Ilustre nombres engalanan las letras ecuatorianas. Algunos alcanzan fama mundial; otros, como el “Grupo de Guayaquil”, enriquecen el idioma con nueva terminología nacida de nuestra tierra.
Sin embargo, con meritos suficientes, la fama de escritos brillantes como nuestro personaje, queda a la mitad del camino. Estamos refiriéndonos a José Paredes Litardo, autor de varios títulos como: “Tierra y sangre montubia” – 1959; “Imágenes heroicas” – 1968; “Savia y raíz montubia” – 1978 y los “Los Chapulos”, su novela más importante.
Sentados al calor de su hogar, charlamos con Pepe.
- Don Pepe, háblenos de su niñez
- “Nací en 1909, en Vinces, la capital del cacao”.
- Vinces, el Potosi ecuatoriano; el “parís chiquito” donde el dinero corría caudaloso, como su rio, con casonas señoriales de madera tallada y niñas emperifolladas a la moda de Francia.
- “Mi padre era maestro, y mi madre, dedicada a su hogar, amaba la música y tocaba la guitarra”.
- ¿Y su afición por las letras?
- “Bueno, como mi tía era bibliotecaria en Vinces….”
- ¡Bibliotecaria?
- “Así es. En la ciudad se fundó una importante biblioteca. El mecenas era don Jacinto Aspizu, cuyo retrato presidia el lugar. Este caballero, periódicamente llamaba en Guayaquil a don Víctor Janer y le solicitaba los “Últimos éxitos”.
Sucedió entonces que don Jacinto Echeverría, otro “gran cacao”, por no ser menos, comenzó a competir con Aspiazu pidiendo también libros, y esto enriqueció la biblioteca”.
Tiempos de bonanza donde amen de los lujos, es permisible el mecenazgo cultural.
- “en aquella biblioteca me apasione por las letras, y comencé a escribir. A los 18 años, ya era periodista”.
- ¿Había periódico en Vinces?
- “No. Era corresponsal de El Telégrafo”
- ¿De eso vivía, don Pepe?
- “Claro que no. Era ayudante de la escribanía de don Eloy Rada que me pagaba S/.1,20 por cada página escrita a máquina y S/. 0,80 por carilla, parte de la “historia del caco” paso literalmente por sus manos.
- “Y mis primeros cuentos los publico en 1923, un periódico fundado en la provincia, llamado “La voz de Los Rios”.
Pero… El ciclo del cacao termina, como sabemos, y la otrora bella y prospera urbe comienza a marchitarse como mujer madura. Escasea el trabajo, se limitan las posibilidades, y los Paredes Litardo, como tantos más, migran al Puerto Principal.
- “Llegamos a Guayaquil en 1929, y nos instalamos en la calle Eloy Alfaro, cerca del colegio La Providencia, donde tuvimos como vecinos a los Aguilera Malta. Mi Amistad con Demetrio fue inmediata”.
- Mágico sino el de Pepe. Del olor penetrante de la “pepita de oro”, ha llegado al astillero donde el muelle marca el pulso de la vida, y allí conoce a uno de los grandes. ¡Debut de lujo!
- Enamorado de la ciudad, la recorre, sorprendido de su tamaño, de sus parques… y es precisamente en uno de ellos donde cambia su vida.
“Caminando por el Parque Centenario, me sorprendió la música que provenía de una casita de caña donde colgaba un letrero “Escuela Popular de Música”.
- ¿No me diga que también lo atraía este arte?
- “Así es. Aparte de que mi madre era guitarrista, el cura Párroco de Vinces tenía dos instrumentos: un plano y un violín; pero como no podía tocar los dos al unisonó, me entusiasmo para que aprendiera violín.