María de San Miguel llegó a ser religiosa carmelita en el Convento de Nuestra Señora del Carmen de Cuenca. Su madre, la Marquesa, murió a consecuencia de su parto. De lo narrado se deduce que el Marqués de Solanda fue un buen esposo y un padre inmejorable que cuidó y ayudó a sus hijos en lo que pudo en todas las circunstancias de su vida, atendiéndoles y mirándoles siempre con el más grande amor. “Y espero, dice el Marqués a sus hijos (que) siempre mantendrán la paz, unión y amor, sin discordia en nada y a fuerza de agradecidos, (por) haberme quedado sin bienes ningunos con que mantenerme, mirándolo sólo a sus adelantamientos; me encomendarán a Dios y me responderán cada uno de por si a lo mucho que me deben de amor y asistencias”.