MOSCOSO VEGA LUIS

ESCRITOR.- Nació en Cuenca el 3 de Julio de 1909. Hijo legitimo del Dr. Víctor Moscoso Vega profesor de la Universidad de Cuenca, que ejerció por muchos años en Guayaquil donde falleció en 1926 y de su prima segunda Angela Vega Dávila, cuencanos.

Estudió en el Colegio San José de los hermanos cristianos de Cuenca, allí recibió nociones de Gramática del hermano Heriberto. Luego siguió cuatro años de estudios clásicos en el “San Luis” regentado por la Curia. Entre 1925 y el 27 completó su formación en la Academia Remigio Crespo dirigida por el padre Carlos Terán Zenteno y aprendió nociones de griego y latín, luego pasó al “Benigno Malo”.

En 1925 escribió su primera obra de teatro llamada “Seña Dolorisa”, comedia en dos actos que representó en su casa con sus hermanos menores y empleados domésticos para un 2 de agosto cumpleaños de su mamá y comenzó a colaborar en “El Mercurio” ^ de Cuenca. En 1927 tomó a su cargo la

administración de la hacienda “Bolo” ubicada en Jima y Ludo, propiedad materna, combinando las actividades agrícolas con el periodismo en el “Diario del Sur” de propiedad de su antiguo maestro el padre Terán Zenteno, donde hizo de todo, desde corrector de pruebas hasta ayudante de la Dirección y también mantuvo una columna hasta 1934. Desde esa época comenzó a incrementar su biblioteca particular, una de las más ricas del país por sus numerosos incunables y Diccionarios entre ellos el de “Autoridades”, primero de la Real Academia que salió en 1726 y el no menos célebre “Diccionario de Antonio de Nebrija” en ediciones originales. En 1931 contrajo matrimonio con Antonia Tinoco Uriguen y pasó a administrar la hacienda “Bohio” de propiedad de los Tinoco en Tarqui. Entre 1933 y el 38 estudió pintura en la Academia de Bellas Artes Crespo Toral adjunta a la Universidad de Cuenca, que dirigía el maestro Luis Toro Moreno, pintor ibarreño discípulo de Troya. Allí aprendió a preparar las telas y los bastidores, fabricaban los óleos con tierra de diversos colores, tostadas, molidas y mezcladas con aceite de linaza, pues recién en 1940 llegaron a Cuenca los tubos de pintura que hoy se conocen y que han mejorado reclamo agrario y moldear su alma en la civilización. El 45 “Leyendas y tradiciones de Cuenca” y “los Mellizos de Doña Amada”, teatro, en aproximadamente 80 págs.

En 1946 publicó la novela “Nueva Casta” en 232 págs. que fué premiada por el Ministerio de Educación. El 47 “Inmortales de España”. El 49 realizó en Cuenca una exposición de pintura y apareció su novela “Altura” en 112 págs. Ese año se editó en Quito el libro “Estampas Quiteñas” donde consta una de Moscoso Dávila titulada “Evaristo abandona la política”, sainete en un acto y en prosa, estrenado en Cuenca el año anterior por la compañía Gómez- Albán, aunque la fecha no se precisa.

En 1950 ingresó como columnista a “El Universo”. El 51 editó “Vocabulario de sugerencias lexicogenésicas” en 391 págs. obra de carácter filosófico. Igualmente su novela “Sulupali Grande” en 101 págs. El 52 “Ataúd de Cristal”, drama original en 55 págs. con diálogos vivos pero con escenas de relleno para evitar los monólogos, cayendo en un agitado devenir de intérpretes que pudo evitarse dividiendo la obra en cuadros. Además el argumento, en si, no tiene mayor mérito.

En 1953 dió a la publicidad los folletos “visitas al santísimo Sacramento” de índole intimista, “Rincón Infantil” y “El Espadachín Zavala” en 296 págs. que relata la vida y muerte del joven José María Zavala, cuencano de clase media asesinado durante la Gobernación de José Vallejo y Tacón a fines del siglo XVIII. Esa obra le atrajo la critica histórica pero Moscoso Vega pudo comprobar que todo lo afirmado era autentico, tomado del juicio cuyo original se encuentra en Cuenca.

En 1955 inició la columna “Hablemos y escribamos” en el diario. El Comercio de Quito, que recopiló en tres tomos posteriormente. El 57 editó “Reloj de Plata”, drama original en 83 págs. tres actos y en prosa, de tesis pero con fallas medulares en la escenificación, producto de la demasiada distancia entre la emoción al escribirla y el resultado en la trama, que solo puede ser apreciado en la escena. Igualmente sacó la comedia “Anselmo el boticario” en tres actos y en prosa, de situaciones comprometidas que se van enbrollando con buen humor, gracia y finura. La trama, que entretiene y satura de momentos embarazasos, mantiene el interés del público. Por eso se ha dicho que esta los conservadores. Ese año, quiza por las ocupaciones inherentes a su cargo, solo editó “Santa Teresa, Moradas” en aproximadamente 20 págs.

El 68 fue electo cuarto candidato a Consejero Provincial del Azuay por la lista conservadora que ganó todos los puestos, fenómeno que jamás se ha vuelto a dar en el austro y publicó “Aportaciones para un estudio lingüísticos en Santa Teresa” en 80 págs. “Deformaciones fonético gráficas” en 70 págs. y “Terminología Científico y Técnica” en 30 págs. El 69 dió a la luz “Menéndez Pidal. Eterno, inhumado” en 10 págs.

Mientras tanto ejercía la consejería hasta el 70 en que el Banco Central adquirió su rara colección agrícola de “Instrumentos de Campo” en la suma de S/400.000, quedando únicamente en su poder un taller de fabricación de objetos artesanales donde cortaba y arreglaba cristales y porcelanas y que más lo tenía como pasatiempo y distracción que por otra causa.

En 1971 lanzó un folleto sobre “Espinosa Pólit. Dimensión de hombre y de luz” en elogio a tan esclarecido humanista. Entre el 72 y el 74 publicó los tres primeros tomos de recopilación de sus artículos de la columna “Hablemos y Escribamos” y tiene pensado editar tres tomos más en aproximadamente 150 págs. cada uno.

Su lista bibliográfica es aún extensa. El 74 dió a la luz un elogio sobre “Honorato Vásquez”, el 75 “Signo, palabra y tiempo” ensayo o balance lingüístico, así como “Luis Cordero. El árbol y el libro” ensayo sobre dicho polígrafo azuayo. El 77 “Lo retórico y lo oratorio en la obra de Rafael María Arízaga” político cuencano de principios de siglo. El 78 “Por tierras del mito y del misterio”. El 79 “En el milenario del español” con referencias al nacimiento de nuestro idioma en el monasterio de San Millán de la Cogulla en Castilla y dictó varias conferencias sobre el tema. El 82 “Revisión de la obra gramatical de Bello”. El 85 “Para leer bien el Quijote” que es una guía de las palabras usadas por Cervantes, su explicación semántica y etimológica así como también una guía geográfica de la región de la Mancha y de otras que se mencionan en dicha obra maestra y el relato “Cuando nadie estaba en el cielo”. El 87 “El laberíntico universo de la palabra” ensayo lingüístico y gramatical y el 88 “Sin partida de nacimiento ni de defunción” relato. Todas estas obras son folletos pues no llegan a las cien páginas.

Por tantos impresos y por la persistencia y el valor de sus obras Luis se convirtió en un venerable escritor, digno de todo respeto y aprecio. Su don de gente, su natural bondadoso, apacible y señorial, una bien cimentada fortuna personal que le permitía transitar por las imprentas con el dinero suficiente para pagar sus publicaciones, que luego obsequiaba entre escritores y amistades, le presentaba como el generoso escritor y gentil caballero que había hecho votos solemnes y perpetuos de unión con las Bellas Letras.

Sus inicios como dramaturgo le situaba entre los primeros de la literatura costumbrista ecuatoriana del siglo XX, posteriormente torcio rumbos hacia el relato y la novela y hacía tópicos menos exitosos como las obras piadosas y de devoción que tan queridas son aún en el austro y que ya nadie lee en el resto del país. Finalmente, la lingüística le llevó a sus campos, vastísimos en España y en unos pocos países de Latinoamérica, pero casi cerrados en el Ecuador pues aquí solo un minúsculo grupo de escritores los cultiva. Quiza por eso decayó su popularidad aunque continuaba escribiendo para los diarios “El Universo” de Guayaquil y algún otro de Quito.

De estatura mediana, tez blanca y rasgos regulares. Parco al hablar y sin gesticulaciones, acostumbraba por las mañanas escribir hasta las 11, hora en que salía a adquirir los diarios del país y a conversar con la gente. Por las tardes y como simple terapia de descanso, pintaba y construía piezas en su taller. Nunca fue un buen pintor porque no tuvo el don de dibujar.

Ricardo Descalzi en su “Historia Critica del Teatro Ecuatoriano” ha dicho: Indudablemente Luis Moscoso Vega es un escritor de enorme inquietud intelectual. Ha tentado muchos caminos literarios, deteniéndose con más complacencia en el género gramátical. Sus dramas toman la tendencia de descubrir y resaltar el espíritu de las gentes en su ambiente (costumbrismo acentuado) pero es en sus piezas livianas donde se halla en plenitud y gozo con la agilidad de acción que pone y en la estructura de sus personajes. La sensibilidad poética en sus diálogos son de encantadora elaboración, volviéndose hondos cuando en plan de denuncia muestra los defectos de la sociedad a la cual desea descubrir. En parte, su teatro constituye una violenta caricatura al medio, fustigando a la sociedad, sobre todo en lo referente a la actitud absurda

y vanidosa de ciertos elementos de la clase social dominante. La intención se transparenta en la charla de sus personajes, dejándolos que realicen el curso del drama, lo cual provoca al final extrañas tragedias sin relación con la tesis planteada en sus momentos iniciales, desligándose de ella para volverse la obra decididamente artificiosa.

En 1984 pasó muy aquejado de su enfermedad cardiaca que le imposibilitaba salir a conversar con espíritus afines, con sus amigos de siempre. El Ministerio de Educación le entregó la Medalla al Mérito Educacional de Primera clase y falleció en su casa el miércoles 21 de Septiembre de setenta y cinco años de edad.

Bondadoso, querendón, caballeroso y trabajador incansable, pasó por la vida escribiendo mucho sin entrar en polémicas ni alborotos pues tuvo el don de la paz y la mansedumbre espiritual.