TORRES DE CONCHA, Delfina


Desde 1897 vivía con su hija Esther y su yerno Tamayo que era con ella muy complaciente, al punto que en cierta ocasión tuvo que ir por el vecindario a buscar un loro que se le había escapado del patio y subía a las casas a preguntar por el loro, vestido de chaqueta, con sombrero y bastón.
Mísia Delfina, le decían sus yernos. Una noche se despertó (ya ancianita) y le contó a su nieta que había soñado con su hijo Rómulo Vargas Torres, quién se había perdido en un viaje a Costa Rica. “Ví a Rómulo en una playa que me llamaba y me enseñaba muchísimas monedas de oro diciéndome que era rico.” Este sueño debió darle, por qué se dijo que Rómulo había llevado dinero para comprar ganado en Costa Rica y que por robarle, lo habían matado y lanzado su cadáver al mar. Lo cierto es que su madre siempre soñaba con encontrarlo vivo.
Tenía una gran caja de alcanfor, llena de cédulas, acciones, joyas y unas bolsas de tela con moneditas de oro. Tenía muchas y de vez en cuando las sacaba para enseñarselas a su nieta Delfina Tamayo Concha, con quién dormía en el mismo cuarto.
Le gustaba mucho las joyas, sobre todo los corales rosados y tenía varios juegos de aretes, collares y pendientes.