116. Los héroes de Urica

Una de las más grandes gestas de valor que ha presenciado América se dio el 5 de diciembre de 1814 en los llanos de Urica al este de Venezuela, entre las fuerzas de los Generales Bermúdez y José Félix Rivas que bajaban del pueblo de Maturín hacia el susodicho valle y los siete mil hombres del fiero General José Boves, que formaban dos líneas paralelas de infantes con caballería a los costados para impedir cualquier movimiento envolvente. Los patriotas solamente eran cuatro mil, sinembargo estaban dispuestos a morir antes que permitir que Boves siguiera asolando los llanos venezolanos. Rivas había arengado a los suyos diciéndoles que la suerte de la naciente República se decidía en aquella batalla y hasta ofreció a cada oficial un ascenso de grado y recompensas pecuniarias a los soldados, si la ganaban.

Lentamente los patriotas bajaron al llano y se formaron de frente a los realistas. En el centro estaban los Capitanes Andrés Rojas y Blas José Paz del Castillo con la infantería, reforzados en las espaldas con el grueso de la caballería del general Jesús Barreto y de un grupo de Reservas. A la derecha el general Monagas con doscientos jinetes y a la izquierda el general Zaraza con iguales fuerzas. Ellos eran los llamados, según el plan de batalla del general Rivas, a realizar un movimiento envolvente que debía romper los bordes de la línea realista y atacarla por detrás, sembrando el desconcierto en las filas de Boves. ¡Sólo tres piezas de artillería poseían los patriotas!

Poco a Poco los ejércitos fueron estrechando la faja de terreno que los separaba. Rivas y los suyos tenían lanzas de casi dos metros de largo llamadas de “Santa Catalina”, cuyo peso era de veinte libras aproximadamente. Los realistas blandían picas y finas hojas de acero toledano que relucían con mortal brillo en esas primeras horas de la mañana. Ningún bando usó cañones pues la lucha era entre caballeros y cuando el choque se hizo inminente por la proximidad de ambos ejércitos. Zaraza y Monagas avanzaron gritando por ambos costados.

El primero logro su objetivo, rompió el costado izquierdo de los realistas y pudo atacar por atrás hacia el centro. Boves comprendió la gravedad del momento y auxilió a los suyos, cayendo al suelo mortalmente herido de un lanzazo que le asestó un soldado anónimo, pero aún así siguió ordenando.

Monagas había sido rechazado por el flanco derecho y retrocedía con su caballería en desorden, desbandando a los refuerzos del general Barreto, que también huyó despavorido con sus reservas; por eso Zaraza que estaba triunfando, al darse cuenta de que iba quedando solo y para evitar un encierro, tuvo que volver bridas y también fugó. Al final solo quedaron las débiles líneas de infantería que mandaba Paz del Castillo quien, mirando a su gente, decidió morir en la contienda. ¡Ninguno de los suyos escapó con vida de Urica! Años después, en 1877, el poeta F.A. Díaz compuso el siguiente soneto en su honor, que hoy recitan orgullosamente los estudiantes del país hermano.

BLAS PAZ DEL CASTILLO

// Al frente de sus filas Paz Castillo / sin otra perspectiva que la muerte / huir en fuga vergonzosa advierte / al jinete sin orden ni caudillo // “Oh cara libertad, si el tosco brillo / mi planta ha de arrastrar, si he de perderte / mil veces yazga, en este campo inerte, / antes que empañe de mi honor el brillo,” // dijo: y blandiendo el rutilante acero / opone el pecho a la enemiga pica, / de los suyos siguiéndole el postrero…// Todos murieron ¡Y la fama indica / de un lado a Boves, en la muerte fiero / y del otro, a las víctimas de Urica. //

Cuando se conoció su trágico fin el Libertador aplaudió su conducta y lo ascendió post morten al grado de Teniente Coronel, con el que ha pasado a la historia, pero su sacrificio no fue en vano, pues el final de Boves dio paso a la libertad de Venezuela.

Paz Castillo había nacido en Caracas el 18 de n oviembre de 1780, a su fallecimiento sólo contaba con treinta y cuatro años de edad. En 1798 probó su limpieza de sangre e ingresó al ejército. El 3 de abril de 1809 había casado en Caracas con su prima Manuela Machado de Orta. El 19 de abril de 1810 se pasó a los patriotas como Oficial del Batallón de Milicias Blancas de Caracas.

Hermano de Blas fue el también prócer Juan Paz del Castillo, quien era capitán de las Milicias reales cuando se instaló la Junta Soberana de Caracas en 1810. En mayo de 1812, era Gobernador de esa capital y a petición del general Antonio Briceño volvió a las armas, esta vez por la Patria, interviniendo en las capitulaciones de San Mateo donde cayó prisionero del Capitán patriota Manuel María de las Casas, que entregó a Miranda, a Paz Castillo y a otros próceres más, en manos del feroz realista Monteverde.

Remitido con cadenas a Cádiz, llegó el 19 de noviembre de 1812 y figuró detenido hasta el 5 de mayo siguiente cuando pasó al presidio de Ceuta, pero el 17 de febrero de 1814 logró fugar y en unión del Canónigo Cortés de Madariaga, el coronel Juan Pablo Ayala y el Dr. Juan Germán Roscio llegaron a Gibraltar, siendo entregados por el pérfido gobernador de esa plaza a las autoridades españolas, que nuevamente los remitieron a prisión, donde estuvieron otros veinte meses. En noviembre de 1815 y solo por la intervención del Príncipe Guillermo, regente de Inglaterra, fueron canjeados y pudo llegar a Londres, donde personalmente le dio las gracias a su libertador. En 1816 estuvo en Jamaica, luego en México y Filadelfia, descansando, pero sabedor de los triunfos de San Martín en Chile y Argentina volvió a Sudamérica en 1818 y fue designado Jefe de Estado Mayor del Ejército de los Andes que triunfo en la batalla de Maipú, habiendo planeado la disposición de los ejércitos que entraron en batalla.

Hasta mayo de 1819 sustituyó al Brigadier Antonio Valcárcel en el mando de una División y en 1820, por la inactividad de las fuerzas chilenas, viajó a Lima y fue ascendido a Ayudante Mayor de la expedición del Perú, habiéndosele comisionado para establecer contactos con Bolívar. En Popayán halló al general Pedro León Torres en junio de 1821 y fue designado Jefe de Estado Mayor. En diciembre actuó a nombre de Bolívar en el canje de prisioneros de Babahoyo, después peleó en la batalla del Pichincha y fue comisionado por Sucre para arreglar el armisticio con Aymerich.

En julio asistió a la Conferencia de los Libertadores, en 1823 le fue encargada la difícil Intendencia de Guayaquil, firmando en mayo de ese año un Convenio de auxilios al Perú con el general Mariano Portocarrero. En 1825 fue ascendido a General de División y se vio envuelto en las luchas de partidos que asolaban la Gran Colombia; salvó a Guayaquil de los desplantes del almirante Guisse y en 1826 murió misteriosamente asesinado en las montañas de Chilintomo. Su hermosa viuda, la guayaquileña Micaela de Llona y Rivera y dos hijitos menores de edad, quedaron en total desamparo. Ella casó después con un señor Peymerale y Vivero, ex Corregidor realista de Ambato, con sucesión destacadísima en Chile.

Entonces se dijo que había sido un sujeto apodado Chilingo quien había disparado contra Paz del Castillo en altas horas de la noche; pero a ciencia cierta, nunca se ha sabido la verdad.