Salvador Humberto

Por aquellos años apareció, mozuelo tímido e inseguro, titubeante, pero de vocación tan irreprimible como irredenta, Humberto Salvador, poeta, comediógrafo y novelista, más tarde profesor de ciencias ocultas y taumaturgo. Lo caracterizaba una indefinición temblorosa, sin acento ni rasgo, que había de gravitar penosamente en su tarea, quemándole las alas tempranamente. Era un ser pálido, ni extravagante ni brillante; escribía sus libros, arquitecturaba sus comedias, estudiaba sin descanso, modelaba y remodelaba sus novelas bajo la lámpara freudiana y su vida personal, fluctuante entre la realidad y el deseo, hacía de él un típico y constante caso de “bovarismo” literario, consciente o no, un soñador sin asidero, librado a los vaivenes de la hora. Quizás su sola y devoradora pasión fuese la literatura a la que entregó su ánimo melancólico y huidizo y en la que se refugió, para eludirla acaso, de la tormenta exterior. De esa manera, por tal conducta elesiva y acaso sin quererla se convirtió en un “proscrito interior” voluntario, sin desdén ni encono, en una como autoeliminación consecuente. Solía envolverse en una “pañosa”, que se la trajo de Madrid César Arroyo, y salir a divagar por los viejos barrios, misteriosos y noctámbulo, en pos de aventuras soñadas pero irrealizables. Era Salvador Naturalmente sobrio, evitaba los encuentros y las aventuras “tabernícolas” y jamás se aventuraba por lugares equívocos.

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