Rodríguez Carlos.

Carlos Rodríguez, Pintor Marxista.

Carlos Rodríguez tenía la intención de colocarse en la extrema izquierda de la pintura del Ecuador. Este pintor quiteño egresó de la Escuela de Bellas Artes de Quito en 1936. Por entonces, no pretendía aún ser un pintor que persiguiese el poner su arte completamente al servicio de las masas. Para salir de la Academia hizo una serie de retratos al carbón que fue expuesta en uno de los salones de la Cancillería. Los retratados eran los intelectuales de Quito; de modo especial, los que tenían relación con los diarios; además, constaban en la colección de carbones de Rodríguez los más influyentes hombres de la política. Todo hizo pensar que Rodríguez buscaba un apoyo oficial para dedicarse a ser un pintor que persiguiese el éxito económico. Con respecto al valor artístico de aquellos retratos el público que visitó la exposición juzgaba casi de modo unánime: son retratos que tienen un buen principio, puesto que conservan el parecido, pero les falta la interpretación del carácter individual, cosa que el artista logrará más tarde.

Poco después de su primera exposición, Rodríguez publicó un album de retratos, el cual mereció muchos elogios de los periódicos.

Después de unos años anunció una exposición de pintura, la cual se abrió en una sala de la Casa del Obrero. Rodríguez estuvo asociado al caricaturista Humberto Estrella. Desde entonces Rodríguez pretendió situarse en el campo del arte revolucionario que no persigue la belleza como un fin sino que es un medio de ayudar a la revolución social y que se desarrolla de acuerdo con las leyes de la dialéctica marxista. Mujeres del arroyo, cargadores, indígenas, frailes en actitud hostil, obreros, fueron los temas que empleó Rodríguez para poner el arte al servicio de la transformación de la sociedad, como pomposamente suelen decir quienes creyeron matar a todo arte que no alude a ideas políticas socializantes. Sin embargo, no había sencillez en los cuadros que presentó el artista Rodríguez con intención de servir a las masas; sus cuadros no fueron entendidos por los obreros. Entre los de más interés estaba su cuadro al óleo: “Bajo Sombra”. El solo nombre está delatando las intenciones que guían al autor con respecto a los fines del arte. “Bajo Sombra” es una expresión del argot policial que significa captura y prisión. En el cuadro se veía una preponderante bota policial correspondiente al guardián de las celdas. Las figuras de los cuadros revolucionarios de Rodríguez aparecían estereotipadas y endurecidas. Era pintura sombría. Pintura que buscaba hacer tragedia de todo. Ese terrorismo pictórico no alcanzó mucho éxito y en Rodríguez no fue sincero. Rodríguez es un hombre bueno, de un fondo apacible, pero hace esfuerzos por aparecer como un furibundo demoledor. Rodríguez es un artista más valioso que muchos, pero que se ha obstinado en persistir en un galimatías teórico-marxista, tratando de acomodar el arte a la dialéctica. Su posición es extrema y seguramente la modificará. Cuando haya vencido estos fantasmas teórico-ideológicos volverá a pensar más seriamente y con más sinceridad en el arte, el cual si bien es cierto que desempeña un papel en la vida social, también es cierto que desempeña una necesidad espiritual, una necesidad psíquica que corresponde sólo al individuo.

Rodríguez desempeña un cargo en el Ministerio de Educación Pública y desde allí ha realizado obra útil, acomodando el arte a la enseñanza de los niños de las escuelas y colegios. Esta aplicación de las artes a la pedagogía, con un sentido de nacionalidad, está por hacerse en el Ecuador. Y Rodríguez ya se ha orientado hacia tales tareas que, aún cuando relumbran menos, sirven más, Carlos Rodríguez tiene muy buenos conceptos sobre el arte en el plano de lo meramente teórico. Es un hombre que está absorbiendo cultura con mucha dedicación. Cuando se entablan polémicas, él está en su medio si es que estas polémicas se refieren a temas estéticos.

En su pintura, hemos anotado algo que personalmente nos parece equivocado o exagerado. Pero también hay que reconocer en ella el mérito de la originalidad; pues, se separa por entero de las huellas de todos los demás pintores ecuatorianos. También estaríamos obligados a expresar que Rodríguez, en calidad de dibujante-retratista, estuvo mejor, más sereno y ecuánime que como pintor tenebroso y revolucionario. Esto lo decimos no con un propósito destructivo sino más bien esperando una reacción del jóven artista quiteño, tan conocido en los medios intelectuales del país. Es Rodríguez un miembro des tacado y entusiasta del Sindicato de Escritores y Artistas y ha tomado parte en los Salones de Mayo. Colabora con frecuencia, como ilustrador, en revistas y periódicos y también ha escrito algunos artículos sobre temas artísticos.