SAN MIGUEL REESE AUGUSTO

PRECURSOR DEL CINE NACIONAL.- Nació en Guayaquil el 2 de Diciembre de 1905 en casa de su abuela Sara Eugenia Berry Decker en el centro de la ciudad. Hijo legítimo del Dr. Manuel Cirilo San Miguel Sánchez (Hijo legítimo del Dr. Manuel Blas San Miguel abogado y de su primera
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esposa Rosaura Sánchez) abogado, partidario del General Emilio Maria Terán, escribía en los periódicos “La Reacción” y “El Tiempo” de Guayaquil bajo el pseudónimo de “M. M.” Tuvo su domicilio y estudio en una casa propia ubicada en Aguirre y Chimborazo, defendió a los trabajadores de Ancón y falleció intempestivamente del corazón durante unas vacaciones en Riobamba en 1924; y de Rebeca Reese Berry (1) blanca, bajita y de ojos azules, heredera de las haciendas “La Saiba” al sur de Guayaquil y “La Palma” y “La Victoria” frente a Samborondón, naturales de Cuenca y Guayaquil.
Augusto fue hijo único y mimadísimo de su madre que se desvivía en todo por él. De tres años fue llevado a vivir en una casa del boulevard. Un día el niño le dijo: Almuerzo si me compras un caballo. Esa misma tarde ella se lo adquirió. Su marido el Dr. San Miguel le decía: No lo engrías que lo vas a dañar, pero ella no le hacía caso.
Estudió la primaria con maestros particulares y cursó parte de la secundaria en el Colegio Vicente Rocafuerte donde pronto destacó como actor y poeta, trabajando con varios compañeritos en diversas obras teatrales, pero a causa de un incidente baladí ocurrido en los primeros años, (le pegó a un profesor) y fue expulsado del plantel.
Augusto era un fornido mocetón de casi un metro noventa de estatura, blanquísima la piel con tonalidad mate japonesa, pelo y ojos negros y muy expresivos, que hablaba con facilidad y soltura al igual que su padre, de quien se decía que podía deleitar a cualquier auditorio una noche entera sin provocar cansancio.
De diez y seis años, recién cambiado a su casa de la calle Aguirre, fue con unos amigos a una carpa que quedaba a solo dos cuadras, donde se presentaba la compañía de Teatro y Variedades de William Head, pseudónimo de Guillermo Cabezas Pérez, quien interpretaba sainetes, skech y otros papeles y quedó tan prendado de la actuación que decidió dedicar su vida a la escena.
Huérfano de padre en 1924 y de diez y nueve años de edad, en posesión de una fortuna estimada en dos millones de sucres, compuesta de cédulas hipotecarias, dinero en efectivo, alhajas muy finas y dos casas de madera ubicadas la primera en las esquinas noroeste de Aguirre y Chanduy (hoy García Avilés) y la segunda en el boulevard 9 de Octubre y Rumichaca, dio rienda suelta a su pasión por las artes y como manejaba a su débil madre le sacó una fuerte suma para fundar la “Ecuador Film Co.” con el chileno Roberto Saa Silva, contando con la actuación de Julia Evelina Macías Lopera a) Evelina Orellana como Raquel, Anita Cortés como Laura, Julieta Stanford como Francisca White, Augusto San Miguel como Alberto García, Eric van del Enden como R. Matamoros, Pepe Chevasco como Periquín Chumacera, F. Zaldumbide como indio Ramanchen y Manolo Viscaíno como el boxeador fantasma. Augusto también asumió la gerencia para producir y actuar en un primer largometraje nacional, mudo y de ficción, de una hora de duración.
Los ensayos de mímica y simulación se hicieron en una academia improvisada en el frontón para jugar pelota vasca denominado Beti Jai, que en vascuence significa Siempre de Fiesta, propiedad de un español de apellido Solá, ubicado en la esquina de las calles Rocafuerte y Tomás Martínez, inaugurado el viernes 29 de Mayo de 1908 con capacidad para mil personas. El piso de la cancha y el frontón eran de cemento armado.
El guión trata sobre el fabuloso tesoro de Atahualpa, que se supone aún yace escondido en algún lugar de la cordillera de los Andes. Augusto importó costosas maquinarias de los Estados Unidos y a partir del 17 de Junio se realizaron numerosas tomas sobre la vida y costumbres de los indios, los paisajes y sembríos que se observan durante el viaje en tren de Guayaquil a Quito. La película se filmó en Guayaquil y Durán principalmente, así como en las poblaciones por donde pasa la vía férrea (Riobamba, Quito) con la emoción propia de toda novedad, su estreno se realizó en Guayaquil el jueves 7 de Agosto de 1924 en función de gala de los cines Eden y Colón y se componía de cinco actos y un mil quinientos metros de longitud. Los precios se fijaron en: Luneta 2,50 y Galería 0,60. Después se llevaron las copias al resto del país.
En Quito se estrenó el 10 de Agosto, cosechó aplausos y recibió la más favorable de las críticas, pero siendo tan estrecho el mercado nacional, este primer film le ocasionó una fuerte pérdida económica a sus productores, es decir, a Augusto San Miguel que fue quien puso la totalidad del capital.
“El Tesoro de Atahualpa” 1924.- Productor: Ecuador Film Co.- Director Augusto San Miguel. Argumento: Jaime García es un estudiante de medicina que auxilia a un viejo indio quien le confía planos y señales para encontrar el tesoro. La búsqueda del oro propone un final justiciero y vengador. Según la prensa de la época el film conjuga hábilmente la aventura, el drama y lo cómico. Por primera vez se filma la vida marginal del indio y se recupera la cultura andina. Se puede observar los paseantes, los indios fleteros o guandos e imágenes de un viaje en ferrocarril desde la costa hacia la sierra. La tradición oral, depositaria de mitos y tradiciones indígenas, preserva un millar de búsquedas erráticas en pos del tesoro. El romanticismo de San Miguel, como sucede en los inicios de un cine nacional, elige un tema propio y más que la búsqueda de oro subyace una metáfora frente al saqueo: la capacidad de un pueblo para recrear formas de resistencia.
En el desenlace de la historia toda huella del tesoro se ha perdido para siempre pero algo íntimo e inmanente no le fue arrebatado al indígena.
El dibujante Virgilio Jaime Salinas en sus caricaturas “La semana a golpe de crayón” vaticinó lo siguiente: // Rivas, en el Edén, pasó “El tesoro / de Atahualpa,” la cinta primigenia / del arte nacional, que fue un sonoro / triunfo de periquín, a quien doctoro / como un calmante de la neurastenia. // Augusto San Miguel / está muy bien haciendo su papel, / aunque mucho mejor le sentaría / gastar en otra cosa su energía. //
No contento con este primer logro realizó otro largometraje de ficción, también silente y basado en un argumento suyo titulado “Se Necesita una guagua”, sátira contra el Coronel Juan Manuel Lasso Ascázubi, quien invocando el fraude electoral cometido por el gobierno en favor del candidato oficialista Gonzalo S. Córdova, dio lugar a una revuelta conservadora encabezada por Jacinto Jijón y Caamaño que culminó en el combate de San José de Ambi cerca de Otavalo, el 12 de Septiembre de 1924, cuando los revolucionarios se desbandaron prácticamente sin presentar resistencia. La secuencia de una hora de filmación se realizó en Quito.
Se estrenó en el teatro Eden de Guayaquil el 24 de Noviembre alternando con un documental también producido por la empresa de San Miguel bajo el título de “Panorama del Ecuador” con escenas de un encuentro de fútbol interprovincial, las pasadas fiestas del carnaval, la corrida bufa organizada por los estudiantes universitarios, juegos atléticos en el hipódromo, el Ecuador Tennis Club, el Presidente de la República Gonzalo S. Córdova en la revista militar. El 10 de Diciembre fue estrenada en Quito y aunque trató sobre un tema de actualidad al igual que la anterior arrojó otra fuerte pérdida.
“Se necesita una guagua” 1924.- Productor: Ecuador Film Co. Director: Augusto San Miguel.- Interpretes.- Germán Lince Sotomayor, Humberto Dorado Pólit, Mélida Vizuete, Hilda Vizuete, Lucrecia Bosch, Félix Valencia y otros integrantes del Centro Cultural Félix Valencia. Anunciada como la primera película cómica hecha en el país, fue rodada en plazas y calles de Quito, parodia de un conato de revolución conservadora. Guagua es un quichuismo que significa niño y el título de la película alude al hecho que el Coronel Lasso reclutó a mujeres campesinas que llevaban a sus niños en las espaldas.
Como anécdota se dio el caso que durante una parte de la filmación, con tomas en la plaza Sucre de Quito aparecía un sacerdote, lo cual fue considerado por numerosos pobladores como una burla a la religión y protagonizaron un motín, lanzando toda clase de improperios y amenazas de ataque, al punto que tuvo que intervenir la fuerza pública. El mismo Virgilio Jaime Salinas sacó lo siguiente // Mereció un desmentido / la noticia de haberse lapidado / en Quito, a un filmador que iba vestido / con un batón un tanto asotanado…// quedando como testimonio de este film, “la capacidad de San Miguel para trabajar con imágenes en esta nueva forma de comunicación que es el cine.”
Enseguida el incansable Augusto realizó un tercer largometraje igualmente silente y de ficción titulado “Un abismo y dos almas”, tragedia de costumbres nacionales, también con libreto propio, película calificada de ambiciones artísticas y técnicas más serias, sobre un argumento complejo, de profundidad psicológica y temática social que antecedió en mucho al realismo de los años treinta.
Fue filmada en diversas haciendas de la región interandina, “tragedia de costumbres nacionales basada en la triste odisea de un indio campesino, bueno y humilde llamado Juan, víctima de la brutal y desenfrenada explotación.
Esta película pudo haber sido magnífica en esa heroica época del nacimiento del cine nacional pero al fallar la técnica no triunfó como todos lo esperaban; sin embargo, fue mérito indiscutible de Augusto San Miguel el haber llevado al cine la vanguardia del pensamiento social de su época y la urgencia de transformación en favor de los trabajadores, adelantándose a la literatura de denuncia social casi en una década.
Cuando se estrenó en el Edén el sábado 7 de Febrero de 1925 causó mala impresión por lo controvertido del tema. Se anunció como una sanción para aquellos hacendados crueles con los indios y el público reaccionó desfavorablemente por prejuicios ancestrales. La crítica se mostró especialmente malévola; además, como en la película se presentó despectivamente a los propietarios de hacienda, muchos la consideraron subversiva, obra de un bolchevique peligroso.
También se pasó en el cine Variedades con los siguientes subtítulos explicativos. La vida del indio ecuatoriano. El tormento, la rebelión, el soplo de la tragedia y la venganza. Vida en las haciendas de la cordillera donde el indio ecuatoriano es maltratado cobardemente por sus patronos. La Ecuador Film Co. presenta esta obra como una especie de sanción para aquellos hacendados desalmados que sin tomar en cuenta que el indio también es hombre, lo tratan como animal.
El elenco estuvo formado por Aracely Rey como Angélica (1) Erick Van den Enden como el patrón, Humberto Dorado Pólit como don Luciano, Augusto San Miguel como el indio Juan. La protagonista Angélica comparte el sufrimiento de un joven indio, quien lleva a cabo una venganza contra su patrón. Al final, ante una terrible escena de golpes y crueldades, se rebela y yergue su cuchillo vengador rasgando el corazón del malvado patrón, para hacerle pagar sus múltiples culpas.
El 18 de Marzo de 1925 estrenó en el teatro Popular de Quito la revista fílmica “Actualidades quiteñas” con la reposición de “Un abismo y dos almas”que exigía el público. En la revista se ve una pose del Presidente Gonzalo S. Córdova Rivera.
El 20 de Abril se pasó en el Edén de Guayaquil “El desastre de la vía férrea”, reportaje sobre el desbordamiento de dos ríos sobre los cuales pasa la vía férrea Guayaquil – Quito. Acompañando a este reportaje se dio también las “Actualidades quiteñas.”
De allí en adelante, falto de financiamiento y desilusionado por hallar opiniones tan encontradas en su camino de precursor del cine silente (mudo) en el Ecuador, escribió una obra titulada “Yo no soy comunista” y con dinero de su madre viajó a Europa, para lo cual ella tuvo que vender una de sus casas.
En Junio del 26 Carmen Méndez de la Compañía Argentina de Comedias estrenó su obra “Una tristeza más a mi tristeza”, comedia romántica, que como todo lo suyo tiene tinte intimista, en la que también actuaría San Miguel. La crítica de la revista “Savia” acotó en la edición de ese mes lo siguiente: … Pensé un poco nerviosamente – se trata de un compañero – que el estreno fuera a resultar una tristeza más en San Miguel, pero no fue así… todo lo contrario, un alegrón mayúsculo y lo digo sin ironía, así, un alegrón mayúsculo. Un éxito de laureles ¿y de taquilla? No, es lo único que resultó un poco triste. Triunfó ampliamente en relación con su estreno, no solo como autor sino también como actor…. Pues la obra es de gran trascendencia para la literatura nacional: una verdadera comedia y revela a su autor como dramaturgo de talento y de gran provenir. Correcto fue su desempeño como actor, sin embargo su porvenir no está en las tablas si no en las cuartillas. Se manifiesta autor de escuela y con amplio dominio de la técnica, conocedor de los recursos del teatro, sabe sacarle punta a cada uno de los personajes y da sus golpes de acierto. Bien delineada la trama, combina el patetismo del drama psicológico con la comicidad de la vida y a pesar de lo anticuado de la tesis: el romanticismo llega al final como sobre ruedas, salvando más de la mitad del segunda acto, perfectamente inútil y cansado, llega al final y nos convence sobre todo la nota humorística, está bien manejada. Es, pues, un verdadero autor porque supo atenuar sus propias fallas…. Realmente Augusto San Miguel era un ser muy especial, solo tenía veinte y dos años de edad.
Estaba comenzando la vida y se le consideraba un joven talentoso y polifacético, autor, actor y director, poeta y dramaturgo. Su gran presencia física le atraía numerosas simpatías, las mujeres lo requerían con insistencia. Amaba a una dama chilena mayor a él, llamada Margot Louis, circunstancia que impidió la formalización del matrimonio. Quizá, también por eso, su madre prefirió que se fuera del país.
El 27 recorrió Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica e Italia. Radicado en Madrid dedicó su tiempo a lecturas y paseos, viviendo a cuerpo de rey como millonario sudamericano y no le faltaron los malos amigos que le enseñaron a beber ni las hermosas mujeres que esquilmaron sus bolsillos. En Europa se topó con uno de los Barriga Marín de Guayaquil que se hacía pasar por el fabuloso Marqués de Marín de Poveda. Sobre él se cuentan graciosas anécdotas de mucho interés.
Nuevamente en el país en 1929, tras dos años y medio en el exterior, bebiendo a diario, se integró a varios grupos bohemios y culturales pero su hora como iniciador del cine nacional había pasado pues en la realización de sus películas y en sus viajes había gastado la fortuna heredada de su padre y durante sus años de ausencia – 1926 al 29 – Carlos Bocaccio había estrenado “Soledad” con la historia trágica de dos jóvenes que pertenecen a familias enfrentadas en un mundo folklórico y costumbrista del litoral ecuatoriano y “Guayaquil de mis amores” de Francisco Djumenjo, primer film nacional con sonido sincronizado en vivo que ganó dinero y conquistó al público nacional pues se calcula que setenta mil personas lo vieron en todo el país.
En la década de 1930 realizó cine nacional el chileno Alberto (Pérez) Santana con “La Divina Canción” e “Incendio” ambas de 1931. En la década de 1940 le correspondió el turno a Paco Villar con “Se conocieron en Guayaquil 1949 y “Mariana de Jesús, azucena de Quito” en 1959 y nuevamente a Alberto (Pérez) Santana con “Amanecer en el Pichincha” en 1950 y en las siguientes décadas se produjo un gran silencio en el cine nacional que recién se rompió con “Nuestro Juramento, Julio Jaramillo” en 1981 de Alfredo Gurrola.
En 1930 San Miguel desempeñó la secretaría del Comité Cívico que realizó la coronación del poeta Francisco J. Falques Ampuero en el paraninfo de la Universidad, luego fue contratado por la Compañía Nacional de Teatro de Marco Barahona que montó en Quito una pieza suya inédita hasta ahora, titulada “El último bohemio” con gran éxito; pero ya no era el mismo de antes pues estaba dominado completamente por la bebida.
En 1931 escribió numerosos poemas sentimentales en Guayaquil y hasta intentó suicidarse en una noche de tragos, cortándose las venas al grito de “Quiero morir como Petronio” pero fue prontamente auxiliado por varios amigos que lo llevaron a la clínica Guayaquil y quedó asilado durante seis meses, atendido por el Dr. Armando Pareja Coronel, que le desintoxicó pues no le dejaba probar un solo trago ni salir a la calle. Su madre le acompañaba noche y día como enfermera, asistiéndole con mucho cariño. A ratos también le visitaban sus primos Luís y Eduardo San Miguel Pérez. Egresó a finales de ese año y volvió a la vida normal de sus primeros tiempos, escribiendo sobre arte y cultura para el diario “El Telégrafo”.
El 33 actuó de orador en la campaña presidencial del candidato socialista Pablo Haníbal Vela Eguez y tomó la palabra en varias ocasiones desde el balcón del vespertino “La Prensa”, propiedad de Pompilio Ulloa Reyes, que funcionaba en García Avilés y Aguirre y la misma Compañía de Cabezas Pérez a) William Head, estrenó tardíamente su obra “Yo no soy comunista”en una carpa que tenía montada en un terreno vacío situado frente a la Plaza de la Victoria.
Entre 1933 y el 34 hizo sociedad con su mejor amigo el periodista Rodrigo Chávez González para representar sus estampas en el país sin embargo la sociedad se disolvió a causa de los tragos de Augusto, que había recaído, de manera que Chávez se cambió, escribiendo de allí en adelante para los miembros de la Compañía Gómez Alban que trabajaban en el cine Parisiana.
El 35 también le recogió dicha Compañía quien tenía a cargo un grupo de actores dramáticos y de variedades y estrenaron en una función de vermouth en el Edén su obra “Sombras”, que resultó del total agrado del público. Augusto fue obligado a salir al escenario varias veces y refirió la historia de su obra: una noche, mientras se encontraba en el interior de una pobre cantina en unión del poeta Enrique Segovia y gente maloliente, escuchó su máxima composición poética titulada “A la madre”, versos que recitó a continuación, provocando un gran llanto a su madre, quien se encontraba sentada en una de las primeras filas. El público deliraba sin cesar de aplaudir. Ese fue el mayor triunfo de su carrera, la prensa citadina se hizo eco del suceso prodigándole generosísimos adjetivos. Para entonces ya era considerado el gran trágico nacional como rezan los anuncios de prensa.
“Sombras” trata sobre el amor de dos hermanos que deriva en una tragedia, tema muy delicado pues narra una situación incestuosa. El 35 escribió y estrenó con el grupo de Rodrigo Chávez González una obra de compromiso en homenaje a los bomberos guayaquileños titulada “Tercer Cuartel”. Al año siguiente “Almas Bohemias” que se presentó como la anterior en el Edén.
Al arribo de la genial declamadora internacional Bertha Singermann los Artistas Unidos Guayaquileños, asociación fundada con Rodrigo Chávez González, Antonio del Campo y Enrique Avellán Ferrés ofrecieron el 21 de Octubre de 1937 una función de gala en el cine Parisiana y presentaron su obra “Al revés de la razón,” sobre la que se cuenta que fue escrita en una mañana de alcohol, que como todo lo suyo también se ha perdido aunque fue llevada a las tablas por la compañía de William Head.
Para seguir sosteniendo sus continuas bebezonas, su madre había hipotecado la segunda casa, la última que le quedaba y que por vieja amenazaba ruina, hasta que finalmente la vendió en poco dinero.
Augusto no había trabajado nunca, tampoco producía con sus obras de teatro. Salía de su hogar vestido impecablemente de blanco con ropas nuevas y tras desaparecerse dos o tres días, volvía en las peores trazas, con ropas sucias y harapientas, amarradas a su cintura con soga, pues había cambiado las nuevas por viejas. Su madre nunca se quejaba y le protegía siempre…
Una tarde, acompañado de otro alcohólico de apellido Iriarte, a quien dejó esperando en el zaguán, subió a la casa de su abuelo paterno el viejo Blas Miguel San Miguel, que había sido militar en sus años mozos, era hacendado y abogado, tenía fama de ser un sujeto bien parado, quien se encontraba tranquilamente descansando en una hamaca de la entrada y que al verlo en esas fachas se quedó perplejo. Augusto le saludó sin el menor recato: “Papabuelo”, a lo que el viejo le preguntó fingiendo sorpresa ¿Eres tu mi nieto? Si, Papabuelo, fue la respuesta. No puede ser… gritó indignado don Blas. Augusto agachó la cabeza y bajó avergonzado, sin atreverse a pedirle dinero, como era su intención.
Agotadas las reservas económicas, su madre pignoró las joyas que también perdió una a una hasta que se quedó sin ellas. Augusto terminó empeñándole el velo y un finísimo misal de pasta de nácar y concha de perla con cerrojo de oro macizo de 18 kilates, que ella usaba los domingos con gran estima. No era ni la sombra del actor que había sido antes, estaba enfermo de cirrosis, le faltaban las fuerzas hasta para sostenerse.
El 5 de Noviembre de 1937 fue recogido en una mísera cantina ubicada en la pampa de los conejos y trasladado a la sala San Miguel del Hospital General donde le operaron del estómago. La noche siguiente entró en un largo sopor, semiinconsciente y con los ojos cerrados, hubo un momento en que lanzó un suspiro muy profundo. Su madre empezó a llorar creyendo que había muerto pero él le dijo “Aun no, madre, aun no” Fueron sus últimas palabras y falleció a la media hora. Al siguiente mes cumpliría los treinta y dos años, su vida había sido un eterno deambular tratando de encontrarse a si mismo, pues todo lo había tenido de entrada y nada le había quedado a la salida. Gabriela Mistral diría años más tarde refiriendo a estas personalidades atormentadas: Sufro y lloro por los seres que tienen la tragedia de no encontrarse jamás.
El velatorio se realizó en el departamento que ocupaba su madre en Clemente Ballén 910 entre Lorenzo de Garaycoa y Seis de Marzo, el cadáver fue trasladado al Cementerio General a las once y media de la mañana del día 7, tomaron la palabra varios literatos y miembros de las redacciones de los periódicos locales así como dos ciudadanos del pueblo.
Al poco tiempo se realizó una función benéfica para ayudar a su madre y mediante la intercepción de su sobrino político Clotario Paz Paladines, la señora pasó al asilo del Bien Público, pero como siempre había sido quisquillosa y hasta soberbia, no se acostumbró y vivía largas temporadas en casa de su sobrina Enoé, con quien se había vuelto a amistar tras muchos años de distanciamiento. Con ella se acostumbraba mucho pues ambas se habían criado en casa de doña Rebecca de Berry. En cambio, con los San Miguel era indiferente, pero los solía visitarl de vez en cuando y solo a la hora del almuerzo. Cada quincena concurría al Asilo a recibir raciones de granos y otros comestibles que cambiaba por dinero en alguna barraca de la esquina, ya que no contaba con fondos para trasladarse en bus. Finalmente, como siempre había sido una gran dama y sabía portarse en sociedad, se hizo costumbre que almorzara en diversas casas conocidas, sobreviviendo de tan exótica manera pues ni desayunaba ni cenaba como es lógico suponer y hasta llegó a dividir a la parentela por días, para no abusar ni repetirse.
En 1964 enfermó de gravedad la llevaron al pequeño hospital del Hospicio Corazón de Jesús al frente del Bien Público, donde la visitaba su pariente Luís San Miguel Pérez y un hijo fuera de matrimonio de su esposo llamado Manuel San Miguel, con quien conservó hasta el final excelentes relaciones.
Estando en el Hospital cayó de visita una amiga que la había tratado en sus momentos de opulencia y al verla en tales circunstancias comentó con asombro que la vida era injusta. Ella la dejó terminar y como única respuesta dijo “Si volviera a nacer y tuviera otra vez dinero – como lo tuve – se lo daría todo a Augusto, como si nada hubiera pasado, pues él fue feliz a su manera y eso me llena a mi también de felicidad.
Tan abnegada madre murió una semana después dejando tras de sí el recuerdo de que jamás nadie la oyó quejarse – ni una queja, ni tan solo un lamento – por el cambio de su suerte, pues siempre demostró un total estoicismo y desprendimiento hasta el sacrificio.
Augusto San Miguel fue un fervoroso amante de la escena. El gran trágico le decían. Romántico, soñador y visionario. Como autor de guiones cinematográficos fue ligero, espontáneo, sencillo por la dificultad de tratar temas complejos que hubieran requerido de mayores técnicas de filmación cuando el cine aún era mudo, a más del altísimo costo del material y del elaborado proceso de laboratorio, porque todo había que enviarlo a procesar al exterior. A él debe nuestra Patria sus tres películas silentes así como cinco cortometrajes. En síntesis, los primeros ocho trabajos del cine ecuatoriano.
Como poeta fue añoroso y lleno de spleen. Lamentablemente su producción se perdió en manos bohemias y en cantinas de mala muerte y no está demás indicar que su madre ordenó en gesto quizá de protesta, que lo enterraran con los papeles, documentos, fotografías, cartas, recortes de prensa, borradores y originales de su hijo, pero no debieron hacerle caso pues hace pocos años un joven y cándido cineasta ecuatoriano hizo abrir su tumba en el Cementerio General de Guayaquil sin encontrar más que cenizas.