Manzano Sonia


Los prólogos de todos los libros los suelo leer después del libro. Generalmente dicen lo que enseguida debe decir el escritor.
Esta vez anduve errado. Hace una media hora alguien trajo hasta mi puerta y suena esto algo cursi cuando se acaba de cerrar un libro, el ultimo, de Sonia Manzano- ese libro. En nuestra ciudad el asalto se ha vuelto costumbre, y así me “asaltó” la curiosidad y leí el prólogo de Martínez Queirolo a “Full de reinas”, título ofensivo de una de las voces más desgarradas, desgarradoras de nuestra poesía, casi siempre escrita por varones mecánicos a causa de una guerra que jamás libraron (antes los poetas eran más poetas: escribían por decepción, y así Propercio se volvió inmortal al llorar a Cyntia traidora). El título de esta crónica viene, pues, de Martínez Queirolo, poeta, dramaturgo que supo leer la poesía de esta Sonia, manzana en el desolado jardín del paraíso de la literatura ecuatoriana, que ya lo dije y ni siquiera sabe a broma mal guardada.
Claro que escribo rabiosamente. Escribo estremecido. La poesía de esta mujer debe doler a muchos, especialmente a esos castos poetas recogidos por las damas protectoras de poetas; nuestros poetas cándidos que cantan al dolor del indio sin haberse jamás sentado a beber con un hombre de los páramos. Debe doler a los incapaces y a la gente madura.
Yo soy inmaduro totalmente. Por eso escribo; por la misma razón no envidio a Sonia Manzano. Simplemente la leo. Me siento agredido, golpeado; pero no estoy resentido, que es una palabra tan ecuatoriana. Lo que estoy es contagiado. Se me antoja que ella padece de mi mismo mal, si ella no lo rechaza con indignación justa.
Hace treinta y nueve minutos me llegó su libro. Ya he señalado los versos que no me gustan. Los demás los pienso releer cuando esté acompañado de esa gente cuyo tema de conversación es la belleza de la Nada.
¡Claro que no es poesía de taller! No, jamás. Es verdad eso de Sonia: regresa de sus entrañas. Lo hace de manera impúdica, y eso parece agradarle. Los poetas de verdad son niños, y el niño rechazado se vuelve impertinente, brutal, imperdonable. Por eso, Sonia sale a la gran sala coronada por esa araña gigantesca y grita lo que ha oído; y lo escuchado es horrible. Entonces, las damas sentadas al borde del asiento, al borde del mundo, de las lágrimas fáciles, estornudan. Los caballeros eructan graciosamente. Si pudieran, harían un signo de desaprobación.
Gracias a los dioses, Sonia no ha de madurar nunca. Su verso es tierno, verde, lesivo. No tiene el color apagado de aquellas mujeres que velaron la tumba de Darío o Neruda –cosa de los tiempos-; es una palabra de niña cuya voz se hace flecos, añicos entre la risa de la gente acomodada en su sillas perectas, de “estilo” no es adular a nadie y menos a una mujer que tiene como la mejor dote para la eternidad el ser inmadura. Que jamás llegue a la perfección helada, peor al almibara miento, a la autocompasión.
A mí me fascina que siga escribiendo, que moleste a esas personas para quienes Miami ha reemplazado al Olimpo. O La Habana, qué más da. París dejó de ser un sueño… El Atrevimiento de Sonia Manzano es inaudito: ¡hacer versos, poesía de veras en una ciudad en la que hay tanta basura! No me refiero al legado de los municipios. Cuando digo basura, hablo de esa turba de zotes reunido en los talleres de corte y confección.
 ¡Viva la soledad, viva la rabia desnuda!
Hasta hace poco no tenia editada ningún libro esta poetisa que demostraba calidad en sus publicaciones sueltas, en periódicos y revistas. El Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana dedicó el N°66 de su Colección “Letras del Ecuador” a “La semana que no tiene jueves”. Poemario que incita a la lectura, a la emoción y a la reflexión. Identifica a su autora como conocedora de su oficio y que responde a una sensibilidad fina y reposada, a la vez que exaltada, que se preocupa de los eternos problemas que se ciernen sobre la sociedad y su principal protagonista. Directa, con ironía y presteza, construye sus metáforas claras y penetrantes, con lógica específica y denuncia valiente y novedosa. Esperamos nuevas creaciones suyas, con especial interés.
Resistencia
Todavía estoy en pie:
el molino que gira en mis entrañas
no ha logrado doblegarme, y acordarme 
del montón de gente triste. Para con mi ser libre de miedos
cerrar los ojos apretar los dientes y desde el corazón 
¡lanzarme!