MORLA FLOR MERCEDES

FILANTROPA- Nació en Guayaquil, en la casa familiar de Pedro Carbo y Sucre, el 20 de Agosto de 1894 y fue bautizada con los nombres de Mercedes Maria, pero su padre Darío A. Morla Mendoza (1837 – 1921) le llamaba Mercedes Segunda, por ser la segunda de las tres hijas que tuvo en su matrimonio con Mercedes Flor Saona, celebrado en Guayaquil el 30 surgía alguna pequeña discusión entre sus hermanas intervenía como pacificadora.

Su padre se preocupaba de lo concerniente a ellas pues estaba semi retirado de los negocios que manejaba a través de apoderados y mayordomos. Para formar el carácter de sus hijas les inculcó “modestia en su trato público y privado, contracción diaria a alguna ocupación útil, que no gastaran mucho en afeites, chocantes con quienes tienen los dones de la virtud, superiores a esas hermosuras ficticias.”

Con los años había cambiado mucho, pues habiendo sido un don Juan de joven terminó por volverse hogareño con la mujer que le dio paz y tranquilidad en esa etapa de la vida.

Decidido a descansar del giro de sus negocios don Darío testó en Guayaquil el 5 de Febrero de 1907 y el 09 viajó con todos los miembros de su tercera familia a París, incluyendo a su suegra Juana Rosa Saona San Martín, a un cuñado enfermo, a su esposa y tres hijas.

Primero vivieron en un lujoso edificio de los Campos Elíseos No. 114 y empezaron a codearse con la aristocracia ecuatoriana del Gran Cacao y con otras familias millonarias de Latinoamérica. Después adquirieron una mansión vacacional frente al mar en las doradas playas de Biarritz, por entonces el balneario más importante de Francia. La villa tenía dos plantas y estaba rodeada de jardines y árboles frutales.

Mercedes tocaba el piano a cuatro manos con Carolina. Su papá, al oírlas, iba al salón y también tocaba. Era un caballero respetabilísimo y muy querido por sus obras de filantropía. En 1910 obsequió a la Sociedad Protectora de la infancia, a nombre de su esposa, la cantidad de diez mil sucres y un valioso edificio ubicado en el Boulevard 9 de Octubre No. 819 de Guayaquil.

Sus negocios habían quedado en manos de Euclides V. Cabezas y en 1912 nombró apoderado general a Carlos Saona Acebo, hermano de padre de su esposa Juana Rosa Saona San Martín, pero como ninguno de los dos apoderados poseía talento mercantil pues a duras penas eran tenedores de libros, solo cuidaron en lo posible los bienes, sin preocuparse de hacerlos crecer y producir, de suerte que al iniciarse en 1916 la declinación del

De regreso a París se entristeció al ver los campos desolados de la guerra en el norte, con tumbas por millares regadas en el suelo, de soldados caídos, la mayor parte franceses, alemanes e ingleses, pero también había de otras nacionalidades; sin embargo, la vida fue recobrando paulatinamente su normalidad y comenzaban los años locos de la postguerra que fueron tan ricos en novedades artísticas y culturales, pero no para Mercedes que se había transformado en una señorita que acostumbraba salir diariamente solo para practicar sus obras de caridad. Tenía 26 años, era alegre, correcta y educadísima.

Su amiga Maria Piedad Castillo le mandó la siguiente esquela en verso // Segunda de mi vida, // la de las largas y sedosas trenzas / alma pura, generosa y abnegada. / I pupilas lumínicas e inmensas //! Oh niña soñadora! / risueña y bondadosa que otros días / con tus frases suaves / mi corazón llenaste de alegrías. // ¿Me has olvidado ya? / ¿Puede la ausencia / apartar mi recuerdo de tu mente? / ¿I mi lejana imagen / disipar como niebla de tu frente? // Estoy muy triste, aquel pasado hermoso / huyó cual nube que arrebata el viento; / ¿Tu eres feliz, oh niña idolatrada? / ¡Dedícame siquiera un pensamiento! /

En la plenitud de los veinte y siete años el amor tocó a su puerta y tuvo un enamoramiento con Gonzalo Zaldumbide Gómez de la Torre y cuando todo iba a pedir de boca “cierto día ella se encontró con una carta en la cual le comunicaban que el referido diplomático hacía trato con otra persona, también de la aristocracia ecuatoriana, a quien ella conocía y amistaba. Eso bastó para que terminara definitivamente con el novio y nunca más tuvo ni el menor deseo de casarse.” Zaldumbide, espíritu de selección, alma exquisita y poética, debió sentirse fuertemente atraído por el aire de abandonada melancolía tan propio de Mercedes, por su infinita bondad y elegante figura y de haberse casado con ella seguro que hubieran sido felicísimos… pero la dejó pasar pues motivo tan baladí pudo haber sido explicado, no luchó por ella debido a su enamoramiento por Celia Rosales Pareja, una de las pianistas más exquisitas que ha producido el Ecuador en Francia, quien le subyugó con sus encantos y fuerte personalidad.

En 1921 falleció don Darío Morla a la avanzada edad de ochenta y cinco años. Mercedes sufrió muchísimo sintiéndose sola con su madre. Elhabía sido su inseparable compañero durante los últimos años. Iban juntos a pasear a los parques pues era todo un boulevardie. En cambio, sus dos hermanas ya se habían casado. Carolina la mayor, siempre activa y deportista, lo había hecho en 1912, de veinte años, con Tomás Gagliardo Ceballos, de quien divorció sin hijos. Posteriormente casó con Roberto Froment Quintana también sin hijos. El tenía una hermosa voz de tenor y fue su compañero en Europa y Ecuador hasta la muerte. Caballero elegante, menor a ella en dieciocho años, atlético, simpático, inveterado jugador de tenis a tiempo completo, a quien conocí en el Tennis Club en los años cincuenta. Alejandrina había casado con un caballero italiano de apellido Rapini, después fue sucesivamente esposa de los argentinos Ignacio Cramer e Ignacio Mayol de Semillosa, con sucesión de este último. La gran fortuna paterna se repartió entre todas, unas conservarían las tierras, otras las irían vendiendo y así fue como se liquidaron las haciendas.

Desde entonces Mercedes tomó a su cargo el cuidado y atención de su madre, señora sana pero sexagenaria, que empezó a compartir sus correrías apostólicas, la ayuda cotidiana a los pobres, a quienes visitaba. En eso Mercedes fue siempre una mujer religiosa sin excentricidades ni beaterías. Cuando entraba a una iglesia se arrodillaba a rezar con fervor y en alguna ocasión que llegó a ponerse uno de esos anticuados y desaseados cilicios, se lo quitó con rapidez porque le dolió mucho. “Yo no nací para eso sino para amar, confesaría años después, con mucha gracia, a su mejor amigo, el Padre Hugo Vásquez y Almazán, que editó en 1994 en 128 pags. su biografía con el título muy justo por cierto de “Manos Abiertas”, procurando referir sus hechos y salvar la memoria de Mercedes del olvido en que se encontraba. Su trabajo nos ha servido de guía principal para esta biografía.

También Mercedes tomó bajo su cuidado el manejo de las finanzas familiares, llevando la correspondencia con los apoderados del Ecuador, pidiendo información a los mayordomos, requiriendo datos. Las épocas se tornaban no tan buenas como antes, pero aún seguían recibiendo dividendos.

Su vida, aunque rutinaria pero no libre de ciertos compromisos sociales, era activa. En Octubre de 1923 con María Antonieta Pillois de Ycaza y las hermanas Laura y Fanny Gangotena Fernandez – Salvador fueron damas de honor en la boda de María Zaldumblde Arteta con Plerre Denls. En Abril del 24 asistió a la de sus amigos íntimos chilenos Enriqueta Huneus y Eduardo Ruiz – Tagle.

Con su madre viajaba mucho por Europa, como siempre lo habían hecho en vida de su padre y siguió conociendo sitios especialmente de España, Portugal, Inglaterra, Italia. Existe una fotografía turística de Mercedes vestida de mora en la Alhambra de Granada.

La década de los 30 sirvió para que profundizara su vida espiritual. Entró a la Asociación de hijas de María de los padres Claretianos, visitaba templos, asilos, hospitales. En el Orfelinato de Anteneil fue el brazo derecho del padre Pedro Brottier, de la Congregación del Espíritu Santo. Iba los jueves a la cárcel para ayudar a los presos y también a la Maison de Santé que era un hospital de caridad famoso en Paris. En el Asilo de Ciegos éstos la reconocían por el sonido de sus pasos y hasta le hacían calle de honor pues la querían mucho.

Durante la II Guerra Mundial, a causa de las sirenas y bombas que asustaba tanto a su madre tuvieron que salir del departamento lujoso que ocupaban y con la familia Sucre formada por el Cónsul Carlos de Sucre y Sotomayor – Luna y su esposa Alicia Mendoza Coello y a través de carreteros atestados de gente que se trasladaba a pie, marcharon en automóvil a Pau, instalándose en la Pensión de los Dos Corazones de la calle Dupla. Las remesas de dinero del Ecuador se fueron espaciando, no llegaban puntuales, existía racionamiento de víveres. Fue una larga época de privaciones pero el 45 fue desocupado su departamento de París por las tropas alemanas y recibió una llamada telefónica para que concurra a recibirlo encontrando que todos los muebles e instalaciones estaban intactos y en perfecto orden. Nada se había perdido. Así de honorables eran los Oficiales del Alto mando alemán., casi todos ellos pertenecientes a la nobleza prusiana y al temido S. S.

Poco después adquirieron una casa en la calle Saint D’ Dier No. 74 cerca de la iglesia de los Claretianos donde asistía diariamente a misa. En 1950 falleció su madre y el 51 volvieron a reunirse las tres hermanas Morla Flor. Carolina bien de salud pero Alejandrina estaba inválida en silla de ruedas. A sus dos años en La Chala y por haber fundado la parroquia y el Barrio del Cristo del Consuelo, la iglesia del mismo nombre e instaurado la tradicional procesión de Semana Santa. Mercedes les había prometido a los Claretianos durante su estadía en Roma cubrir los gastos de alimentación y otros gastos menores por cinco años y mantuvo su promesa hasta mucho después.

Con los Claretianos visitó incansablemente el suburbio; primero en canoa, luego a pie por los puentes y tarabitas, con peligro de resbalar y accidentarse pues ya no era joven, pero su fe era cada vez más grande. A los pobres llevaba alimentos, voces de aliento y de esperanza. También iba a la Cárcel y al Leprocomio. En esto último acompañaba a su parienta Teresita Platón de Morla, que presidía la fundación pro ayuda a los enfermos del mal de Hansen.

Su carácter estable nunca le producía arrebatos de mal humor. Su conversación fluida y discreta era agradable a todos. Enemiga del chisme y la maledicencia, cuando alguien en el Costurerito hablaba del prójimo, se levantaba disimuladamente y se iba a su cuarto para no escuchar.

Nunca quiso tener automóvil, se movilizaba en el taxi de un chofer conocido. En 1980 ayudó a los damnificados de Loja y fue agraciada con un diploma por esa Municipalidad. Tenía por confesor al padre Mantilla de la iglesia del Sagrario, nonagenario sordo y bueno que casi no mandaba penitencias o las daba poco rigurosas aqulenllegu’ e a conocer y a tratar Ella se seguía confesando con él por pura caridad, para que no pensara que estaba inútil por la edad. I como el padre sabía qué clase de alma tenía Mercedes le dijo un día: “Váyase a comulgar sin confesión pues Ud. no la necesita.”

Judiht Suárez de Tompkins la hizo ingresar a la Guardia de Honor de la Virgen de la Merced. Iba a misa de San José y protegía a todos los eclesiásticos, principalmente a los extranjeros, los más necesitados de compañía, afecto y ayuda por que caracen de familia propia.

El 6 de Marzo de 1959 la Condecoró el Nuncio Apostólico con la Medalla “Pro Eclesia et Pontífice” dada su fama de bienhechora, pero ella cometió el error de entregar en préstamo la Medalla a alguien conocido, que se la solicitó dizque para fotografiarse pero la quedó para si y nunca la devolvió.

Mercedes sonreía cuando recordaba ese chasco, pues generosa como era, se desprendía de todo lo suyo. En eso no conocía límites.

En 1974 vendió a Pedrito Robles y Chambers su fabuloso juego de cubiertos de ciento cuarenta y cuatro piezas, hojas de acero inoxidable y mangos de marfil indú, antiguos y firmados. Cada pieza contenía tallas con motivos diversos. Un sacerdote le había perurgido que lo haga, porque según él, debía cubrir una necesidad urgente, que de paso, no se la contó. Después comenzaron a sacarle todo lo demás. En eso de pedir, algunos fueron insaciables y no tuvieron ni vergüenza ni caridad con ella, porque se enseñaron a que todo lo diera simplemente porque si. El género humano está lleno de picaros.

En 1976 la traté mucho en el nuevo local de la Alianza Francesa que habíamos adquirido en la esquina de la calle Hurtado. Era puntualísima en todos los actos, llegaba a la villa tipo español entre las primeras y siempre con una joya distinta, de factura francesa, de comienzos de siglo, Art Nouveau, algunas tenían la firma del fabuloso Favergé.

En mi calidad de presidente de la entidad debía recibir con mi señora a los invitados en la puerta. Cuando la felicité por tan lindas joyas me ofreció muy bajito que se las pondría todas, una por una, para que pudiera conocerlas. Ese fue nuestro secreto por varios meses. A mi no me interesaban las gemas, de por si bellas y caras, sino la orfebrería complicada y barroca de Favergé. Habían sido obsequiadas por su padre pues ella jamás gustó ni frecuentó joyerías. Entre el 79 y su muerte las fue vendiendo para dar el dinero a quienes se acercaban a su casa con necesidades, todas urgentes, por supuesto. I terminó por quedarse sin un cuartillo de dinero.

La noche del 26 de Junio de 1984, pidió a su amiga Graciela Carbo Puig que intercediera en la concesión de unas becas para dos niñitos pobres, se cansó demasiado y entró a su cuarto a dormir, pero al poco tiempo gritó a su doméstica Genoveva, dama anciana como ella, porque se sentía mal.

Aún tuvo fuerzas para llamar a un médico y a Teresita Platón de Morla, a quien advirtió que no se demorara mucho; luego se sentó en una silla con la ayuda de Genoveva, demostró algo de dolor pero le advirtió “No es nada, nada, ya pasará” y enseguida murió

siempre me han sonado torturantes como nudo que aprieta y hasta temo a los conventos”.

“Cuando mi hermana viajó de ecónoma al Colegio de Quito pedí que me cambiaran de escuela y fui a la Tres de Noviembre, cuya directora era Dolores J. Torres, quien me hizo escribir composiciones y admirada de mi incipiente estilo me dijo: Ud. ha de ir muy lejos. Allí estudié los grados finales de la primaria”.

Años más tarde, rememorando esos días felices, escribiría: “Un hálito reminiscente me inunda de nostalgia y de pena. Son las cuatro de la tarde y me veo pequeña y feliz llegando de la escuela. La madre bella y en plenitud radiante. Ardorosa de luz…y en el huerto el agua desbordada. Vuelvo a ver el cedrón florido y el naranjo en fragantes frutos. Me sobrecoge otra vez el misterio de un aposento cerrado”.

Cursó la secundaria en el Colegio Herlinda Toral donde la rectora Mercedes Pozo de Toral, que había residido cuatro años en Europa y poseía a la perfección el inglés y el francés, dirigió sus estudios hacia el secretariado bilingüe. El 40 se graduó con honores y no buscó empleo por no sentirse atraída hacia los trabajos de oficina y por que nada faltaba en su casa.

Su primo Eduardo Andrade Dávila la vivía requiriendo en matrimonio. “Me seducían los ojos pero tenía miedo de relacionarme para siempre con un ser de quien yo no tenía seguridad total y lo dejé pasar. Entonces hubo un paréntesis en que no estudié pero leía y escribía pequeños poemas que no conservo”.

“Amaba la libertad y no me gustaba que me espiaran ni me preguntaran. Era feliz en mi casa aunque siempre vivía nostálgica de no se qué, la dicha es triste me decía, siempre existe el dolor como preludio del canto.” Quizá por eso y porque se sentía atraída por las letras, optó por una educación autodidacta, con lecturas selectas. Más tarde Iniciaría estudios de Filosofía oriental. “Una voz interior que no comprendía me llevó a ella. Los libros me llegaban en forma misteriosa, en los escaparates, en cualquier lugar”.

I advino finalmente la hora en que su vida tomaría un rumbo definitivo.

Para la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras se pudo contratar algunos profesores españoles que llegaron a Cuenca: Francisco Alvarez González, Luis Fradejas Sánchez,Silvino González Fontaneda, entre otros. El primero asumiría la dirección de la Facultad.

El 31 de Enero de 1952 se inauguraron los cursos y fue aceptada como alumna oyente. Con prosa romántica contará los detalles de la primera clase que dictó Alvarez González: “Ansiosamente esperamos, todo está quieto, un religioso silencio palpita musical y leve, la luz discreta; dibujaba sombras y perfiles. Las miradas se cruzan en sutiles interrogantes. Se oyen los pasos sigilosos del maestro que llega…En los labios se trunca la frase porque ha arribado la hora señera del silencio…

“Francisco Alvarez González se convirtió en la persona más admirada por mí. Adoro la palabra y él tenía tal fluencia de palabras… Las palabras están muertas pues lo que vive es el significado; sin embargo, si están rodeadas de vibraciones de música, entonces uno se embelesa con ellas. La mujer tiene un sentido eugenésico tremendo. Ama el poder intelectual del hombre, pero los hombres buscan en primer lugar la juventud y yo, aunque solo tenia treinta años, ya no era una jovencita”.

Años después tuvo que revalidar sus estudios en el Juan Bautista Vásquez de Azoguez hasta graduarse en el Benigno Malo de Cuenca el 14 de Enero de 1955 con una autorización ministerial. Entonces pudo matricularse de alumna de Filosofía…

En 1956 escribió un ensayo corto “Yo soy la libertad” porque le fascinaba la Filosofía existencial. El 59 fue redactora del periódico “Signo” de la Asociación Escuela de Filosofía y Letras. El 60 publicó otro ensayo corto sobre “La Novela Psicológica” comentando a Pepita Jiménez. Entre el 61 y 62 fue Bibliotecaria en la Facultad de Derecho por ausencia del titular Gorky Abad. Era Licenciada, el camino estaba hecho, unos pocos pasos más y habría llegado.

Durante los aciagos días finales del IV velasquismo y mientras se encontraba sola en la Biblioteca, sonaron muchos disparos. Se acercó a los grandes ventanales y cerró tas persianas. De improviso su maestro Alvarez González se presentó en el salón y tomándola con dulzura del brazo le dijo quedamente: Hay peligro. Fue un instante solamente pero aún lo recuerda. El se rió con risa franca y juntos abandonaron la habitación. Se había roto la dulzura y el misterio de ese instante, pero quedó el gesto amoroso y protector del maestro perfecto.

En Junio del 61 rindió las pruebas al doctorado y se incorporó con la tesis “La Mística y su sentido de Universalidad” que dirigió su maestro Fradejas Sánchez. Al momento de la sustentación ante el Tribunal compuesto de cinco miembros presididos por el Decano Gabriel Cevallos García “sentí en esos instantes una gran seguridad. No hubo turbación en mí. Serenamente llegué al final de la prueba y supe que nada había sido en vano y que el triunfo coronaba mis esfuerzos porque invisibles lauros ceñían la frente ¿Qué importa que en los rosales broten espinas? las corolas estaban florecidas y un místico perfume embriagaba mi alma”. La tesis recién apareció en 1983 en 220 pags. a pesar que el Tribunal había recomendado su publicación. Su autora la dedicó a los padres Carmelitas y especialmente al genial Arzobispo de Cuenca, Alberto Luna Tobar, que la presentó. El 61 también había editado “Elegía y glorificación de la maestra” ensayo biográfico, en la Casa de la Cultura del Azuay.

Por primera vez frente a la vida, con 44 años, momento en que los seres humanos emprender los planes existenciales más importantes, iniciada en la Filosofía profunda de la existencia y en la suprema verdad del pensamiento. Serena, con la belleza física y espiritual de las hermosas serranas y confiando en su destino, juró vivir únicamente para las disciplinas del pensamiento, el cultivo del alma y el intelecto a través de sus libros y de su mística profundidad. En esos días fue hecho un retrato suyo, hoy muy difundido, donde se aprecia su rostro sutil y ovalado, enmarcado por una mantilla de finísimo encaje que cubre sus negros cabellos. La cabeza baja, los ojos en actitud orante, enigmática, soñadora.

Quien no la conoció puede pensar que es una simple actitud, cuando solo trasunta su alma bella y generosa, formaba al calor de una sincera religiosidad, tradicional aunque espiritualmente libre por su fantasía. ¡I no le faltaron admiradores, entre ellos el poeta César Andrade Cordero que acababa de divorciarse, pero ya había jurado!

De 1962 al 65 escribió poemas, leyó mucho tentando la Filosofía Yoga con el grupo de su pariente, amigo y maestro padre César Dávila Gavilanes. El 65 aceptó una cátedra en el Colegio

Fiscal Herlinda Toral, donde enseñaría Sociología, Filosofía, problemas Filosóficos, Etica y Lógica en los quintos y sextos cursos hasta su jubilación en 1990. Fruto de su experiencia como maestra es un texto que versa sobre “Una Nueva Conciencia Social”, síntesis de sus clases de Sociología, en 1 94 pags. aparecido en 1 988 con un llamado urgente a la juventud sobre la responsabilidad del silencio de nuestro yo vigente y solitario para encontrar la fuente inagotable del amor, que trasunta lo humano en esencia suprema y eleva lo fugaz y contingente a una categoría de maravillada eternidad.

En varias ocasiones le fue ofrecido el rectorado del plantel y como jamás le han agradado los cargos administrativos, solo aceptó formar parte del Consejo Directivo.

En 1965 falleció su madre de embolia cerebral y pasó a vivir con su hermana Victoria de Torres Carrasco en una villa de la Avenida Paucarpamba.

En 1970 editó “Abanico de Recuerdos” que es lo menos apreciable de su producción aunque alcanzó un gran éxito editorial y como recibiera numerosas peticiones para ampliar dicha obra que contiene trazos poéticamente idealizados de severas matronas cuencanas, unas del siglo pasado y otras del presente, tuvo que publicar un segundo tomo en 1974, sin reincidir en esta clase de producciones, escritas con técnicas más bien decimonónicas.

En 1970 aparecieron sus dos pequeños poemarios: “Soledad Sin ancla” y “Pasión y Trance” aunque ya se habían publicado poemas suyos en una de las Antologías de Lírica Hispana de Caracas “Elegías y Canciones” en 1964.

En 1976 editó otro poemario suyo “Luz y Eternidad”. El 81 “Ruta Sagrada” en 288 págs. con la relación de su viaje a través de Europa, Asia y Africa, especialmente la peregrinación a Tierra Santa entre Abril y Mayo del 78, junto a quince personas más del grupo del padre Dávila.

En 1982 le fue ofrecida la cátedra de Filosofía en la U. Católica por su rector César Cordero Moscoso y la rechazó pues ya comenzaba a haber mucha politiquería. Con Rigoberto Cordero León, Enrique Sánchez Orellana

y Luis Cordero Crespo formó el Departamento Cultural de la Cruz Roja del Azuay, que ha realizado numerosas presentaciones para promover poetas y escritores y dio a la luz un hermosísimo folleto con proyeccionesbiográficas, deliciosa prosa poética en 63 págs. sobre Dolores J. Torres y Zoila Esperanza Palacios, titulado “Biografía de un corazón” (1)

Así como los poemarios “Luna de Jerusalén” con dieciocho composiciones cortas escritas en dicha ciudad y “Estancia del Corazón” dedicado a la Doctora de la Iglesia Teresa de Jesús Cepeda.

Un día de 1984 se encontró con Miguel Malo González y sin querer, llevada la conversación al tema de la pronta santificación del Hermano Miguel Febres-Cordero Muñoz, se pusieron de acuerdo para publicar un libro sobre ambas familias, que apareció el 86 bajo el nombre de “Ramas y Floración de una estirpe gloriosa” en dos tomos de 772 páginas corridas, con prólogo de Luis Moscoso Vega. Los datos genealógicos generales los proporcionó Malo y los particulares corrieron a cargo de Isabel.

La obra fue un éxito y muchas familias hasta se sorprendieron del parentesco con el nuevo santo pues ya lo tenían prácticamente olvidado. La trama y el fondo corresponde a tratamientos superados.

En Abril del 86 se celebró en la quinta “Pan de Azúcar” en Huanharcucho, la solemne coronación del poeta menor Luis Cordero Crespo, correspondiéndole ceñirle la frente de lauros. El 87 y “Peregrinos de la Luz” en 101 pags. a petición de su amigo y pariente el Protonotario Apostólico Miguel Cordero Crespo, quien se había emocionado al leer “Luz y Eternidad”. Relata el viaje de Cordero en la primavera del 61 a Belén, pasando por diversas ciudades de Europa con una pequeña talla del Niño Dios ejecutada en 1863 en Cuenca, con otras más que formaban un retablo de propiedad de su antepasada Ignacia Heredia (2)

Ese año salieron sus poemarios “Endechas de una alma enamorada”, “Maria Raquel” y “Crisoles de Ternura”. El 88 “Variaciones de una metafísica de amor”. El 89 su ensayo “Mito y Eternidad” en 457 págs. un Epílogo corto y un índice Filosófico, que trata sobre el Existencialismo y el ser.

En 1989 recibió la Pluma de Oro que le obsequiaron sus amigos literatos. El 90 se jubiló y publicó “Dios y el Hombre” poemario en 29 págs. con pensamientos sobre las relaciones con la divinidad y con engaños a ilusión en las apariciones y diálogos de la niña Pachi (la pseudo vidente Patricia Talbot) en los jardines del Cajas, escribió a su favor en el diario “El Austral”, atrayéndose polémicas y contrariedades.

Como buena creyente y romántica le fascinan los claustros como ambiente pero no como disciplina, por ello se ha dicho que su alma tiene refulgencias religiosas y su veste irradia en crepusculares lirios, pero a lo moderno.

El Padre Dávila la ha calificado de maestra nata y su amigo el Dr. José Vega Delgado apunta que ella trasmuta todo lo que toca en poesía por su fina sensibilidad.

En 1992 salió “Mito y Eternidad” ensayo filosófico en 92 págs. y a medias con José Vega Delgado escribió un ensayo sobre el Maestro Alvarez González titulado “Un Hombre y una época”. Después “Luz de Bengala” fantasía histórica y escribía esporádicamente en el diario “El Mercurio”.

La entrevisté en una clara y soleada mañana de Abril, marcándome por la dulzura de su suavísima voz plena de modulaciones. Nadie como ella para manejar la prosa poética, arte muy difícil y hoy casi olvidado. Y cuando el diálogo concluyó se le apagó su voz y solo quedó un nimbo de melancólico azul.

Había grabado veinte casetes de una hora de duración cada uno con síntesis de sus clases de Filosofía. Confesaba: Es rarísismo encontrar personas que tengan verdadera vocación por la Filosofía, por eso me realizo yo misma hablando. No siempre se llega a la comprensión de los alumnos porque no están suficientemente preparados. En los cáseles se ha preservado mi voz.

Tenía en mente un libro sobre el descubrimiento de América que llamará “Las carabelas del infinito” y pensaba escribirlo como un panoramacosmológico del hombre americano. A la pregunta de cual había sido su momento más feliz me respondió: He conocido el silencio y la paz, mas no el júbilo profundo de la vida que solo puede darse en el éxtasis de lo cósmico y lo divino, por la meditación, que es la salida y la unión con Dios.

“Hoy tengo en mi corazón retazos de tristeza, desgarramientos roturas, la vida es así, Luis Cordero Crespo me consideraba una mujer de América. No soy filósofo pues como teoría no podría construir un sistema nuevo pero como vivencia si. Mi observación de la naturaleza no obtuvo respuestas sino alegrías en el corazón o lo que es lo mismo paz. Chispas, fuegos artificiales de júbilo que no se detienen, brillan un momento y se apagan. Por eso también podría decirse de mi lo que escribí de Gabriela Mistral // Rogaste por los que sienten / el tétrico dolor / de no encontrarse nunca. //

Delicadísima y especial, vivía en permanente afluencia de su conciencia hacia Dios sin ser por ello mística, aunque tenía un temperamento religioso profundo.

Llevaba el canto adentro y en forma natural por la vida, buscaba la meditación trascendente no a base de oraciones que son disciplinas reiterativas, repetitivas. Por eso hace su propia disciplina a base del ímpetu de su pasión encausada que no se arrebañada. En poesía, cultivaba más que la rima clásica, la prosa artística, hoy tan olvidada.

Su palabra únicamente expresa una dimensión de su ser, es fácil y expresiva como incompleta y torturada. Su noble elegancia femenina le permitía decir con delicadeza lo inefable, lo que su amor le ha puesto en trance de revelar sin pasar de la comisura de sus labios. El borde de su pensamiento ha quedado dentro, donde el pensamiento es fragua y el amor fuente. .

He plasmado a grandes rasgos su vida y quizás el alma de la escritora que ha hecho de la palabra el signo de una pasión casi mística y que con una mayor formación, su proyección literaria e histórica hubiera podido ser más importante.

Por su lucha en un medio hostil a la mujer, para llegar a la Universidad y alcanzar un grado académico, por su constante tensión y diálogo con la divinidad, ideal religioso que copó durante largos años su existencia, por su afán de superación y sobre todo por su bondad ingénita y notabilísima prosa poética, está considerada una de las grandes ecuatorianas de la contemporaneidad, ejemplo para las nuevas azuayas; que, por supuesto, tienen otras metas e ideales, mas acordes con el siglo XXI, que será de hondas preocupaciones por la economía, la igualdad de los sexos, la ecología y los derechos humanos.

En Abril del 2005 a causa de su generoso corazón, se agitó mucho y sus familiares la llevaron al Hospital del IESS. Donde su sobrino el Dr. Enrique Moscoso Abad era Director. Estuvo varios días asilada, repuesta del todo salió muy lúcida a pesar de sus 93 años, pero al poco tiempo empezó a declinar, hablando solo lo indispensable. El sábado 30 de Julio no quiso levantarse y se fue apagando sin enfermedad visible. A las tres de la tarde falleció sin agonía. Había compuesto el siguiente Epitafio: Gracias señor por haberme dado el don de encontrar en la palabra el secreto de convertir el dolor en poesía.

El día Domingo se veló en el camposanto Santana en Monay. Hubo mucha concurrencia a pesar de ser un día festivo. Tomaron la palabra sus sobrinos Maria Eugenia de Cordero y Juan Moreno Monsalve. El país perdía a una feminista y Cuenca a su mayor prosista poética.

Fue un espíritu elevado, dama en el sentido más alto del término, plena de cortesanías, y al mismo tiempo una escritora de estilo admirable. Vivió una religiosidad interior plena, valorando a la divinidad como parte importante del diario trajín. I aunque no creó un sistema de pensamiento, cultivó la filosofía y se doctoró en ella.