Mideros Víctor


Actualmente, el pintor de mayor respeto, socialmente hablando, en el Ecuador, es Víctor Mideros. Es un poco anterior a Moscoso. Estudio, es Víctor Mideros. Es un poco anterior a Moscoso. Estudio en la escuela Nacional de Bellas Artes de Quito, de la que llego a ser director mas tarde. Un tiempo seguramente estuvo dudando en el escogimiento de profesión; pues, a la vez que estudiaba pintura, siguió seis cursos de Medicina en la Universidad Central. Entre los pintores modernos del Ecuador  tal vez nadie ha trabajado más que Víctor Mideros; siempre fue y es un pintor fecundo e incansable. Hizo estudios en Italia y hasta desempeño misiones diplomáticas del Gobierno ecuatoriano en Roma. Viajo para los Estados Unidos y por los países centroamericanos.
Antes de su viaje a Europa Mideros era principalmente pintor de paisajes dentro de una tendencia naturalistico – romántica. Por lo general prefería los paisajes luminosos, el éxtasis lumínico de la naturaleza ecuatoriana. En el Ecuador, inevitablemente, aun ignorando por completo la historia del Arte, casi todo pintor de paisajes realiza cuadros impresionistas, siquiera alguna vez. Esto se debe a la intensidad de las luces que reverberan en el ambiente. Fue así como Mideros, paisajistas, muy pocos, pero sin tener conciencia de aquella esplendida escuela cuyos principales creadores son Manet, Reonir y Pissarro. Enmarcado en dicha tendencia estaría, por ejemplo, un óleo suyo cuyo tema es una fiesta indígena a la entrada del templo de San Sebastián, el Viejo, Quito. Aparte de la calidez de su cromática, hay en él un sintetismo en las pinceladas y en la manera de representar la multitud, de dar unidad al organismo colectivo, como solo los impresionistas suelen hacerlo. Este cuadrito tiene un cielo de un azul puro y profundo que provoca alegría.   
En Italia, parece que Mideros se impresiono hondamente con la pintura cristiana primitiva, con las frescos de las catacumbas, donde las primeros cosechas de la emoción cristiana dejo obras realmente maravillosas. Posiblemente, en ese mismo tiempo se dedico a leer la biblia, fuente de donde el Mideros actual extrae lo más abundante de su inspiración pictórica.
El simbolismo profético que destila la biblia absorbió a Mideros, y en cierto tiempo, de manera absoluta. Recordamos uno de sus cuadros: “Israel que espera”, personificación de una mujer bíblica, de todos los tiempos.


Indudablemente, la obra de mayor volumen realizada por Mideros adorna el templo de Nuestra Señora de las Mercedes, en Quito. En las pilastras de la nave central, entre marcos relumbrantes, pueden ser admiradas los cuadros de Mideros; la mayoría de ellos dan plasticidad y vida a los milagros de la virgen, protectora del pueblo quiteño. Tales cuadros le demandaron algunos años de trabajo. Son cuadros que dan el testimonio de un artista torturado por un misticismo puro. Sus colores iluminan el lienzo a la manera de las luces de los reflectores en los escenarios. Son colore misticismo puro. Sus colores iluminan el lienzo a la manera de las luces de los reflectores en los escenarios. Son colores místicos, mineralógicos, azules estelares, violetas espectrales, luces que vienen de un mas allá. Sin intención de hacer una comparación que no cabe por muchas razones, y tan solo por destacar una sola de las cualidades de la pintura de Mideros, diríamos que este artista es una especie de Greco criollo por su misticismo supraterreno, cósmico, lleno de visiones. Los colores de Mideros son astrales, como los de las fantasmagorías de los alquimistas. Naturalmente, Mideros es una personalidad fuerte, original, cuya mente, por desgracia, trasmonta las fundamentos de la realidad, hacia una especie de paraíso teosófico. Mideros es excelente para pintar temas religiosos y más si se tiene en cuento que la psicología ecuatoriana gusta de la exageración y del patetismo. Por lo demás, Mideros es un profesional de amplios conocimientos técnico. En cuanto a su persona, es un hombre muy amable, pequeño de cuerpo, cauteloso y viste como artista, esto es, con corbata de lazo y sombrero de anchas alas; usa melena y es muy acogido en los medios burgueses oficiales. Ha ganado tantas veces los premios Aguilera que tuvieron que cambiar el reglamento del certamen, en forma que Mideros no pudiera concurrir. De cuando en cuando realiza exposiciones de sus pinturas en Colombia, donde alcanza gran éxito económico.
En este ambiente de indiferentismo religioso se destaca, con contorno de soledad, la figura de Víctor Mederos, no como intérprete de la religiosidad del pueblo, ni para dialogar con el mediante su pintura; sino para expresar su honda espiritualidad, rayana en mística visión. Víctor Mederos es un artista connaturalizado, rayana en mística visión. Víctor Mideros es un artista connaturalizado con temas de procedencia bíblica, que los traduce con una técnica personal. A esta cima a llegado después de un largo proceso sicológico y artístico. Sus primeros ensayos, que los conserva el doctor Alejandro Maldonado, comprueban la orientación señalada por Paul Bar en la Escuela de bellas Artes. Son Pequeños lienzos que interpretan con un dejo impresionista, el paisaje de la antigua alameda. Al principio, alterno su vocación entre la medicina que curso algunos años y la pintura que no dejaba de practicar. Al fin se decidió por la segunda, favorecido por una beca a Roma, que la concedió el Presidente Baquerizo moreno. De vuelta al país visito los Estado Unidos y regreso a Quito para no ocuparse sino en pintar. En la Sala de Santo Domingo se conserva un Lienzo que lleva por data 1922 y representa a Cristo con la inscripción griega de Mi reino no es de este mundo. Luego lo vimos preocupado en interpretar los episodios de la vida de Santa mariana para el locutorio del Carmen alto, que los pintó gratuitamente, como un voto de acción de gracias por la salud de su hermano Luis, que padeció un atentado de parte de Kukluskan. Desde entonces se dedicado con ahincó a profundizar el contenido bíblico para dar expresión pictórica a sus misterios. El ejercicio constante del arte le ha revelado los secretos de los matices de la cromática, para conseguir efectos por el color más que por el dibujo. Aislado, como Cezanna, en su temática, se ha mantenido indiferente a los reparos de la crítica, como una voz aislada que clama en el desierto.   
Alguna vez ha revelado sus concepciones intimas, entre religiosas y teosóficas. Para el “el arte es una ascensión en búsqueda del tipo eterno de las cosas. El arte es el sentimiento de la presencia universal de Dios. Y el cuadro, una labra escrita con luces y sombras, formas y colores, animados con soplo de espíritu: una palabra mensajera que va en pos de dialogar con otra alma”. “Cada color del Tris es una nota musical, un destello vital de ritmo planetario, un signo sugerente, una emoción solar. Cada color del iris es un punto inicial en las realizaciones cósmicas de la luz, un mundo septiforme y espectral, una época y milenaria. Cada color del iris es un aura milagrosa en la mística escala de las almas que buscan la claridad de Dios. Y el conjunto armónico de las Siete Cadencias o la Rosa Cromática de los siete Esplendores suelen ser imagen de un ciclo Esotérico”. Por lo visto, Mideros no puede ser un pintor accesible a todos. La compresión de sus Lienzos demanda cultura bíblica y aprecio de la técnica. Fuera de sus cuadros de inspiración religiosa, ha hecho retratos, ha representado a los indios salasacas y ha sentido la sugestión del paisaje. Sus obras se encuentran en el templo de la Merced, en la Sala del Hogar Javier y en colecciones particulares. Un hombre suyo, Fray Enrique Mideros, consagro su habilidad natural a decorar las iglesias dominicanas de Ibarra Latacunga, Loja y Baños ya pintar numerosos lienzos de motivos religiosos. 

 
Tiene que cumplir con una gran centenario la pintura ecuatoriana en este 1988: Víctor Mideros.
Y cumplir con un centenario asi es, ante todo, responder desde la perspectiva que dan los años –no cien porque el artista creo desde comienzos de siglo hasta 1969- a grandes preguntas.
Acaso a una sola: ¿Qué ha significado, realmente, Víctor Mideros para la pintura ecuatoriana de este siglo?
Con Eduardo Kingman fue uno de los jóvenes que, a finales de la década de los veintes, se rebelaron contra el dominio que en la Escuela de Bellas Artes ejercían los Mideros, Víctor, el pintor, y Luis, el escultor. Era una nueva generación, que rechazada poética y retorica del gran maestro ibarreño y pugnaba por imponer otras formas, brutales y agónicas. Ello lo sabemos Kingman y yo. Pero yo le he hecho notar a kingman que en alguna obra suya temprana he hallado, en cromática y composición, huellas del magisterio de Mideros. Y Kingman lo acepta de buen grado. “Fue –reconoce- un gran pintor”.
Y es lo que no se puede desconocer: técnicamente Mideros fue un gran pintor. Un pintor completo. Un pintor virtuoso en sabiduría de oficio.
Pero la técnica es, en pintura, parte de la retórica. Y la retorica no ha bastado nunca para hacer un artista realmente grande. La retorica ha de servir a una estética y una poética. Y ha de traducir una cosmovisión valida e incitante para el hombre contemporáneo.


Yo quise un día hurgar en el artista en procura de esa estética y poética. La única vez que lo trate. Por 1958, creo. Pintaba en una luz penumbrosa, con ojos de iluminado, tocado con un gran gorro de piel, junto al caballete charlamos. Supo que yo estudiaba filosofía con los jesuitas y quiso saber que pensaba del milenarismo. Me escapaba yo a territorios del arte y el volvia a lo suyo. ¿Cómo podía no haber un reinado de Cristo en la tierra, donde debía repararse tanta pasión de los suyo? ¿Y acaso no lo decía la Escritura?. 
Y yo sentía lo inútil de oponer a un vidente las frías dubitaciones de la exegesis racionalista.
Mideros había dado definitivamente el paso del símbolo –que es tan rico y hondo poéticamente- a la alegría- que no es sino una suerte de amplificación retorica. Su pintura no era ya enigmática: era catequética.
(Acaso ello explique por qué, de entre todos los cuadros suyos de la última etapa, yo preferido uno que nunca completo: “Marana Tha!” Al no completarlo no cayó ni en alegoría ni en catequesis; fue solo el grito; la mirada ávida de luz, transida de esperanza).
El simbolismo de Mideros comenzó en Italia. En 1918, tras haber ganado el año anterior el recién instituido “Mariano Aguilera”, viajo a Roma, como adjunto a la delegación.