MARTÍNEZ ÁVALOS TOMÁS

PEDAGOGO.- Nació en Guayaquil el 15 de marzo de 1838. Hijo legítimo de Juan María Martínez Coello nacido en Guayaquil en 1787, obrero del estado llano que logró superarse por su propio esfuerzo, orden en lo económico e inteligencia, hasta llegar a ser propietario al final de sus días de una amplia casa ubicada en la calle del Teatro, Aguirre y Pedro Carbo, única en la ciudad por tener charoladas las paredes interiores de madera que brillaban como espejos. Ya era considerado un carpintero de casas y de rivera o sea de navíos también. En 1829 casó con Dolores Avalos, su vecina en Ciudavieja, con numerosos hijos. En 1832 era dueño de la casa No. 248 cerca de Las Peñas, la primera del lado del cerro, siendo el vecino más importante del sector pues tenía un taller escuela donde se hacían maestros varios aprendices. Después del incendio de 1838 construyó casi todas las casas de la calle Real – después Libertad – y hoy Panamá, Contratista del edificio del colegio San Vicente del Guayas en 1847, de cuyo costo de 32.500 pesos no pudieron pagarle los últimos 10.000, que en 1851 se convirtieron en becas para sus hijos y nietos. En 1849 era vecino del sector de la iglesia de la Merced, en esa casa varios artesanos fundaron la Sociedad Filantrópica del Guayas que presidió años más tarde. Casi enseguida se abrieron las escuelas de primeras letras y de artes y oficios. Era una persona de consideración y católico ferviente pues jamás abandonaba su rosario de pepas de madera enormes, proverbial entre el vecindario. Murió en Diciembre de 1861 y fue enterrado en la iglesia de San Agustín.

Recibió las primeras letras del distinguido pedagogo y gran amigo de su padre el maestro Manuel Demetrio San Pedro, quien fundó la Sociedad Filantrópica del Guayas y fue su primer Presidente.

En 1851, a la edad de doce años, ingresó como alumno del primer curso de instrucción secundaria al San Vicente del Guayas, que estrenaba el flamante edificio acabado de construir por su padre y gozó de una beca establecida por el gobierno para los descendientes de él, pues había donado el saldo que le adeudaban por tal construcción.

Entre 1853 y el 55 fue Secretario de ese plantel con ocho pesos mensuales de sueldo, cargo que obtuvo como estímulo por ser el mejor alumno. Ese último año “fue designado profesor alterno de Gramática Castellana y Matemáticas, dada su indiscutible vocación a la enseñanza y su permanente deseo de aprender” y entre otros maestros tuvo al ilustre José Herboso, quien modeló un carácter para el magisterio con pláticas instructivas y ejemplos morales.

Cuando cursaba el tercer año de Filosofía una grave enfermedad lo obligó a suspender su brillante carrera estudiantil que sin embargo pudo concluir después y en 1858 contrajo matrimonio con Florinda Mera Escolar.

Al ocurrir el bloqueo de Guayaquil por la armada peruana del almirante Mariátegui en 1.859 “formó con otros jóvenes del comercio el batallón Guayaquil y fue ascendido desde soldado raso hasta sargento mayor efectivo”. El 24 de Septiembre de 1860 estuvo entre los defensores de la ciudad que lucharon en la Casa de las Nieves (frente a la actual vieja Casona Universitaria) luego se replegaron a la plaza de San Francisco y finalmente a la de Santo Domingo, donde terminaron dispersandose. La caída de la ciudad ante las tropas de García Moreno y Flores lo decidió a dejar la carrera militar.

“Reintegrado a la vida civil fue cajero de la Casa Comercial de Pedro Martíz y allí permaneció hasta 1862”. Su padre había fallecido un año antes y en busca de mejores horizontes decidió vivir en Santa Rosa, de un modesto negocio industrial que instaló con la pequeña herencia recibida, pero no le fue económicamente bien.

En 1868 estuvo nuevamente en Guayaquil y fue electo Comandante de la compañía de Bomberos “Avilés”, se trasladó a Daule ocupado en actividades comerciales, encontrando que la escuela pública no tenía profesor. Los padres de familia le pidieron que la tome provisionalmente a cargo para no interrumpir los estudios de sus hijos y así lo hizo. Mientras tanto, el 16 de Enero de 1869, García Moreno dio el golpe de Estado que destituyó al presidente Javier Espinosa y se proclamó dictador. Al conocerse esta noticia en Daule ocurrieron protestas y disturbios, intervino el ejército, Martínez fue acusado de conspirador y sometido a prisión. Sus antiguos jefes interpusieron fianza y lo liberaron de la pena del destierro, pero tuvo que salir de Daule.

Tenía treinta y un años cuando abrió su establecimiento educacional en Guayaquil con el nombre de “Escuela privada de niños dirigida por Tomás Martínez”, en una casa del Malecón y el primer puente, en Ciudavieja, con los alumnos internos, seminternos y externos que pagaban entre cinco y veinticinco pesos al mes, según fuere con casa, comida y lavado de ropa. El éxito de su enseñanza estaba garantizado como decía el siguiente cartel: “Ningún alumno debe pasar más de un año en una clase y si al final del quinto curso la enseñanza no estuviere a satisfacción del interesado, el Director promete continuarla sin ninguna remuneración, hasta la mejor actitud que sea capaz el alumno. En uno y otro caso, el interesado debe probar, con los recibos correspondientes, que el niño ha asistido sin interrupción. Esta garantía no es extensiva a los alumnos de Contabilidad que entren sin los necesarios conocimientos de Gramática, Aritmética y Caligrafía, circunstancia que se hará evidente con un ligero examen”.

Casi enseguida su escuela cobró prestigio en la ciudad y en el país por la novedad de su método de enseñanza, que concedía prioridad a la parte contable. La rectitud moral del maestro permitía a las familias la debida confianza para entregarle sus niños internados; lo que unido al cariño y protección de doña Florinda y sus hijas, hacía que hasta las madres más nerviosas se sintieran tranquilas.

Hacia 1872 adoptó el Sistema Métrico Decimal que tomó del texto de su maestro Herboso. En 1874 ingresó a la Sociedad Filantrópica del Guayas. Al año siguiente trasladó su escuela a la esquina del Malecón y la desembocadura del tercer estero, donde dispuso de mayor espacio y un amplio patio y pese a tener casi todo su tiempo ocupado, al punto que casi no tenía relaciones sociales con nadie, desde 1884 y hasta el 90 fue miembro del directorio de la Filantrópica, ocupando la presidencia en 1887.

Comenzaba sus tareas a las cinco de la mañana y permanecía al frente de ellas hasta las diez y once de la noche si los internos exigían su vigilancia hasta esos momentos. Amaba los ejercicios gimnásticos y los deportes y aunque el tiempo le quedaba corto hasta para sentarse a la mesa, siempre cuidaba su físico y su musculatura.

Salía a la calle solo dos o tres veces al mes y por muy cortos instantes. Solía enviar recomendaciones por escrito a los padres de familia y siempre notificaba todo cuanto fuere digno de ello. Avisoraba los problemas de cada alma infantil analizando la conducta de sus pupilos, descubría sus talentos y virtudes y si no los tenían, trataba de inculcárselos, formando sus caracteres. Prefería no aplicar medidas severas ni castigos fuertes aunque tampoco olvidaba la palmeta ni las orejas de burro y tenía tan alto concepto del magisterio que aceptando indicaciones de los padres, rechazaba las recomendaciones; pues, los maestros, no son dependientes sino delegados de la autoridad paterna.

I este maestro Victoriano, eficiente y solemne, que honraba su misión, murió de cincuenta y ocho años de edad, a consecuencia de un infarto, el día sábado 24 de marzo de 1894, a las tres de la tarde, en circunstancia en que iba a salir a la calle con su hija Amalia.

1770 ocupó el rectorado del Seminario de esa capital. En 1772 fue Secretario del Concilio y el 78 el Papa Pío VI lo nombró Obispo de Trujillo y fue consagrado por el Arzobispo Diego Parada el 25 de Marzo de 1779 en el pueblo de Miraflores.

El 13 de Mayo hizo la solemne entrada en Trujillo. El Cabildo le recibió en la iglesia de la Compañía por estar la Catedral en reparación. Desde el 14 de Abril del 80 reformó los estudios y dotó de rentas suficientes al Seminario, dio fin a las obras de la Catedral y el 82 abandonó dicha ciudad para visitar las zonas rurales “anotando prolijamente sus curiosidades, tanto en los tres reinos de la naturaleza como en los hábitos y costumbres de los pobladores, y de muchos objetos trazó por medio de hábiles dibujantes, una colosal imagen documental de más de cuatro mil láminas en colores, que reunió en nueve volúmenes para ilustrar la Historia de su obispado, que dejó escrita a su muerte. Una copia debió quedar en su Diócesis pues su deudo José Ignacio de Lecuanda se valió de ella para la Descripción de Trujillo y su Partido”.

En 1786 ofreció al rey un Mapa de su Diócesis. También declaró al santo arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, como patrón de Trujillo, y su fiesta el 25 de Abril como día de precepto. Durante su gobierno erigió tres seminarios de clérigos en Cajamarca, Piura y Saña, fuera del de Ordenados en Trujillo, a fin de proveer de sacerdotes a todas las parroquias y para que recorriesen aun los más pequeños lugares a su tiempo.

En 1788 fue trasladado al Arzobispado de Santa Fe de Bogotá, pero no emprendió el viaje sino hasta dos años después por un Sínodo de Curas que había convocado y que al final no pudo realizar.

El 23 de Abril de 1780 se embarcó en Huanchaco hacia Panamá, con escalas en los pueblos costeros. En Marzo del 91 entró en Bogotá y se posesionó.

Su recuerdo en Trujillo es imperecedero pues aparte de su historia fundó nuevos pueblos como Celendín y creó en Piura y Cajamarca colegios internados para niños y niñas indígenas, siendo el primer Obispo en preocuparse por la educación tan intensivamente.

En Bogotá concluyó las obras del convento e iglesia de los padres capuchinos y el hermoso templo de San José. El 72 consagró la Catedral bajo el título y patrocinio de la Inmaculada

Concepción de Nuestra Señora y dispuso que se construyera la Sacristía. También bendijo el cementerio de pobres iniciado por el Virrey Ezpeleta al occidente de Bogotá.

En Abril de 1797 ayudó al prócer Antonio Nariño a presentarse ante el Virrey, a contestar los cargos que se le formulaban por la traducción al español de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

En Agosto fue acometido de violenta enfermedad y falleció con general opinión de virtudes eximias. “Fue general el sentimiento de todos -refiere el cronista Caballero- andaba toda la gente, hasta los muchachos, llorando por las calles. Era un varón muy penitente, austero y sabio. Sacaron el cuerpo en una magnífica procesión por el contorno de la plaza con asistencia de todas las corporaciones, tribunales y multitud del pueblo que iba muy triste y lloroso. Le enterraron en la iglesia Catedral. Dejó fama de humilde y caritativo. Vestía pobremente pero en las festividades del culto, para darle toda pompa ostentaba ricos ornamentos pontificales; y eran tantas las limosnas que repartía, que en ocasiones, consumidas todas sus rentas, tenía que solicitar dinero en préstamo para el socorro de los necesitados. Su generosidad se extendió al auxilio de los establecimientos de educación. Dio fuertes sumas para el colegio de La Enseñanza fundado por la señora Cayzedo y costeó el sueldo de los maestros de las escuelas primarias de Santa Fe, establecidas por el Virrey Ezpeleta”.

Sus viejas y documentadas gráficas del norte peruano y sur ecuatoriano han sido reproducidas en parte por el gobierno español; pero aún esperan la mano paciente de nuestros gobiernos para salir a la luz pública en toda su belleza.

Era alto y enjuto, de faz trigueña, ojos azules, hundidos y barba espesa, que se afeitaba diariamente. Su nariz aguileña, labios delgados y mentón pronunciado le presentan intelectual y hombre de acción, fue uno de los eclesiásticos más ilustrados y refinados del fin del coloniaje en América.