso se le achacan no menos de una docena de hijos en otras tantas mujeres. A ciencia cierta que no todos habrán sido de él; hasta se decía que era infecundo, mas, el propio Bolívar, en la tarde del 18 de Mayo de 1.828, según informes del autor francés Luis Perou de la Croix, en su Diario de Bucaramanga, estando en amena conversación con algunas personas alrededor del fuego y esperando la cena, aprovechó para recordar a sus deudos a los que no veía en mucho tiempo. Dijo quienes habían sido sus padres, sus hermanos, con quienes habían casado, cuántos hijos tenían y al final, como quien no dice nada, espetó lo siguiente: El único de los Bolívar que no ha tenido hijos soy yo, porque mi esposa murió temprano y no me he vuelto a casar, pero no se crea que soy estéril o infecundo, porque tengo pruebas de lo contrario.
Afirmando con esto que no tenía hijos legítimos, nada más. Bien sabían todos que en Venezuela, su hermana más querida, María Antonieta Bolívar de Clemente, cuidaba en Caracas a un varoncito, hijo de él en una encopetada dama cuyo nombre se ha mantenido en secreto.
EL HIJO SECRETO LLEGA A QUITO
Con el paso de los años los personajes fueron muriendo para surgir a la inmortalidad histórica. En la tierra del libertador el escritor Blanco inició una monumental obra sobre su vida, hechos y circunstancias más notables, muriendo en el intento; el libro fue continuado por el no menos famoso escritor Aspurúa, que logró culminarlo, dando los originales a la imprenta.
Ante esta noticia, una comisión de notables venezolanos se acercó al autor y pidieron leer los originales antes que salieran al público, para evitar cualquier mancilla a la memoria de Bolívar por hechos indecorosos que se pudieran comentar y efectivamente el Arzobispo de Caracas se opuso a la publicación de algunos párrafos que fueron inmediatamente destruidos. Qué pena que dicho Arzobispo nos dejara a todos los que somos curiosos de asuntos de casa adentro con un palmo de narices.
BOLIVAR PREFERIA EL INFIERNO
En aquellos días el Obispo de Guayana Doctor José Manuel Arroyo escribió un opúsculo escandaloso en que se afirmaba que de los amoríos de Soledad Jerez de Aristeguieta con el Príncipe Carlos de Braganza, de la Corona de Portugal, había nacido el General Manuel Piar, famoso en aquellas comarcas por su bravura y la majestad de su carácter. Que Doña Soledad, después de haber llevado una vida de escándalos continuos en Europa, se había arrepentido, ingresó en un Convento de las madres Conceptas, realizando tales méritos que terminó por ser electa Abadesa cuando frisaba más de sesenta años de edad.
Por eso es que Bolívar – afirmaba con erudición el Obispo – al ser preguntado en cierta ocasión que a qué sitio quería ir después de muerto, contestó con presteza: al infierno, porque allí me encontraré con todas mis primas, que son simpatiquísimas, las Jerez Aristeguieta.
Ni estos incidentes ni sus amoríos constan en el libro de Blanco y Aspurúa, que fue recortado inmisericordemente por los notables de Caracas, en afán de presentar al héroe libre de polvo y paja, como impecable caballero de corte clásico y no como el hombre de pasiones tormentosas que en realidad fue: ¡Lástima grande! Porque si el libro salía completo, a no dudar que tendríamos en estos momentos a un sinnúmero de personas con su verdadero padre y entre estos, al raro y peculiar anciano que el 10 de Julio de 1.898 caía repentinamente muerto en la casa No.17 de la Calle Benalcázar de Quito, víctima de un fulminante ataque cardíaco.
Llamaba Miguel Camacho, caraqueño de nacimiento y reputado por hijo natural del libertador. Su crianza corrió a cargo de su tía María Antonia Bolívar de Clemente, hasta que alcanzó la mayoría de edad y fue expatriado de Venezuela a raíz de alguna de las tantas dictaduras que se han dado en aquel país. Proscrito anduvo en Lima y Bogotá, terminando sus días en Quito, considerado por todos, invitado a las principales fiestas y reputado por hijo del hombre que nos dio la libertad.
Su fisonomía era grave, tenía un par de ojos negros, muy profundos y penetrantes. El General Miller escribió sobre los ojos de Bolívar: Sus ojos negros y penetrantes, pero generalmente inclinados a tierra o de lado cuando habla.
Miguel Camacho fue enterrado en el cementerio capitalino de San Diego con nutrido acompañamiento presidido por el primer mandatario General Eloy Alfaro. Sobre su vida poco se sabe, únicamente que nació en la ciudad del Socorro, actual Departamento de Santander del Norte, Colombia. Se ignora quién fue su madre, pero contrajo matrimonio y fue padre de 1) Margarita Camacho casada con el comerciante quiteño Manuel de Jesús Benalcázar, con hijos, de 2) Carlos Camacho que murió soltero. 3) También tuvo otro hijo llamado Aquilino, profesor que fue de Segunda Enseñanza por muchos años.
Sobre su nacimiento y paternidad existen tres testimonios escritos muy respetables, por venir de caballeros que no sabían mentir. El primero del Doctor Luis Felipe Borja y Pérez, padre, que lo estampó en una de sus cartas. El segundo de L. Rivas B. y el tercero de Rafael María de Guzmán, en una carta fechada en Quito, el día 14 de mayo de 1.928.
TERMINANDO UN INFUNDIO
Valga la oportunidad para terminar un infundio muy comentado en Guayaquil. Se dice que estando Bolívar en nuestro puerto en 1.822, mantuvo relaciones amorosas con una dama a la que recordó en cartas posteriores utilizando el apodo de “gloriosa” y que fruto de estas relaciones fue un jovencito que nació retardado mental, por lo que años después, ya sin padre que lo proteja, andaba por estas calles del señor en muy malas fachas, babeando y haciendo el ridículo.
Que haya existido un joven baboso y retardado en Guayaquil debe ser cierto y que caminara sin ton ni son también, pues en toda ciudad ocurren estos casos, pero que ese sujeto haya sido hijo de Bolívar en la dama misteriosa y “gloriosa”, no lo creemos. El cuento salió con los años, siendo repetido infinidad de veces hasta nuestros días y una tarde, hace ya algún tiempo, llegó a mis oídos.