127. Rencillas entre criollos y chapetones

El Jefe Militar de Guayaquil Gregorio Escobedo se posesionó de su cargo el 9 de octubre de 1820 a las pocas horas de haberse producido la toma de los cuarteles y el apresamiento de las autoridades realistas, esa misma tarde convocó a unos cuantos hombres de su confianza y formó la “Junta de Pacificación” para evitar cualquier contragolpe.

La Junta trabajó intensamente, ordenó la prisión de los españoles avecindados en el puerto y la confiscación de sus bienes y efectos personales. El día jueves 12 de octubre los presos pasaban de cincuenta y estaban en el interior de un barco anclado en mitad de la ría. Cada mañana se los traía al malecón, haciéndoles formar en presencia del populacho como si fueran presos comunes.

Ese mismo día hizo fusilar a un fraile lenguaraz del Hospital de San Juan de Dios para que sirviera de escarmiento, pues el dicho religioso había intentado dirigir una manifestación al Cabildo para retomar el poder en favor de España y aunque la Junta aprobó esta decisión, Olmedo no la compartía, pues era hombre de paz que circunscribía su trabajo a los asuntos propiamente de gobierno. El 10 había convocado a los padres de familia para que eligieran diputados al Colegio Electoral y presidió el solemne Te Deum de Acción de Gracias que el Superior de la Orden franciscana ofició en dicho templo; por eso, el 12, luego de enterarse del fusilamiento, presentó su renuncia al Cabildo y se alejó a su domicilio; entonces se formó una Comisión compuesta por Escobedo, Rafael María Jimena y José Vicente de Espantoso. Este triunvirato gobernó a la ciudad hasta la instalación del Colegio Electoral el 8 de noviembre, siendo electos Olmedo y Antepara, Presidente y Secretario, respectivamente, por ser los más viajados y versados patriotas del país.

Olmedo tomó la palabra luego de su elección y planteó la descalificación de Escobedo, que había colocado dos bombardas en el malecón, con el objeto de atemorizar a los diputados pues miraban directamente hacia las ventanas del edificio del Cabildo, pero como no se atrevió a dar la voz de fuego, tuvo que embarcarse hacia el sur, según decía, decepcionado por la ingratitud de los Diputados. Se fue sin embargo, con los bolsillos llenos, producto de las contribuciones “voluntarias” que había arrancado a los ciudadanos españoles del puerto. Su mando en Guayaquil había durado un mes exactamente. Olmedo, fue el héroe de esta primera jornada civil que le tocó vivir a Guayaquil.

El 11 de noviembre el Colegio aprobó la Constitución o “Carta provisoria de la Provincia de Guayaquil Independiente” que presentaron Olmedo y Antepara. Una copia de este memorable documento reposa en el Archivo Municipal manuscrita por Antepara.

Por la tarde se renovó el Ayuntamiento que era el mismo Cabildo anterior a la revolución del 9 de octubre, designándose Alcaldes a Manuel José de Herrera y Juan José Casilari y Regidores a Pedro Santander, Ignacio de Icaza Silva, Manuel Tama Ponce, Manuel Ignacio Moreno y Moran, Domingo de Santistevan, Fernando Sanz, Gerónimo Zerda, Manuel de Isusi, Manuel Moran de Butrón y Francisco de Aviles y Pacheco y Procurador General a Bernardo Roca Rodríguez. Todos eran criollos americanos y fue la primera ocasión en la historia de tan alta corporación que se excluyó a los “extranjeros”, así empezaron a llamar a los afuereños, mientras en las calles se los insultaba en verso como podremos apreciar: // Cesaron los males todos / de este Guayaquil querido / que al fin nos hemos unido / para salir de los godos. / Cayeron de varios modos / como pérfidos ilotas, / aumentaron sus derrotas / y ya en Quito tendrán fin / porque viene San Martín / a ayudar a los patriotas. //

Melchor de Alarcón y Guzmán, mejor conocido como el “Cholo Virrey”, terrateniente en Daule y Manabí pero vecino de nuestra urbe, escribía sabrosas producciones de su numen recogidas en “El Patriota de Guayaquil”, Una de ellas dice: // Toda la plaza en corrillos / no se puede atravesar / los militares aquí / los abogados allá, / por en medio los seglares / y los frailes por acá, / Todos se muestran quejosos / ninguno contento está / y sólo los traidores godos / gozan de tranquilidad…/ Pobre munícipes godos! // refiriéndose a los cabildantes Gabriel García Gómez y Manuel de Aguirre que tras de prestar el juramento a la Patria el 9 de octubre y haber contribuido con 650 y 2.000 pesos respectivamente para las armas patriotas, se habían quedado sin sus puestos en el Cabildo. Igual cosa le ocurrió al Administrador de la Aduana Nacional, Juan Barnó de Ferruzola que, aunque también había jurado el mismo día 9 y contribuido con ochocientos pesos, fue declarado vacante en sus funciones por el Colegio Electoral.