UHILE: Max


Max Uhle había hecho sus estudios de Etnología en las Universidades de Gottingen y Leipzig, especializándose en el conocimiento de las lenguas orientales. Un estudio sobre la primitiva Gramática China, publicado en 1880, fue tesis de su Doctorado. A los 23 años de edad fue nombrado director suplente del Museo Etnológico de Dresden, en el que trabajó durante siete años, con orientación preferente a aspectos etnológicos de los pueblos de Asia y África.
En 1888 fue designado como Asistente del célebre Adolfo Bastián, Director del Museo Etnológico de Berlín. Fue entonces cuando se despertó el interés por los estudios etnográficos de América. A suscitar esta nueva vocación contribuyó, sin duda, el éxito obtenido por Alfonso Stübel y William Reiss, con sus estudios sobre vulcanología y “La Necrópolis de Ancón en el Perú”. Una primera muestra de esta nueva orientación dió Max Uhle en su trabajo sobre relaciones y viajes de los Chibchas y la clasificación de su idioma.
En 1891 el Museo Etnológico de Berlín confió al Sr. Dr. Uhle la misión de examinar el influjo de la civilización incásica en la parte meridional de la América del Sur. En cumplimiento de este encargo recorrió el norte de Argentina, ascendió a Bolivia, examinó las ruinas de Tiahuanaco y los monumentos arqueológicos de los bordes del Titicaca y de sus islas. En Abril de 1893 envió a Berlín la colección de objetos recogidos en esa zona en sus excavaciones arqueológicas sistemáticas. De esta primera exploración datan su vocabulario Uro de más de 400 palabras y su defensa de las ruinas de Tiahuanaco de los ataques desaprensivos de la guarnición boliviana,
En 1896 aceptó la propuesta de la Universidad de Pennsylvania de practicar excavaciones en el Perú. Con este objeto se trasladó a Lima y exploró las ruinas de Pachacamac. El resultado de este trabajo se publicó luego en Filadelfia. En Junio de 1899 volvió al Perú, a cuenta de Apperson Hearst, interesado en las cuestiones arqueológicas. Trujillo fue esta vez el centro de sus exploraciones. De acuerdo con los sistemas de los geólogos, pudo establecer estratos de restos correspondientes a sucesivas civilizaciones, que se habían ido sobreponiendo en aquella región. Desde entonces se impuso su ordenamiento cronológico, comenzando por la civilización llamada Protochimú, caracterizada por los vasos pintados; a la que siguió una civilización relacionada con la de Tiahuanaco, encontrada en los sepulcros de la Huaca del sol; a esta segunda se sumó la civilización Post-chimú, que culminó, por fin en la Incásica proveniente de la expansión del imperio del Cuzco.
En 1901 visitó Chanchán y Mocha y luego Ica, Chincha y Pisco. Por el método estratigráfico y el sistema comparativo de las ruinas y de la decoración en la cerámica, le fue dado establecer los horizontes arqueológicos de las civilizaciones de Protonazca y Nazca, en las que pretendió encontrar un estilo relacionado con las civilizaciones de Yucatán y Centroamérica.
La merecida fama del arqueólogo alemán motivo que reclaman sus servicios la Universidad de Berkeley a principios de este siglo y en 1912 la Universidad de Santiago de Chile, para que organizara un Museo de Antropología y Arqueología.
De propósito nos hemos extendido en arrotar los méritos del doctor Uhle, para destacar, por una parte, el interés que había sentido el arqueólogo alemán en extender la zona de sus investigaciones.
El arqueólogo alemán escribió, el 15 de marzo de 1919, una carta desde Arica, en que agradeció su nombramiento como miembro correspondiente de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos y manifestaba su voluntad de realizar estudios arqueológicos en la zona austral del Ecuador. Efectivamente a fines de noviembre llegó a la Provincia de Loja, con el propósito de examinar el influjo que ejercieron los Incas entre los antiguos Paltas y escudriñar los restos de las viejas culturas autóctonas, anteriores al Tahuantinsuyo. En diciembre se ocupó de descubrir las ruinas del palacio incaico de la Ciudadela (Tambo Blanco) cerca de San Lucas. Esta construcción presuponía la existencia de una civilización más antigua, “porque sólo en provincias de gran adelanto propio, los Incas solían edificar construcciones de tipo tan perfecto”.
De San Lucas hizo una excursión, al caserío de Santiago. El resultado de esta investigación apreció el mismo, en carta escrita el 31 de Enero de 1921: “En Santiago pude determinar vestigios de una civilización parecida a la conocida de Riobamba y otros puntos, precedente a la incaica, en restos de compoteras y pies altos de ollas conservadas en sitios de campamentos antiguos. Nuevos yacimientos de alfarería de pintura “con color perdido” no se encontraron”.
De San Lucas se dirigió a Saraguro a explorar el cerro Acacana y los vestigios arqueológicos de los contornos. Después de tres meses de constante labor pudo enviar 18 cajas de objetos recolectados para el Museo de Jijón y Caamaño, todos ellos numerados y con la indicación del sitio de procedencia.
En prosecución hacia el norte de Saraguro pasó a Uduzhapa y Oña, con la intención de hacer excavaciones en las ruinas de Garcelán (Challasapa, desembarcación del río Oña en el Saraguro) y luego en el río Jubones, donde, pensaba entonces, estaba ubicado Tomebamba.
En junio de 1920 se halló en la hacienda “El Paso” y exploró la región de Nabón y las ruinas de Dumapara, Chunasana, Inca Chungana y dos tambos cerca del antiguo camino de los Incas por la Cordillera Oriental. En noviembre y diciembre investigó el Chahuarurcu.
El 22 de diciembre de 1920 llegó a Cuenca, donde iba a encontrar la recompensa a sus afanes. Ahí pudo resolver el problema de la ubicación del Tomebamba. Desde su arribo a la ciudad comenzó a excavar las murallas del antiguo “Pumapungo”, templo de la ciudad incaica. Con el entusiasmo del descubridor, escribió el 6 de Enero de 1921: “Aunque no podía haber ya duda con respecto a la ubicación de Tomebamba cerca de Cuenca, era muy interesante observar el carácter neto incaico, igual a los mejores restos encontrados en el Cuzco), en todas las reliquias de esta “segunda ciudad del Imperio”, como piedras de construcción, rescos ae alfarería, etc., faltando de todo eso aún el menor vestigio adecuado en todo el valle de Yunguilla. Casi es de admirar, cómo era posible la repetición inalterada de todo el estilo, técnica, etc. en estas obras tomebambeñas. Es como si uno se encontrase en el Cuzco mismo y no en una ciudad ecuatoriana…. Los restos de alfarería de poblaciones situadas al este de Cuenca (Azogues, Chordeleg, Quingeo, Sigsig) son incomparablemente más interesantes, según ejemplares vistos en esta ciudad, que todo lo notado desde Loja a Nabón y en el Valle Yunguilla. Por primera vez, me parece, será posible determinar en forma clara un desarrollo de estilo desde el tiempo del Tiahuanaco hasta el presente.
Los ejemplares de alfarería que conoció en Cuenca le estimularon a recorrer la zona del Azuay y luego la de Cañar, examinando los lugares de procedencia. Después de practicar excavaciones sistemáticas, pudo al fin, llegar a conclusiones definitivas, que las expuso en su estudio intitulado “Influencia. Mayas en el Alto Ecuador”, que publicó en los números 10 y 11 del Boletín de la Academia, correspondiente a marzo-Junio de 1922.
En 1928, los doctores Max Uhle y Frans Spilman descubrieron, en una quebrada cercana a Alangasi, el esqueleto de un mastodonte, junto al cual hallaron también fragmentos de alfarería y puntas de obsidiana con indicios de fogata. La coincidencia de los restos ha hecho suponer que el mastodonte sobrevivió a los tiempos cuaternarios.
Paul Rivet acepta esta interpretación y aduce el hecho como comprobante de la disimilitud de duración de la fauna del Viejo y Nuevo con riormente en los cementerios llamados paleolíticos de Tacna y Arica, en donde trabajó por espacio de tres años. Se compendia la ingente labor del Profesor Uhle durante su estadía en el Perú y en Chile, en unas cuarenta preciosas monografías publicadas en Europa y en América, algunas de las cuales vieron la luz en Quito. Varios de dichos trabajos fueron presentados en los Congresos Internacionales de Americanistas celebrados en Stuttgart, Viena y Buenos Aires. El eminente Profesor John Howland Rowe hizo una crónica de los trabajos científicos del Dr. Uhle. En ella analiza sus métodos, critica algunas de sus teorías, señala los defectos de ciertas doctrinas sentadas por el Profesor sajón con el dogmatismo que le era peculiar; pero le llama Padre de la Arqueología Peruana y reconoce que la ciencia lo debe Inmensamente, sobre todo en la clasificación de los estilos y en la formación de colecciones arqueológicos, legado precioso para la posteridad.
Por la sucinta rosa que he presentado de los trabajos de Uhle en América puede calcularse el enorme bagaje de conocimientos adquiridos para tratar de descorrer el velo que oculta la Prehistoria ecuatoriana, cuando afortunadamente para nosotros resolvió venir a este país que fue la encrucijada de caminos que siguieron diversas civilizaciones en su desplazamiento y expansión; que fue el centro donde chocaron entre sí oleadas culturales venidas del Norte y del Sur: el foco de civilizaciones autóctonas y acaso el lugar en donde se hallan los orígenes de otras que culminaron y llegaron a su apogeo en alejadas tierras.
Los años de 1923 y 24 pasó el Dr. Uhle en Quito. Aquí dio una serie de conferencias tan importantes que han sido traducidas al Inglés por el Profesor Rowe e incluidas en las publicaciones de la Universidad de California sobre Arqueología y Etnografía americanas.
En 1924 se dirigió el ilustre arqueólogo alemán a Suecia para concurrir como Delegado Oficial del Gobierno del Ecuador al vigésimo primer Congreso Internacional de Americanistas efectuado en Göteborg, del cual fue nombrado Vicepresidente.
De vuelta a Quito y creada la Cátedra de Arqueología en la Universidad Central en 1925, el Dr. Uhle dictó sabias lecciones que fueron publicadas en los Anales de la Institución. Ocupaba al mismo tiempo en organizar el Museo Nacional de Arqueología, el tercero de los que había formado en Sudamérica, sin abandonar los trabajos de exploración científica en el campo. Realizó excavaciones muy importantes por los resultados etnológicos en Cumbayá y exploró las provincias de Esmeraldas y Manabí en el verano de aquel año. En 1926 hizo excavaciones en Cuasmal, en el Carchi y luego concurrió nuevamente como Delegado Oficial del Ecuador al Congreso de Americanistas reunido en Nueva York. Entre las publicaciones del Congreso llamó mucho la atención de los arqueólogos el informe y estudio de Max Uhle acerca del encuentro en Alangasí de huesos de Mastodonte junto a fragmentos de alfarería pintada.
El desastroso incendio de la Universidad Central de Quito, ocurrido en 1929, que destruyó gran parte de las colecciones hechas por el Prof. Uhle desde 1925 y acrecentadas con obsequios de varias personas, le afectó sobremanera; pero no se descorazona ni renunció por tan grave calamidad a renovarlo. Hizo viajes a Manabí, a la región de Manta, la antigua Jocay, y a San Gabriel en el Carchi para reunir nuevas colecciones y completar los datos de estudios que tenía en preparación.
Después de haber realizado las excavaciones en las tolas de Cochasquí y los importantes descubrimientos de esas ruinas de edificios enterrados, concluyó sus exploraciones en el Ecuador en 1933 y volvió a su patria cuando contaba ya 76 años de edad. Catorce años había trabajado el Dr. Uhle en nuestro país al que llegó cuando tenía 63 años, pero todavía en plena madurez intelectual.
Mucho tiempo requeriría analizar toda su inmensa labor científica. He querido sólo reseñar, a grandes rasgos los principales trabajos llevados a cabo en nuestra Patria por este insigne arqueólogo. La Arqueología ecuatoriana le debe mucho y Max Uhle encontró aquí campo de excepcional importancia para estudiar el paso y la extensión de las civilizaciones septentrionales hacia el Sur; la fuente de donde manaron otras y descubrir la elevada cultura de los pueblos que habitaron en época muy remota nuestro territorio.
Ecuador ha correspondido como deja a estos sentimientos y cuando en 1936 cumplió 30 años de vida este prominente hombre de ciencia, nuestro país se adhirió entusiasta al homenaje que le tributaron Alemania, su patria, y varias naciones de América. Nuestro Gobierno le otorgó la Condecoración “Al mérito en el grado de Comendador de dinero” y la Academia Nacional de Historia le dirigió un caluroso mensaje de felicitaciones.
El 11 de mayo de 1944, a la edad de 88 años, dejó de existir en Loben de la Alta Silesia el sabio americanista.
El primer viaje del distinguido etnógrafo alemán a Sudamérica produjo completo cambio en orientación de sus estudios y determinó su especialización en la Arqueología de esta parte del mundo, hasta llegar a ser, más tarde, uno de los más famosos peruanólogos. Este primer viaje lo realizó bajo los auspicios del Gobierno de Rusia y del Museo de Berlín. Recorrió el Dr. Uhle el norte de la Argentina, subió a la elevada meseta de Bolivia, visitó la tribu de los Uros en las orillas del río Desaguadero, las ruinas de Tiahuanaco y los monumentos arqueológicos de los bordes del lago Titicaca y de sus islas. Sus Informes fueron enviados a Bastian. Las primeras excavaciones arqueológicas sistemáticas fueron hechas por Uhle en gran parte de esta importante zona. En Abril de 1893 embarcó para Berlín una colección de objetos recogidos en Medanito Tinogasta, Aimogasta y Anillaco-Watungasta de enorme valor científico. El valle de Belén y la región del Noroeste de Tucumán así como los valles de Calchaquí habían sido inteligentemente explorados antes de llegar a Bolivia. En esa República visitó muchísimos pueblos indígenas haciendo observaciones etnográficas; escriBió un vocabulario Uro de Inás de 400 palabras y exploró las famosas Chullpas de Bolivia.

En su visita a Tiahuanaco sufrió una impresión muy dolorosa para su espíritu de hombre de ciencia: Halló que un regimiento de guarnición empleaba las estatuas monolíticas como blanco para sus prácticas de tiro. Protestó airadamente, escribió al Ministro de Gobierno de La Paz, envió copia de su carta a los periódicos, en una palabra armó un escándalo; pero esto obligó al Gobierno a prohibir semejante costumbre que estaba arruinando maravillosos monumentos de la antigüedad.
Hallándose en estas exploraciones recibió la propuesta hecha por la Universidad de Pensilvania para que hiciera excavaciones arqueológicas por cuenta de esa institución en el Perú o en Bolivia. El Dr. Uhle aceptó el encargo de la Universidad y resolvió iniciar sus investigaciones en la costa peruana, para la cual se trasladó a Lima en enero de 1896. Iba ya con mucha experiencia sobre los pueblos de origen Aymara, cuyo idioma aprendió mientras estuvo en La Paz.
Hasta fines de ese año exploró las ruinas de Pachacamac y luego se dirigió a Filadelfia en donde publicó una magnífica monografía sobre ellas. En junio de 1899 volvió al Perú costeado por Mrs. Phoebe Apperson Hearst que se interesaba grandemente por las cuestiones arqueológicas, y emprendió excavaciones en Trujillo, en donde, siguiendo los sistemas de los geólogos, pudo establece diversos estratos o capas de restos antiguos correspondientes a sucesivas civilizaciones que habían tenido asiento en aquella región, distinguiendo 1° la civilización llamada Protochimú, caracterizada por los vasos pintados; 2° una civilización relacionada con la de Tiahuanaco, hallada en los sepulcros de la Huaca del Sol; 3° civilización Post-Chimú y 4° la incásica proveniente de la expansión del Imperio del Cuzco hacia el Noroeste. Las colecciones formadas entre 1899 y 1905 fueron enviadas a la Universidad de California. En la campaña de 1901 visitó Chanchán y Moche y luego Ica, Chincha y Pisco, con el objeto de establecer por los mismos métodos estratigráficos y por el sistema comparativo de las ruinas y de las ornamentaciones en la cerámica, los horizontes arqueológicos de las civilizaciones de Nazca y Protonazca, en las que se encontraba un estilo Maya relacionado con civilizaciones de Yucatán y Centroamérica. En esta ocasión, para ahondar en las investigaciones hechas antes en el valle de Trujillo las extendió hasta Marcahuamachuco.
Infatigable en el trabajo, el Dr. Uhle, cuando no estaba haciendo excavaciones, recogía notas etnográficas y lingüísticas o catalogaba las ricas colecciones de objetos extraídos de las tumbas o compradas a particulares. Con todo ese material escribía artículos para revistas científicas de diversos países, daba cuenta a sus corresponsales en cartas interesantísimas de los descubrimientos hechos y preparaba la organización de una cronología relativa de las culturas que se habían sucedido en todo el vasto territorio de América occidental.
Se dirigía nuevamente al Cuzco cuando fue llamado por la Universidad de Berkeley en California para que dictara una cátedra. Permaneció allí dos años y además de dar muchas disertaciones en alemán, hizo varias excavaciones arqueológicas en los alrededores, particularmente en un montículo de conchas en Emeryville. El Dr. Clement W. Meighan considera éste como el primer trabajo de Arqueología científica hecho en California; y las conclusiones a que llegó Uhle, por método estratigráfico, han sido confirmadas por modernos y extensos trabajos en aquella zona.
Volvió al Perú en 1903 y exploró la costa desde el valle de Lima hasta Supe. En Ancón pudo establecer diferencias cronológicas en yacimientos que Reiss y Stübel habían descrito simplemente como prehistóricos. En la Capital del Perú emprendió en la organización del Museo Histórico y para enriquecerlo efectuó muchas excavaciones en las Huacas de los alrededores.
En 1912 fue llamado por la Universidad de Santiago de Chile para que se encargará de la formación de un Museo de Antropología y de Arqueología, realizará los estudios necesarios en el país y dictará una cátedra en la Universidad Nacional. Importantes excavaciones hizo en Calama y cerca de Pisagua y poste