Suárez Rafael.

A mediados de 1869, reuniéronse una noche, en la barranca de Jerusalén, los conspiradores ya nombrados, acompañados del Dr. Alejandro Cárdenas, de Alejandro Cevallos, de Aguilar el atormentado en Guayaquil, quien furtivamente salió del escondite. Uno de los más entusiastas, el Dr. Carlos Cáseres, se embriagó y empezó a disparar tiros de revólver. Disolviéronse en el acto: por milagro no fue descubierto este proyecto. Otra conspiración más seria fue la del 14 de Diciembre de 1869, en la que concurrieron, a más de los mencionados, el Comandante Diego Pimentel, Guayaquileño confinado en Quito, el Dr. José Antonio Sánchez, quien acababa de soportar prisión y grillos, en compañía de Verdesoto, Gamarra, Aguilar y otros; Juan Elías Borja, hijo del patriota que murió en la barra, Manuel María Maldonado, hijo del Gral. muerto en el patíbulo, Rafael Gonzalo, Rafael Suárez, Rafael Quijano, Manuel María Zambrano, Antonio Marcos, y los militares A. Dalgo, y Gregorio Campuzano. Sánchez fue el delator. El 14 fueron aprehendidos el Sr. Alejandro Cárdenas, el Dr. Manuel Salvador Gómez de la Torre, Alejandro Rivadenerira, Manuel María Maldonado, Diego Pimentel, Manuel María Zambrano, Severo Fuertes y Manuel Cornejo Cevallos. El mismo día 14 fueron declaradas en estado de sitio las provincias de Pichincha y León, y el 18, toda la república. El tirano dio esta proclama, el jóven Manuel María Maldonado, estudiante de medicina, yacía preso en un cuartel, dentro del Convento de la Merced y algunos de sus condiscípulos, jóvenes liberales, le facilitaron la fuga, por una ventana. Suscitáronse averiguaciones y los soldados informaron que entre los estudiantes de Medicina, que visitaban al preso, sólo habían conocido al Sr. Rafael Suárez. Mandóle el tirano aprehender; y cuando ya estuvo preso, ordenó le azotaran. No valieron súplicas de multitud de personas: Rafael Suárez fue azotado; pero no fue el estudiane, sino su homónimo, un platero, inocente, indefenso e inofensivo. Meses permaneció escondido el jóven: al fin salió y fue aprehendido y el tirano se limitó a enviarlo al Napo, en compañía de otros dos liberales. El Dr. Suárez es ahora un médico de gran celebridad y desde entonces ha residido en Iquitos, República Peruana.