Martínez Aparicio, del ejército de Rocafuerte, el 16 de enero de 1835, en las pompas de miñarica, había cargado dos o tres veces a la caballería chihuahua de los Francos, y otros tantos caracoleos su regimiento sin atreverse a cruzar sus lanzas con el enemigo. Fue necesario que el General Flores que observaba esa indecisión, se pusiera a la cabeza del regimiento de Martínez, para hacer pelear a sus soldados. Pero ya la batalla estaba perdida para los chihuahua. La infantería de Guayaquil yacía acuchillada en el campo sin haber perdido su formación, como doce años antes lo había hecho en la funesta formada del segundo Guachy. La infantería del interior había perdido sin combatir y la caballería de Barriga había huido desde los primeros momentos en que se trabo la batalla. En tal situación la caballería chihuahua tuvo que abandonar el campo. El General Flores la persiguió sin alcanzarla y se dirigió a Ambato, tomado algunos prisioneros, entre ellos el coronel Juan Francisco Elizalde.