SANCHEZ DESTRUGE CARMEN ROSA

FEMINISTA.- Nació en Guayaquil hacia 1892 en el hogar formado por Modesto Sánchez Carbo, tenedor de libros que hizo carrera como funcionario en el Banco Comercial y Agrícola hasta ocupar la gerencia en Quito, y Carmelina Destruge Illingworth, guayaquileños.
Nació en la casa de su abuela materna Rosa María Carbo Briones de Sánchez, ubicada en la calle General Córdova, frente al templo de la Merced, en el antiguo barrio del Bajo de Ciudavieja, que se quemó en la mañana del 6 de Octubre de 1896 para el Incendio Grande.
Inició sus estudios primarios con profesora en casa como se acostumbraba antes. Su padre tenía una situación económica próspera, en 1904 fue enviado a Quito por Francisco Urbina Jado, como Gerente de esa sucursal. Desde entonces María Rosa vivió con sus padres y hermanas en los altos del Banco ubicado en el aristocrático Pasaje Royal, y fue matriculada en el Colegio de las madres de la Inmaculada en Chimbacalle, donde descolló de inmediato por su inteligencia despierta, viveza de carácter y contracción para los estudios, siendo la mejor alumna todos los años y acaparando los Premios y Menciones que anualmente se discernían entre el estudiantado.
Pronto fue conocida en el ambiente social de la capital pues sus padres gustaban recibir semanalmente y mantenían una tertulia literaria en la casa que alquilaban desde 1907 en la García Moreno muy próxima al templo de la Compañía. Carmen Rosa se hizo amiga de varios jóvenes intelectualizados y poetas como Arturo Borja, Ernesto Noboa Caamaño, César E. Arroyo, Francisco Guarderas, Hugo Moncayo, Humberto Fierro, con quienes departía en alegre camaradería una vez a la semana. Estas tertulias literarias fueron las primeras que se dieron en Quito entre jóvenes de ambos sexos.
En alguna ocasión en 1909 Borja contó sobre un concierto de música clásica ofrecido de noche en un cementerio de Lima a la luz de la luna y Carmen Rosa se entusiasmó con la idea y les acompañó al Cementerio de San Diego para oír un concierto en violín, que solo podía ser debidamente apreciado en toda su intensidad dramática en aquel lúgubre paraje. El hecho se prestó a las más increíbles suposiciones y no faltó quien hablara de sacrilegio, cuando solo era una diletancia propia de jóvenes fantasiosos, que tomaron la idea de un suceso semejante, aunque originalmente el primer concierto de este tipo se había dado muchos años antes en el Peré Lachaise entre inocentes literatos burgueses de Paris. Después hubo otro parecido en el cementerio Presbítero Maestre de Lima como ya se dijo y así por el estilo. Era, pues, una forma snob de hacerse notar entre las personas mayores. En otra ocasión se realizó un Juego Floral galante y Carmen Rosa salió electa Musa del grupo, es decir, la reina de la fiesta.
Don Modesto, su padre, veía con buenos ojos dichas diversiones que más tenían de literarias que de otra cosa y en ocasiones llevaba a la muchachada a su quinta de la Magdalena, donde podían gozar del paisaje rumoroso de la arboleda y de las delicias de su buena mesa.
Así las cosas, cuando en Abril de 1912 falleció el Dr. Luís Felipe Borja y su hijo Arturo pudo disponer de una pequeña herencia de ocho mil sucres, declaró su amor a Carmen Rosa y fue aceptado.
El matrimonio civil se realizó de día y el eclesiástico la noche del 14 de Octubre, en la intimidad por el reciente duelo de la familia del novio. La luna de miel fue en una hacienda cercana a Guápulo propiedad de los tíos Pérez.
De regreso a Quito el Sábado 12 de Noviembre los recién casados decidieron visitar a los padres de la novia en su finca de la Magdalena y como por la tarde se iniciara una tormenta eléctrica prefirieron quedarse a pasar la noche.
Fueron acomodados en una de las piezas del segundo piso, que ocupaban Laura y Matilde Sánchez Destruge. Subieron solos porque el resto de la familia quedó conversando en el primer piso y a golpe de la madrugada, cuando todos descansaban, oyeron los gritos de Carmen Rosa y era que su esposo estaba muerto en la cama. Llamado el médico de la familia, solo pudo constatar que el deceso se había producido a consecuencia de un paro cardiaco entre las 2 y 3 de la mañana, por una alta dosis de Veronal, fármaco que se administraba el poeta para controlar sus desajustes nerviosos ocasionados por la morfina y que ingerido en dosis elevada puede causar la muerte.
Ignoro si Carmen Rosa sabría antes de casarse que su esposo era morfinómano. Este asunto nunca ha sido develado. En el Quito de comienzos de siglo XX el opio casi no se conocía pero el principio activo (la morfina) llegó de Europa a las boticas como paliativo para los dolores intensos que pueden provocar ciertas dolencias.
El suceso conmovió a la sociedad ecuatoriana que lamentó tan trágico destino. Carmen Rosa quedó marcada por el “suicidio” – como todos dieron en llamar al asunto – y viviendo en una sociedad pacata de beatas santiguadoras e hipócritas, cobró injusta fama de mujer fatal.
Por eso prefería permanecer en el interior del domicilio de sus buenos padres que nunca la desprotegieron, antes que ventearse en el automóvil lujoso del Banco como antes lo hacia, pues notaba que su presencia causaba comentarios y hasta se la comparaba con el demonio; sin embargo, era tal su simpatía y belleza, que nuevamente empezó a ser cortejada por numerosos pretendientes, esta vez más ardorosos que nunca. Oswaldo Zaldumbide Rebolledo, de los primeros futbolistas y atletas que tuvo el país, solía disputar el derecho a enamorarla con Luís Clemente Concha Enríquez muy menor a él en edad y fueron sonados los encuentros pugilísticos entre ambos, por el amor de Carmen Rosa.
Finalmente Zaldumbide la pidió en matrimonio y muy a regañadientes aceptó don Modesto, pensando que con la boda realizada en 1920 se compondría, pues Zaldumbide tenia fama de chulla travieso, belicoso, guapo y matón, pero no fue así, porque se hizo bebedor fuerte todas las noches en hoteles de postín y por las mañanas salía a montar a caballo por la Alameda y a jugar polo en la Carolina, sin hacer nada más en las tardes, que dedicaba al descanso. Así fue como perdió su dinero propio que no era poco y empezó a gastar el de Carmen Rosa, que no era mucho por cierto.
En 1924 ella solicitó a su padre una cierta cantidad pues el Oswaldo quería realizar no se qué negocios en Colombia, terminando años después en ese país, sin haber vuelto a Quito, hecho un guiñapo y en sillas de ruedas. El, que había sido un atleta y había gozado de un gran físico.
En 1925, tras la revolución Juliana, cerró sus puertas el Banco Comercial y Agrícola en Quito y Guayaquil y la situación económica desmejoró muchísimo para los Sánchez Destruge.
Esto parece que debilitó la salud de don Modesto, quien pescó una congestión pulmonar y falleció en Quito el 9 de Octubre de 1927.
Carmen Rosa vivía con su madre y hermanas en una casa esquinera y propia, en el Pasaje peatonal Vásconez Bueno de la Alameda, al lado de gente conocida como María Luisa Dillon de Arrarte, Luis Barberis Jaramillo, los Jiménez Arrarte – todos de Guayaquil – con quienes se llevaban muy bien. Su madre había quedado embaraza al morir don Modesto, del sexto hijo que llamó Javier y fue por lo tanto póstumo.
En 1928 se cambiaron a una buhardilla espaciosa ubicada encima del Edén en el pasaje Royal, donde casó Matilde Sánchez Destruge con Juan Freile Larrea, que era riquísimo, pero no tuvieron hijos. Al poco tiempo Carmen Rosa ingresó a trabajar en la recién creada Caja de Pensiones. Estaba joven, solo tenía 36 años, aún hermosa, sin hijos. No le faltaron partidos pero los declinaba con un dejo de profunda tristeza porque después de sus dos fracasos matrimoniales había tomado experiencia y no quería experimentar.
Era una mujer activa e inteligente, muy ejecutiva, tipo trigueño, con largas guedejas de pelo castaño. Hablantina, nerviosa -fumaba muchísimo – y encantadora. Una dama de mundo y sociedad que sin embargo debía trabajar diariamente para subsistir. Su habla se había vuelto serrana y amaba entrañablemente a sus pequeños sobrinos los Gómez Sánchez, a quienes visitaba cuando podía en Guayaquil, llevándoles un canasto de quesadillas, alfajores y otras cositas dulces al paladar, por lo cual, los niños la esperaban siempre con la impaciencia jubilosa propia de sus golosos años.
En 1937 edificó una pequeña villita en el barrio del Centenario, con un préstamo que obtuvo de la Caja de Pensiones (Calle Rosendo Avilés entre Arguelles y José Salcedo) cuya hipoteca cancelaba con los arriendos que cogía, ya trabajaba en el Correo Central en Quito, donde se jubiló años después.
A principios de los años 40 empezó a sentirse mal de salud y se vino a Guayaquil, donde sin embargo siguió activa, importando ropa y artículos para mujer de los Estados Unidos, que vendía entre su parentela y amistades.
Colocando resmas de papel bond en el comercio, así como artículos menudos de oficina. Su hermana Laura de Guzmán Aspiazu la ayudaba con el capital, pues eran muy unidas. El 42 se vio aquejada de fuertes dolores por un cáncer lento al estómago y falleció a fines de dicho año en paz con el mundo y con su conciencia, de solo cincuenta años de edad.
Fue una mujer bella, inteligente y apasionada y se la considera la musa del grupo de poetas modernistas de Quito de los años 1908 al 10.