La pintura decorativa ha tenido en el Ecuador pocos cultivadores. Uno de ellos, entre pocos, es Ciro Pazmiño. Este artista nació en Quito, en marzo de 1897. Estudio en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde egreso en 1920. Fue discípulo de un pintor francés, Paúl Bar, quien es considerado en el Ecuador como el introductor del impresionismo en nuestro medio artístico. Tan pronto como egreso de la Academia obtuvo en ella una cátedra de pintura decorativa. En 1928 se dedico a investigaciones arqueológicas, como ayudante del Museo de Arqueología de la Universidad Central.
Ciro Pazmiño es un hombre flaco y tranquilo, moreno, un tanto silencioso. Es un temperamento organizador; siempre estuvo impulsado las organismos de cultura artística que existían en su tiempo. Fue una de los fundadores del “Centro Nacional de Bellas Artes” que vivió de 1924 a 1927. En 1932 ingreso al “Circulo de Bellas Artes” y en 1935, a la “Sociedad de Artistas” de la Capital.
Pazmiño es conocido como decorador de los principales edificios públicos del Estado. Además se le ha confiado la pintura de algunas residencias particulares pertenecientes a distinguidas personalidades del país.
Enumeramos algunas de las obras de Ciro Pazmiño: en 1919, la decoración de la capilla de la Quita San Vicente, en Quito. En 1920, pinto la clínica Ayora, en la capital ecuatoriana. Es autor de los grandes vitrales de colores que adornan la casa del Sr. Miguel Ángel Benalcazar, en Quito. En 1928 le fueron encomendados los vitrales de la residencia del Presidente de la Republica. En 1933 decoro el Teatro Bolívar, propiedad del Sr. Cesar Mantilla Jácome. Obra suya es la pintura del presbítero de la iglesia de San Juan de Dios; la realizo en 1939. En 1921 pinto un hermoso vitral para la Legación de Bolivia en Quito.
El tema sobre el que han girado con más frecuencia las obras de Pazmiño es el indígena, y no ha podido ser de otra manera, dado que la figura del indio, por el colorido de sus vestidos, por la forma de su indumentaria, ofrece vastas posibilidades para la decoración. El indio es eminentemente pintoresco.
Pazmiño no se ha afiliado a ninguna de las escuelas de pintura moderna que entrañan alguna exageración en la representación de los objetos y por lo mismo, demandan mayor esfuerzo para su compresión. Nunca ha tratado, dentro de la norma tranquila de su pintura, de perseguir originalidades absolutas, de sorprender con novedades, con creaciones exóticas. Pazmiño es un pintor equilibrado, valioso como muchos, con una personalidad fuerte y discreta. Su paisaje comprende además las perspectivas de los Andes, las bellezas gigantescas y y contratados de la Sierra ecuatoriana. A Pazmiño no le gusta la pintura académica, pero tampoco es partidario, como hemos dicho ya de los desplantes. Tiene una mentalidad práctica y conceptos precisos sobre las cosas, sobre el arte y el medio ambiente.