TORRES: Belisario V.


El 1 de febrero de 1888, círculo el primer número de “Diario de Avisos”, uno de los más acreditados y más populares órganos de la prensa Guayaquileña. Sus fundadores fueron el ilustrado escritor y distinguido periodista Dn. Manuel Matinez Barreiro, quien tenía la dirección y redacción principal del diario y Dn. Belisario V. Torres, de tan grata memoria, qué tomó a su cargo la administración de la empresa. Diario de Avisos se editó en sus propios talleres, que tenían el nombre de la Imprenta Comercial y se establecieron, provisionalmente, en la calle de Orellana, No. 4. El formato fue mediano, de cuatro planas a tres columnas anchas. En efecto, el 22 de abril de 1895, apareció el número 2079 de diarios de Avisos, En él se daba cuenta del destierro de los Sres. Dn. Belisario V. Torres., propietario del diario de Avisos.

Don Belisario V. Torres, en cuyo “Diario de Avisos” venía yo trabajando (Calle Manuel de J.) desde hacía años, era uno de los sujetos más excelentes que he conocido. Discípulo y casi prohijado del célebre pedagogo don tomás Martínez, Se arrojó muy muchacho, y más pobre que una rata, al conquista del pan, comenzando por un modesto empleo en el comercio: fue creciendo en posición, y un día hallóse en capacidad de comprar una imprentita de pedal y un puñado de tipos, y, en unión de Serafín S. Wither se aventuró a sacar una hojita interdiaria de puro sabor liberal. Era audacia, pues esto sucedía a principios de 1888, y la República estaba atonía, en crisis de espanto, habiendo muerto las libertades públicas a manos de la oscura tiranía caamañista.
La imprenta había sido asesinada en los campos de la oposición, con la indecente venta del “Perico” y “La Reacción”, y en esos mismos días en que se echaba a luz el nuevo periódico, los escritores públicos se hallaban dispersos.
Pronto el periodiquito (Diario de Avisos de una sola hoja de tomó bríos y comenzó a salir con cuatro páginas de lectura y avisos; como su prestigio era grande, le agradó la empresa al Señor Manuel Martínez Barreiro, un periodista de aquellos tiempos, cuando los escritores públicos sabían por lo menos gramática castellana; y eran también lingüistas, estadistas, literatos; Y cómo le agradó, hizo sociedad con Torres, y se agrandó el negocio. Y el “Diario de Avisos” era, entonces, el más popular y de mayor circulación. En 1895, Torres había pasado por muchas peripecias, y el diario que, al fin, quedó por exclusiva cuenta suya, no estaba boyante, resentido de la profunda herida que le hiciera la locura del “Ecuador en Chicago”. Además, el editor actuaba, desde 1894, de contador, o sea tenedor de libros del Banco Internacional, Pues los números era su fuerte. tendría, entonces, unos 28 años; y era más bueno que el pan: decidor, alegre, enamoradizo, espléndido cuando tenía y cuando no tenía, excelente Padre de familia, inteligente y discreto, el hombre merecía mejor suerte que la negra que le acompañaba, pues la imprenta no era aún un negocio productivo, Y en el temperamento de un ardiente política liberal no había entrado la práctica deshonesta de vender la conciencia a unos y a los otros, sucesivamente, o a todos a la vez, en un juego de báscula, en el cual la venalidad hace de fiel para determinar el valor de los pesos y carecer de opinión, práctica que luego hay enriquecido algunos sinvergüenzas. Y sobre quebrantos de fortuna y ansias de deudor, le sobrevino el destierro, al cual marchó dejando a su familia en la mayor de las angustias. ¡Tiempos aquellos! Los que vinieron al día siguiente con las manos lavadas y a festín preparado en nombre del liberalismo y los sábados principios, y se hartaron y se hicieron ricos; la juventud liberal que hoy encuentra tan fácil su camino, no comprendieron ni podía, cuánto nos costaba hacer liberales, cuando el menor signo