Perdomo Neira Miguel


Era Miguel Perdomo Neira, colombiano, nacido en 1833 el villorrio de la Plata, Estado de Tolima, y que había vivido en la indígena de los andoques, de los que aprendió la aplicación de algunas sustancias vegetales que más tarde hubieron de darle renombre ya que a ello supo añadir el poder sujetico que, según parece, poseía en alto grado.
Perdono llego por primera vez a Quito en 1866 donde se presento con modestia, haciendo alarde de bondad ya que atendía a los enfermos con marcada buena voluntad y sin cobrar por las consultas ni los medicamentos. Su arsenal terapéutico era muy escaso: unos polvos vomi-purgantes y alguna que otra sustancia en su mayor parte vegetales. Regreso a su país obligado por las autoridades de Quito que le exigían rendir examen para dejarlo curar; pero vuelto al Ecuador, llego hasta Guayaquil en el año en que hemos anotado.
El éxito principal de este curandero estuvo en las operaciones que practicaba, pasara las cuales usaba cierta sustancia vegetal con la impedía la fusión de sangre, por lo menos en determinadas operaciones como en extirpación del bocio, pólipos, lipomas, etc. Una de estas operaciones en una mujer con la muerte consiguiente de la operada le valió en Quito la prisión, de la que salió por la influencia desplegada entre otras personas por el botánico P. Sodiro, a quien es probable que Perdomo enseñara algunos de sus conocimientos secretos. Se creyó más tarde que este vegetal fue la planta conocida con el nombre de Aliza.


Entre estas operaciones se citan las cuatro siguientes: extracción de un tumor de la mama, otro de la muñeca de una mujer; extracción de una carnosidad en el ojo; y la extracción de una callosidad en la fosa nasal de una niña, operaciones que las citamos con el nombre vulgar con que han llegado hasta nosotros. Perdomo murió en esta ciudad a consecuencia del viruela en madrugada del 24 de diciembre de 1874

Ejercía la medicina en Quito durante el año 1867 un herbolario colombiano llamado Miguel Perdomo. Llego a cobrar fama por sus asombrosas curaciones con plantas medicinales y a llenarse de clientela de pobres y adinerados. Dijeron que sacaba unas hojas y hacia aspirar al curioso que iba a su consulta, causándole violenta epistaxis; el incrédulo, asustando, pedía que le calme, e inmediatamente Perdomo lo hacía aspirar otras hojas y  la hemorragia se contenía milagrosamente. Con estos y otros cuentos la fama de Perdomo fue creciendo, para rabia de médicos, que se quejaron al concejo Municipal por práctica ilegal de la profesión, porque Perdomo nunca hizo estudios ni menos consiguió titulo. El concejo multo a Perdomo en 50 pesos, pero interpone defensa, yendo personalmente a una sesión el mismo Gobernador de la Provincia, quien alega que Perdomo cura gratis a los pobres y no tiene para pagar la multa.
La fama de Perdomo ha perdurado en Quito y el Ecuador entero hasta comienzos de nuestro siglo, que conservaba el recuerdo de sus milagrosas curaciones. Dijeron que hacia operaciones sin producir hemorragias, fue un caso de fe y confianza que no debe admirarnos que haya sucedido en la segunda mitad del pasado siglo, si en el segunda mitad del siglo en que estamos viviendo, herbolarios, adivinos, astrólogos y charlatanes de la psicoterapia tienen abundante clientela y anuncian en los diarios de todas las grandes ciudades del mundo moderno. Perdomo fue un hábil y sugestivo charlatán, que engatusaba y por consecuencia curaba, en verdad, a sus confiados pacientes, por sugestión y convencimiento. Lo de las hierbas era un medio del que se valía para impresionar, y lo de sus milagros, como el de la epistaxis provocada, era una cuento como todos los que inventaba la mente popular para los personajes de su predilección. Perdomo viajo por todo el país. De vuelta de una de sus jiras profesionales, porque fue un herbolario trashumante como todos los de su oficio, falleció en Guayaquil atacado según dijeron de Alfombrilla, según otros de fiebre amarilla y algunos otros dijeron que de viruela, el 31 de diciembre de 1874, después de haber atendido unos 20.000 pacientes en sus años de práctica en Colombia y el Ecuador, según afirmaban sus admiradores y clientes.