El Coronel Pedro Montufar sale dirección al Norte, el 3 de mayo de 1811, con 300 hombres, Víveres y armas. El 9 recibe en Ibarra con su pariente domingo de Gangotena. Después que Quito declaraba la guerra a Pasto, el 4 de julio, triunfa sobre Tacón en Guaspud, Chupadero, entrando a la ciudad realista el 22 de septiembre. Toma 18 arrobas de oro que Tacón trajera de Popayán para adquirir armamento y conduce a Quito, no como botín de campaña, sino como contribución del Ayuntamiento de Pasto al Honor conquistado por Pedro Montufar.
El año 1819 fue crítico para los quiteños empeñados en las luchas por la libertad. El “pacificador” Toribio Montes, empujo a sangre y fuego a los incipientes ejércitos republicanos y los disperso a lo largo del territorio de la Real Audiencia.
El pueblo, víctima de siempre, no pudo acudir abiertamente en auxilio de sus lideres y caudillos. Cabe recordar que en forma inexplicable, o quizá con sentido estratégico, la plebe alzada en armas designo como su caudillos o capitanes de barrio, a señores y caballeros. Por eso, es preciso destacar la heroica participación de ciertos grupos de nobles en nuestras luchas libertarias, iniciadas hacia 1545 por Titira.
Selectos grupos de familias trabajaron por avivar las esperanzas de libertad en el pueblo. Los riesgos eran multiples para todos; integrantes de la Chusma y de la plebe eran requisados para servir de medio bagaje, portando las vituallas y las armas del ejercito realistas. El noble contribuyo con viveres y dinero, a fin de que los hombres de Toribio montes, el siniestro “pacificador”, se alimentaran opíparamente.
No se ha realizado aun un detenido, sereno y documentado análisis sobre la personalidad de Toribio Montes. Al salir de la Real Audiencia, sus manos chorrean sangre y su conciencia lleva más lastre que un velero. Nos preguntamos, quien se ha preocupado por redescubrir las crueldades que el carnicero y sus tenientes cometieron en estos territorios que buscaban la libertad. Cientos de héroes anónimos murieron en Verde Loma, Mocha, Chasqui, La Viudita, El Panecillo y San Antonio de Ibarra. Cuantas tumbas quedaron abiertas y cuantos cuerpos insepultos. Será por este desconocimiento de lo que costaron las primeras conquistas de la libertad, que no encontramos la verdadera coyuntura histórica, y estamos, como los patriotas perseguidos por Toribio Montes, disgregados por aquí y por allá?
Ni siquiera el Estado Eclesiástico, ciertamente privilegiado, escapo de la tiranía del carnicero. Y mayor prosecución sufrieron los patriotas, quienes se vieron obligados a huir por las selvas de Barbacoa y Esmeraldas. Tenemos como ejemplo la prisión de Peña, su esposa y su nuera, y su inmolación por haberse alzado en armas contra el Rey.
Las guerras de Quito despertaron conciencia de libertad en todos los barrios, villas y ciudades, Blancos, mestizos, indios y negros, dirigidos en ocasiones por sus propios caudillos, eran un solo pueblo en lucha por la libertad.
Dichas guerras no fueron únicamente un capitulo de nuestro proceso emancipador, sino la primera eclosión social a nivel de pueblo. De acuerdo con la filosofía del hombre aborigen, la comunidad es un nudo de sangre o parentesco y el pueblo es el surco por donde esa sangre fluye, sembrando cohesión social y produciendo vida inescindible y permanente.
Finalmente, don Manuel Muñoz de Ayala, protector y defensor de don Pedro Montufar, en bien concebida exposición, ofrece razones convincentes, entre las que aduce, que la carta no puede ser de Pedro Montufar, puesto que en ella se menciona el nombre de su esposad y ello no es dable en un anónimo. Muñoz de Ayala pide que se ponga en libertad a su defendido.
El proceso finaliza sin esclarecerse quien fue el verdadero autor del anónimo. Pero no es el proceso, ni la carta, lo que interesa en el análisis histórico. La actitud de un hombre de la nobleza, como Pedro Montufar, quien acepta todos los riesgos del camino hacia la libertad, le convierte en un líder del pueblo; Pedro Montufar, quien acepta todos los riesgos del camino hacia la libertad, le convierte en un líder del pueblo; Pedro, familiarizado en el trato con el plebe de los barrios, logra conducir la opinión pública a favor de la causa de la libertad y la gente, a pesar de los riesgos se ofrece a integrar las falanges de lucha.
¡La presidencia de Quito es un polvorín, el Presidente y Comandante General del Reino, don Melchor de Aymerich, tiene la mecha en su mano y sin saberlo, la prendera al año siguiente! ¡en 1820, cuando casi todas las villas y ciudades, declaran su emancipación política de España!
Este respetable grupo humano, la nobleza, con sus vicios y virtudes, contribuyo a la libertad no solo con medios económicos sino con la siembra generosa de su sangre. Esta vez, el noble se sintió parte del pueblo y tomo en las manos la bandera independentista ya desplegada desde 1809.
Nuestra atención se ha dirigido a un personaje de la nobleza, con las características de un héroe civil olvidado por la historia, relegado entre las figuras políticas de sus hermanos y parientes y confundido en el cauce anónimo del pueblo.