OLIVA JUAN ANELLO

CRONISTA. – Nació en Nápoles en 1572 y estudió en el Colegio de los jesuitas de esa ciudad. El 10 de Septiembre de 1597 arribó de 27 años a Lima con el padre Felipe Claver formando parte de un grupo de doce operarios que enviaba el General Claudio Acquaviva para la provincia jesuita del Perú. En Lima finalizó sus estudios y recibió las Sagradas Ordenes, pasando a la residencia de Juli para hacer su tercera probación. Después sirvió en los Colegios de Chuquisaca, Potosí, Arequipa y el Callao donde fue rector en 1636.

Desde 1625 y estando en Chuquisaca empezó a escribir sobre su Orden y fue estimulado para ello por el Visitador Gonzalo de Lira de paso por el Colegio. La Congregación Provincial reunida en Lima en 1630 le repitió la disposición por medio del padre Nicolás Duran Mastrilli. Entonces se aplicó y terminó su obra con el título de “Vidas de varones ilustres de la Compañía de Jesús de la provincia del Perú, repartidas en cuatro libros” con las biografías de diez ilustres jesuitas escritas en español y precedidas de una extensa introducción sobre la historia del antiguo Perú.

Su trabajo escapa a la calificación de simple crónica. Oliva fue un estudioso “que confrontó documentos y papeles y los comparó con lo dicho por otros cronistas como Cieza, Acosta y Garcilaso y aún con el primer gran historiador de Indias Antonio de Herrera. Lo que da, sin embargo,a su relato, tono personal y acento directo de crónica, es su transcripción de largos relatos y leyendas no consignadas en otras crónicas, la del pasado preincaico que remonta a Sumpa o Santa Elena y que Oliva dice que tuvo conocimiento de ella por medio del Dr. Bartolomé Cervantes, cura Racionero de la iglesia de Charcas, quien la había tomado de labios de un quipucamayoc de Cochabamba llamado Catarí, También le benefició haber recibido algunos viejos manuscritos de la Orden, entre los que estaba un Vocabulario y acaso otros papeles de su hermano de religión el Padre Blas Valera, quien había escrito en latín sobre la historia del antiguo Perú que comprendía entre otras regiones el Quito.

Oliva murió en el Colegio Máximo de San Pablo de Lima el 5 de Febrero de 1642, de 70 años de edad y 45 de haber arribado a América y su obra permaneció inédita por siglos, pero en 1857 el americanista TerneauxCompans publicó en Paris un estracto o compendio de la Introducción solamente, que apareció en idioma francés en 128 págs. bajo el título de “Históire du Perou”, omitiendo – claro está- lo relacionado con los diez jesuitas, vidas que sonsideró y hasta cierto punto, de poca trascendencia. En 1895 Juan Francisco Pazos Varela y Luis Varela Orbegoso publicaron la Introducción completa o sea la Historia del Perú, que apareció en edición limeña. Los manuscritos originales se hallan en el British Museum y para nuestra Patria tienen especial importancia desde que en 1922 el Dr. Pío Jaramillo Alvarado refutó con los argumentos de Oliva a Jacinto Jijón y Caamaño y a Homero Viteri Lafronte, quienes a su vez habían criticado acervamente al padre Juan de Velasco por su Historia del Reino de Quito, injustamente calificada de mentirosa.

Jaramillo puso especial énfasis en las afirmaciones de Oliva sobre la leyenda del pasado preincásico. Según esta leyenda y después del diluvio, un grupo humano huyó del norte, posiblemente de la actual centroamérica y orillando por el Caribe fundó Caracas en las costas de Venezuela. Posteriormente algunos descendientes pasaron por mar a Manabí y fundaron Caraquez o ciudad de los Caras. El príncipe Tumbe bajó a Sumpa o Santa Elena, conquistó a sus naturales y tuvo dos hijos: Quitumbe que siguió el viaje y Otoya que lo sucedió en el gobierno y fue asesinado por los gigantes que posiblemente era otro grupo humano cuyos miembros debieron ser personas de buenas estatura. El primero se enamoró en la isla Puna de la princesa Llira de la que nació Guayanay, que en idioma quechua significa golondrina, por donde se prolongó la estirpe de los Huancavilcas y Punáes, luego subió hasta la hoya del río Guayabamba donde derrotó a los nativos, fundó el reino de Quito y tuvo un hijo llamado Tome, que huyó al sur y en Puna conoció a su sobrino Atau, hijo de Guayanay y juntos viajaron hasta las orillas del lago Titicaca. Allí se casó Atau y fue padre de una pareja de hermanos llamados Manco Cápac y Mama Ocllo, que como hijos del sol fundaron la ciudad del Cusco y la dinastía de los emperadores del Tahuantinsuyo, relatada por Garcilaso en sus Comentarios Reales. Esta leyenda probaría el origen de los pueblos quichuas que bajaron por la costa peruana, lentamente, de norte a sur, hasta pasa a las sierra y finalmente llegar al Titicaca. Pío Jaramillo informó además, que las más antiguas formas del quichua que se conoce se hablaban en territorio ecuatoriano, reforzando así las afirmaciones del padre Juan de Velasco sobre el origen del reino de Quito, como nación unificada más que como una simple confederación buena solo para tiempos de guerra.