Reyes Jorge

(1905)

Nació en Quito, el 13 de junio de 1905.

Poeta y periodista, sobresaliendo en los dos géneros con características especiales. Su estilo es ágil e incisivo, lleno de iracundia y voz admonitiva. Militante socialista, llegó a ser dirigente nacional habiéndose distinguido como funcionario público y ayudado a organizar y fundar el Seguro Social Ecuatoriano. En 1944 fue Subsecretario General de Economía y luego Consejero económico de la Embajada Ecuatoriana en Washington. Como funcionario de las Naciones Unidas, con residencia en Ginebra, ha puesto todo su talento y capacidad al servicio de esta institución universal.

Entre las obras poéticas de este intelectual honesto, que no ha medrado, como otros, de circunstancias y actitudes partidistas, se hallan solamente dos libros: “Treinta poemas de mi tierra” y “Quito, arrabal del cielo”; “brevísimos ambos, llenos de destartalados y alegres poemas en los que a veces florece una furiosa tristeza….

Y en ocasiones se alza a una dignidad inesperada y admirable (como cuando canta a García Moreno o a Sebastián de Benalcázar, sin explicarnos previamente que los está cantando; eso lo sabemos después, en medio poema, cuando el cantado saca la cabeza y nos la muestra), o se desboca con una amargura despojada de toda fe, de toda esperanza, y teñida de algún rencor impreciso, que parece venir, espantablemente de los más hondos cimientos de la vida. Y luego se alza de hombros y regresa a su cantar delicioso de transeúnte, de peregrino que va viendo qué linda que es su urbe, tan cerca del cielo, tan sobre los farallones del Ande, tan llena de colores en su aire, en su siempre verde césped o en sus indios que, en los mercados, hacen competencia a las flores con sus ropas policromas… Curioso poeta, a quien no se sabe bien como calificar, y al cual, por haber dejado de amar una poesía que tanto se hace amar de quienes la leen , por su transitoriedad en la lírica, para irse sin decir adiós, tirando los poemas al olvido como si nada le importaran, casi, casi llegamos a odiar. Lo más grave de todo es que esos dos libros son ahora inalcanzables, ya que se tiraron en no más de trescientos ejemplares cada uno, y esas poesías en revistas literarias de años tan lejanos ya no pueden leerse, y hoy por hoy,

Jorge Reyes, poeta que dejó la poesía, lo sigue siendo a pesar de ello. Su acento está todavía en aquellas deliciosas crónicas literarias que aparecen en la prensa nacional, y en donde podemos deleitarnos con los más variados temas que van desde la política internacional hasta las calles y casas de su Quito, a quien le cantara con tanto amor y deleite.

“Quito, arrabal del cielo” no sólo es el nombre de su libro, se ha convertido en el remoquete amable y cariñoso de la ciudad Capital por parte de propios y extraños, que sin conocer a su autor le ha tomado como suyo en homenaje perenne a la ciudad en medio de las nubes, trepando hacias las alturas.

Lástima que hasta la fecha no hubiera una nueva edición de los libros de este autor que mucho podrían decir de la ternura de los hombres a la tierra que los vió nacer. Y caso extraño, él que tanto ama sus montañas, la mayor parte de sus años de vida ha pasado ausente, teniendo en sus pupilas el paisaje vernacular junto al río que gira lentamente en sus recuerdos.

En Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1978, se publicó “El gusto de la tierra” que recoge su importante producción poética: “Poemas de mi Tierra” (1924-26), “Quito, arrabal del Cielo” (1927-1930), “El gusto de la tierra” (1928-1945).