SACOTO ARIAS


QUITO.- El Centro de Investigación y Cultura del Banco Central del Ecuador, dirigido por el Dr. Irving Iván Zapater, acaba de publicar las Obras Completas de Augusto Sacoto Arias, salvadas del olvido por Filoteo Samaniego, a quien tanto debe la cultura ecuatoriana por su sólida y bien documentada labor intelectual.
En una carta dirigida por el poeta a Pedro Jorge Vera, cuyas partes medulares reproduce Samaniego, habla “de una poética de entraña social verdadera, de estructurada fuerza lírica, al servicio de los hombres…”. El mérito del estudio se centra, no sólo en recopilar la obra, que apareció en forma desperdigada en publicaciones y folletos en mínimas ediciones de las que alguien decía “publicarlas en esa forma, es dejarlas elegantemente inéditas” sino en hurgar y encontrar poemas que, en verdad, no fueron jamás impresos.
Sacoto fue incansable viajero. Recorrió los caminos de su patria y se internó en los de Perú, Bolivia, Uruguay y Argentina, donde, con brillantez, desempeñó las funciones de Secretario de la Embajada y fue, también, Director del Diario “El Regenerador” y de la Revista del Mar Pacífico. Ejerció las más disímiles funciones y cargos: Juez Parroquial, Director de la Gaceta Judicial, Secretario de Gerencia de la Empresa Eléctrica. Organizó la Librería Moderna en Quito con el anhelo de convertirla en una de las más actualizadas. Posteriormente, vendía libros portándolos en un maletín. Personalmente, lo conocí a principios de los años sesenta y a él debo haber adquirido algunos libros de gran valor como la Historia del Teatro Contemporáneo y las Obras Completas de Kafka. Por esa época, me visitaba en la Dirección del Departamento Cultural de la Cancillería donde me ponía al tanto de las últimas novedades y literarias.
Una de las piezas líricas más representativas de la poesía dramática ecuatoriana es “Velorio del albañil”. Con esta taladrante estrofa concluye la primera parte “¡Y entre un crujido sordo/ un relámpago blanco!/ Y un nivel en lo alto/ con su corazón de agual al fin en equilibrio./ Los nudillos de la Muerte, quietos./ Y sonora la sangre en la vereda”. La queja llega a las latitudes más desoladas del alma, a la cima de la soledad y a los remotos latidos del dolor.
En el Concurso Nacional de Literatura, el autorizado Jurado Calificador integrado por J. Roberto Páez, Aurelio Espinosa Pólit y Augusto Arias, le otorgó el Premio Ministerio de Educación 1942 por su obra “La furiosa manzanera” sobre la que afirma: “La mejor savia de la poesía más moderna… ha florecido aquí en una producción de extraordinario vigor dramático y pureza poética, de la que legítimamente se enorgullecen las letras ecuatorianas”. Por ahí se leen estrofas como ésta: “Te pondré en las sienes/ pañuelito oscuro/ con agua de olor./ Y en morada copa/ el agua que calma/ la herida de amor”.
La obra histórica “Poema Coral de San Mateo en llamas” recrea la autoinmolación de Antonio Ricaurte para evitar que la fortaleza a su cargo cayera en manos de los españoles durante la gesta emancipadora. Por último, la más extensa de sus producciones, la Tragedia en tres actos “Adah” la revive con desgarradas invocaciones de la hija de Adán
y Eva, Cain, Abel, Jehová, Luzbel y los coros de Ancianas Higueras y Acantilados Negros. Los coros van anunciando el desenvolvimiento de la acción que se rebela contra las oscuras fuerzas de destinos que se cruzan y son vencidas por los impenetrables decretos de la fatalidad. Samaniego al rescatar la obra de Sacoto ha prestado invalorable servicio a la más depurada poesía.