Este célebre drama anónimo en tres actos y versos octosílabos data posiblemente de fines del siglo XV y fue primeramente trasmitido en forma oral y en idioma quechua hasta que el Presbítero Antonio Valdés lo copió cien años después, en el siglo XVII, dándole la forma que actualmente tiene. “Ollantai” es el más antiguo testimonio escrito de la literatura indígena sudamericana y la pieza literaria de mejor calidad y mayor extensión que se conoce en idioma quechua, drama que narra en forma lírica las desventuras del Cacique principal y guerrero de ese nombre, héroe afortunado que ostentaba el champí de oro por sus victorias y gozaba de la predilección del Inca Pachacutec. Pues bien, Ollantai se enamoró perdidamente de la bella princesa Cusi Coillur (la estrella de la alegría) nada menos que hija de Pachacutec, que le correspondió entregándose con pasión a ese amor prohibido hasta quedar embarazada, pues las diferencias sociales impedían siquiera mirar a quien no perteneciera a la familia Imperial.
Una fiel sirvienta pretende disuadir a Ollantai, igual sucede con el Villac o Sumo Sacerdote, pero él no les hace caso y luego de mucho meditar con sus compañeros de armas resuelve acercarse al Inca y pedirle su hija en matrimonio, pero éste lo rechaza con ira, indicando que dictará una ley contra esas uniones. Ollantai es depuesto, castigado y se lo deja sin mando, pero ayudado de sus fieles amigos se rebela contra la tiranía del Inca y retírase a la fortaleza que hasta hoy lleva su nombre (Ollantaitambo) cerca del Cusco, donde declara la guerra que duró quince años. Cusi Coillur da a luz una niña que se llama Ima Sumac o “La Bellísima” y enseguida fue condenada a vivir prisionera en una celda del templo de las vírgenes del sol bajo la vigilancia de la sacerdotisa Mama Rocca.
Ima Sumac creció en dicho templo e impresionada por los gemidos y lamentos que oía venir desde el sótano, arrancó asu vieja nodriza el secreto de su nacimiento y se entera que la infeliz mujer que sufría en el subterráneo era nada menos que su madre la PrincesaCusi Coillur.
Al mismo tiempo el General Rumiñahui (1) tratando de destruir a Ollantay, se hizo pasar como herido y entró en su campamento, convenciendo a Ollantai de la sinceridad de sus sentimientos para que éste lo protegiera de las iras del Inca, a quien aseguró haber traicionado. Ollantai cayó en la trampa y alojó a Rumiñahui, que aprovechó la fiesta del Dios Sol para abrir las puertas de la fortaleza y llamar a sus gentes, apresando a Ollantai, a quien condujo prisionero al Cusco; pero ya no gobernaba Pachacutec si no su hijo primogénito el Inca TúpacYupanqui – hermano de Cusi Coillur – quien condenó a Ollantai a muerte.
Ima Sumac logra penetrar a la alcoba de su tío Túpac Yupanqui y le pide la libertad de su madre. El joven Inca se conduele y va con la corte a liberarla, encontrándola atormentada y casi en trance de expirar. Entonces pregunta quien es aquella mujer a quien se ha mantenido en prisión por tantos años y la Mama Rocca le confiesa toda la verdad, siendo arrojada del Templo por su complicidad criminal en el asunto. La prisionera recobra el conocimiento merced a las atenciones, respetos y cuidados de la corte y se ve frente a su hermano el Inca, a su hija Ima Sumac y a su esposo Ollantai, que acaba de ser conducido al Templo, perdonado y ennoblecido de nuevo y todo es felicidad.
La pieza finaliza con un canto de Ollantai y Cusi Coillur que se retiran a vivir juntos como si nada hubiera pasado en tantos años, bajo el amparo y protección del Inca y junto a la bella princesa Ima Sumac. Rumiñahuy no debe ser considerado como el quiteño, más bien como algún personaje homónimo del Perú.
La importancia del drama es innegable, constituye un documento histórico que prueba el final del gobierno hierático de los Incas absolutista que dio paso a una nueva era más humanizada en tiempo de TúpacYupanqui. Igualmente tiene valor literario como testimonio poético, indicativo del perfeccionamiento del quechua y del buen gusto literario de los pueblos andinos; y habiendo sido traducido al español por el padre Valdés que también conservó la versión original en quechua, hoy se lo puede leer y admirar en ambos idiomas.
Del Ollantai existe otras versiones aunque no tan antiguas. “Posteriormente, a principios del sigloXX, un músico peruano elaboró una ópera con su argumento, la cual lleva el mismo título.”
Una de las versiones diferentes, muy conocida en la región del Cusco, trata sobre dos aborígenes perteneciente a la tribu de los Cañaris, parcialidad conquistada por Tupac Yupanqui y llevada como mitimae a la capital imperial y al valle de Jauja. Igualmente interviene “Cara de Piedra” o Rumiñahuy, general cusqueño que no debe ser confundido con su homónimo quiteño de los tiempos finales de Atahualpa, quien hace el papel de malo, justamente como desquite o venganza del autor, pues lo presenta con bajos atributos morales frente al héroe Ollantai, todo nobleza y generosidad. Los Cañaris, en cambio, son aguerridos y valientes por haber prestado el juramento de fidelidad a Huáscar y no a Atahualpa.
Todos estos detalles hacen suponer sin temor a equivocaciones que el poema original, por el paso de los siglos, se han desprendido varias versiones de factura indígena, que aún se repiten y cantan en los páramos andinos del Ecuador, Perú y Bolivia con ligeras deformaciones, “ingredientes que no desvirtúan su esencia vernácula.”
El “Ollantai” y el poema – también lírico – “Atahualpa Huañuy” compuesto por el Cacique de Otavalo, don Jacinto Collahuaso a finales del siglo XVI, constituyen dos tesoros poéticos y dramáticos del teatro andino, que había alcanzado muy altas cumbres de perfección y belleza cuando ocurrió la conquista española.