Para la revolución de los 4 días n Quito.
Subía por la carrera Chile un policía, y cuál no sería la sorpresa que sonó un tiro de pistola disparado por el Contador que tenia la contaduría en casa del señor Rafael Dávila, abuelo de Cristóbal Ojeda. El policía quedo muerto instantáneamente, arrimado a la muralla de la Merced, llegan los compañeros y le encuentran muerto y se dirigen a la casa del señor Dávila, entran a buscar al criminal, el cual se había fugado por la quebrada de Sanguña. Bajan del corredor Cristóbal Ojeda y su madre y los policías investigan, mas no oyeron explicaciones y uno de ellos le descargo un tiro de fusil en toda la boca y quedo muerto Cristóbal Ojeda. El cadáver fue trasladado a la morgue del Hospital “San Juan de Dios” y después de los cuatros días fue enterrado el cadáver de Cristóbal Ojeda en el cementerio El Tejar. El señor que se apersono fue Eduardo Veintimilla, quien hizo conducir el cadáver del artista con cuatro cargadores, los enterraron en un cajón en blando y después de dos días fue cambiado a un cajón de mejor categoría. La lapida de Cristóbal dice así: Muy cerca y muy lejos”, tomando el título de uno de los pasillos que escribió Ojeda. El criminal no fue sancionado, pero los quiteños si saben quien fue.
Los popularísimos pasillos Alma Lojana y Alejándose son composiciones que testimonian el talento del músico quiteño Cristóbal Ojeda Dávila, quien nació el 26 de junio de 1910.
Desde muy pequeño dio a conocer su innata cualidad, pues ejecutaba muy bien el piano. Datos biográficos dan a conocer que pese a su corta edad estudio por algún tiempo en el Conservatorio Nacional de Música de Quito, destacándose sobre manera entre sus con discípulos.
Dueño de un especial talento como compositor, Cristóbal Ojeda Dávila dejo una nutrida obra repartida en pasillos, romanzas, habaneras, pasodobles, sanjuanitos y otros ritmos más. Así entonces surgieron Esperando, Hacia ti, Ojos negros, Penas más, Sangre ecuatoriana, No te olvides, Bajo cenizas, Basadas en trabajos literarios de su autoría y de escritorios compatriotas reconocidos.
Ojeda fue profesor de baile en el colegio Bernardo Valdivieso de Loja, ciudad donde permaneció casi tres años. Murió el 31 de agosto de 1932 en Quito, durante el episodio llamado la batalla de los cuatro Días. A sus 22 años se convirtió en uno de los compositores de singular trayectoria en el país.
“La mejor y más sentida música la compuso Cristóbal en Loja, precisamente en mi casa y la ejecuto en nuestro piano que, luego, heredo mi hermana Rosa Amalia y posteriormente mi sobrina Pepita Valdivieso, quien lo conservo en diarios del país. Allí, en el cuarto del músico poeta, el chulquero ensayaba sus prosas y cobraba sus dineros, escuchaba maldiciones, lamentos y amenazas de muerte y se divertía locamente de ello.
La familia de Cristóbal, al conocer el retorno ansiado, pidió al chulquero que desocupara la habitación y este lo hizo, justamente, a víspera de uno de los días más trágicos de la capital, la víspera de Los Cuatro Días. El artista llego a Quito y cuando acomodaba sus efectos y sus afectos, escucho los primeros disparos y gritos. Se encerró en el cuartito y permaneció silencioso en su interior. De pronto un tropel y unos golpes urgentes a la puerta. Creyó que era algún familiar que necesitaba protección y abrió, cayendo luego acribillado a balazos. Los asesinos nunca supieron que fue a Cristóbal Ojeda Dávila, el gran artista nacional, al que mataron, pues sus disparos fueron hechos el chulquero, que hasta la víspera, habitada en ese cuarto.