MUÑOZ Y SANCHEZ FERNANDO

DUQUE DE RIANSARES.- Nadó en Tarancón, España, hacia 1808 y fue bautizado con los nombres de Agustín Femando. De humilde cuna, ingresó a la Guardia de Corps formando partede la escolta asignada a la Reina María Cristina de Borbón, viuda del rey Fernando VII y con dos hijas, la futura reina Isabel II cuya regencia desempeñaba y la Infanta Luisa Fernanda.

Una mañana que salió la reina de paseo en carroza por el parque del Buen Retiro, se fijó en el gallardo militar que iba a caballo a su lado y quedó enamorada de su apostura, contrayendo matrimonio morganático y secreto tres meses después a principios de 1834, sin que la noticia trascendiera más que entre sus íntimos. Así fue como empezaron a llegar los numerosos hijos.

Entre 1840 y el 43 vivió la real pareja exiliada en el Palacio de la Malmaison de París, a raíz que el General Baldomero Fernández Espartero terminó con la regencia y publicó la noticia del matrimonio, constituyendo esa residencia en centro político del que fue inspirador principal el General Ramón Narváez, aunque nominalmente figuraba como Jefe de la Conjura el marido de la reina.

Al volver ésta a ocupar el trono y la regencia en 1843, entregó a su esposo dos títulos nobiliarios: el marquesado de San Agustín el 44 y el ducado de Riansares el 45 y las Cortes confirmaron públicamente su matrimonio, legalizando su estado. Desde entonces los esposos se entregaron a la vida familiar pues eran muy felices.

El Duque protegía a los artistas, entre ellos al célebre pintor Fortuny, pues gozaba de la crecida fortuna de su cónyuge que había heredado diecisiete millones de pesetas del fallecido Rey Fernando VII, de las cuales tenía que entregar seis a cada una de sus dos hijas con motivo de sus inminentes matrimonios.

Riansares embellecía con un Palacio y numerosos jardines a su pueblo natal cuando en 1845 hizo su aparición en Europa el depuesto General Juan José Flores, ex presidente de la República del Ecuador, quien primeramente había circulado por París donde le recibió en Audiencia Especial el Rey Luis Felipe de Orleans, que al enterarse de sus planes de reconquista le aconsejó que partiera a la corte de Nápoles donde gobernaban los Reyes Francisco I y María Isabel de España, hermana de María Cristina.

En Nápoles conoció Flores al Embajador español Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, quien le dio varias

cartas de Presentación para la Corte de Madrid. Luego fue recibido en Roma por el simplón del Papa Gregorio XVI en Audiencia Especial con bendición apostólica, como si se tratara de un Jefe de Estado en ejercicio.

Finalmente tomó el camino de Génova y Barcelona, pasó a Madrid a principios de 1846 y logró que el diplomático Luis de Potestad gestionara ante el General Ramón Narváez la posibilidad de llevar a cabo una expedición armada al Ecuador, para entregar la corona de nuestra Patria a un hijo de la Reina Regente o del Infante Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente molestoso al trono de España por el bando de los legitimistas, con lo cual se hubiera librado de dicho problema.

Flores sabía endilgar sus saetas pero en esta ocasión no tuvo éxito y Narváez no cayó en la trampa; pero como a las pocas semanas le sucediera en la presidencia del Consejo de Ministros Francisco Javier Istúriz, que nombró para la Secretaría de Guerra al General Sáenz, Flores envió nuevos comisionados con iguales resultados, pues Sáenz era sujeto pusilánime e incapaz de adoptar planes de tanta audacia. Entonces se habló con el propio Istúriz. Pedro Egaña logró ^ interesar al Duque de Riansares, que

en su candidez le abrió a Flores las puertas de su esposa Maria Cristina, a quien fue fácil convencer por su naturaleza femenina y amor a sus numerosos hijos. De allí en adelante el asunto comenzó a marchar.

Flores planteó a la incauta señora la posibilidad de recobrar el Imperio del Perú y entregar la corona a su hijo mayor Juan Muñoz de Borbón, joven de doce años que despuntaba para mayorcito y que gobernaría estos territorios con el nombre de Juan I bajo la regencia floreana hasta que cumpliera su mayoría de edad.

Se insinuaba que todo sería fácil dadas las simpatías de Flores en el Ecuador, donde la mayor parte de sus ciudadanos aún le querían y admiraban. Sus buenas maneras, la convicción de sus argumentos y ese poder magnético que sabía administrar tan bien, le sirvió en esta ocasión para llevar a cabo tan descabellado propósito, que requería de un millón y medio de duros que la Reina quedó en facilitarle en préstamo a través de sus banqueros José de Salamanca, José Buchental, Jaime Ceriolla y Nazario Carriquirí, como efectivamente sucedió en Septiembre, firmando Buchental y Salamanca de una parte

Se dijo que Wright había comenzado la recluta de quinientos irlandeses y que los restantes mil quinientos hombres saldrían directamente de España. A más de ello, sonó por esos días otro escándalo relacionado con España, se trataba de la expedición armada del Conde de Montemolín, hijo del Infante Carlos María Isidro de Borbón, para iniciar la segunda Guerra Carlista con la ayuda económica de varios banqueros ingleses y la militar de sus fieles lugartenientes los Generales Cabrera y Zumalacárregui. Todo ello sirvió para mantener por algunas semanas el ambiente en zozobra y los ecos de tales escándalos llegaron al gobierno español que se asustó sobremanera; sin embargo de lo cual, la expedición siguió adelante merced al tesón de Flores con nuevos reclutamientos en los países vascos, Francia, Portugal y la preparación de los voluntarios para que se acostumbraran a las prácticas militares.

En eso advino la protesta formal de los comerciantes ingleses del “Comité de la Asociación Sudamericana y Mexicana” presidido por J. D. Powles, quien se dirigió a Lord Palmerston indicándole que la recluta bajo el pretexto de inmigración así como la compra de equipo militar y embarque, encubría una intervención directa de la política inglesa con los países sudamericanos. Palmerston puso el asunto en conocimiento de la Cámara de los Lores del Tesoro y el 19 de Noviembre ésta dictaminó el final del reclutamiento de hombres en Irlanda y el secuestro de los dos buques principales, con lo cual se dio por finalizado el asunto.

La noticia causó gravísima impresión en Flores que veía alejarse sus planes de regreso a América, pero sin desanimarse por ello viajó en Enero de 1847 a Inglaterra y fue recibido por Lord Palmerston, consiguiendo una orden de devolución y que se dejara sin efecto el juicio militar – Corte Marcial – iniciado contra Wright y su Ayudante el Capitán Sleigh.

De regreso a España pidió en Bayona su pasaporte para ingresar por la frontera pero el Cónsul se lo negó cortésmente y tuvo que instalarse en Burdeos y luego en París, decepcionado por la pérdida de poder político en la Corte española. A fines de año salió por Bruselas y el Havre a New York con Wright y un sirviente. En Washington quiso ser recibido por el Presidente James Know Polk pero éste ni siquiera le contestó su Nota. Entonces partió a Caracas dando por terminados susplanes, que habían escandalizado a la América hispana más de un año.

El Duque de Riansares, en cambio, tuvo que rescatar los buques a través del Embajador español Istúriz, quien logró tomarlos y venderlos a buen precio, recobrando en algo los valores invertidos. Después se entendería personalmente con Buchental y Salamanca, sus banqueros acreedores. Desde 1854 volvió a residir con los suyos en el Castillo de Saint Adresse de París. Tenía el cargo honorífico de Mariscal de Campo y desde 1847 gozaba del ducado francés de Montmorot, que recibiera graciosamente del Rey Luis Felipe I para su uso en Francia.

Desde su dorado exilio pudo conocer todos los sucesos de importancia histórica que se desenvolvían en España. En 1868 el destronamiento de su hijastra Isabel II, en 1869 el ascenso de Amadeo I de la Casa de Saboya, en 1873 la declaración de la República y finalmente el 74 la restauración borbónica de Alfonso XII nieto de su esposa. Murió en París años después, recordando hasta el final de sus días la loca aventura sudamericana en que le metiera a él y su esposa el ambicioso General Juan José Flores del Ecuador.