Juan Manosalvas concuñado de Luis Cadena y amigo intimo de Rafael Salas y de Joaquín Pinto, con quienes compartió nuevamente la enseñanza en la Escuela de Bellas Artes, reabierta en 1904. Los tres, Salas, Manosalvas y Pinto, fallecieron con diferencia de meses, en el año de 1906. Juan Manosalvas de la Torre nació en Quito el 24 de Junio de 1837. Huérfano de padre a la edad de cuatro años, quedó bajo la tutoría de don Francisco Navarro y Graña. Este dato valora el siguiente testimonio del Dr. José Gabriel Navarro: Manosalvas, ahijado de mi bisabuelo, vivió largos años en mi casa y en ella murió. Excusado decir que su habitación era un lugar de interesante tertulia artística. Allá venían Rafael y Alejandro Salas, el Dr. Diego Salas, Pinto, un hijo de Cadena que era sobrino político (ya que las esposas de Manosalvas y Cadena eran hermanas), Antonio Salguero, Leandro Vanegas, el Sordo, un español José Durán, discípulo de cadena, el escultor Benalcazar y varios otros artistas y de sus conversaciones saqué abundante documentación para la historia de la pintura quiteña que la tengo a medio hacer. Desde su adolescencia Manosalvas orientó su vocación a la pintura en el taller de Leandro Vanegas. Cuando frisaba en los quince años ingresó a la Sociedad Artística Miguel de Santiago en 1852 y recibió la voz de aliento del pintor francés Ernesto Cherton. A partir de 1860 aprovecho de las experiencias de Luis Cadena había adquirido en Italia. En 1862 obtuvo una medalla de oro por su cuadro “Paso de Manglar”, presentado en la exposición organizada por la Academia Nacional Científica y Literaria. En 1871, a la edad de 34 años, viajo a Roma en goce de una beca otorgada por el Presidente García Moreno. El mismo Alejandro Marini, maestro de cadena, lo fue también de Manosalvas.
En Roma gozó de la amistad del célebre Fortuny, de quien aprendió la técnica de la acuarela, que la ejercitó después en Quito con notable habilidad. Vuelto a su ciudad formó parte del profesorado, encargado de la enseñanza de pintura en la Escuela de Bellas Artes. Disuelta la Escuela, quedó con Rafael Salas y Luis Cadena, a merced de la escasa clientela que propiciaba la ejecución de algunos lienzos. Cuando en 1904 se restableció la Escuela de Bellas Artes, fue llamado, junto con Salas y Joaquín Pinto, para dar el fruto de su vieja experiencia a la niñez y juventud que alboreaban a comienzo del siglo XX. Manosalvas se distinguió entre sus compañeros por la nitidez de la concepción, el ordenamiento de los elementos de la composición y la parsimonia del colorido. Trabajo poco pero selecto. Murió el 23 de febrero de 1906 de 69 años.
Nació en Quito el 24 de junio de 1837, hijo de Javier Esteban Manosalvas y Simona de la Torre. A los cuatro años de edad quedó huérfano, bajo la tutoría de Don Francisco Navarro y Graña. Inclinado por vocación a la pintura recibió las primeras lecciones de su tía, la religiosa carmelita Ángela de la Madre de Dios Manosalvas. Luego frecuento el taller de Leandro Venegas.
Adolescente aún ingresó en la Sociedad Artística Miguel de Santiago, en la que recibió el estímulo de Ramón Vargas y Juan Agustín Guerrero, Presidente y Vicepresidente de la Escuela Democrática. El dibujante francés Ernesto Chartón le auguró un brillante porvenir. Ya en 1862 obtuvo una medalla de oro por un cuadro “Paso del Manglar”, presentado en una exposición organizada por la Academia Nacional Científica y Literaria.
Con la perspectiva de la fundación de la Escuela de Bellas Artes, García Moreno le otorgó una beca para que fuera a perfeccionarse en Roma, en la Academia de San Lucas. Según el contrato firmado el 12 de abril de 1871, Manosalvas debía frecuentar la escuela de pintura, gozando de la pension de doscientos cincuenta pesos mensuales.
“El Fénix”, publicación dirigida en Quito por Don Juan León Mera, anotaba en su número 25, de mayo de 1880: “El señor don Juan Manosalvas comenzó a dibujar en 1848, bajo la dirección de don Leandro Venegas y se aprovechó, después de las lecciones del célebre profesor francés, M. Ernesto Chartón, quien le anuncio que llegaría a ser pintor excelente.
Cuando regresó de Europa el señor Cadena. Manosalvas continuó con él sus estudios, distinguiéndose ya por sus raros dones para la pintura. El señor García Moreno le mandó por dos años a Europa, costeado por el Gobierno; y Marini, en cuya escuela entró como dibujante, viendo sus primeros trabajos, dijo a los otros discípulos: “El americano no tenía necesidad de hacer tan largo viaje para perfeccionarse”.
A su regreso a Quito presentó al Gobierno los dos cuadros que debía entregar según la contrata: ambos representaban la Sabana santa; copia el uno, original, el otro, ambos de sobresaliente mérito.
En 1874 fue nombrado para Director de la Escuela de Bellas Artes fundada por el señor García Moreno, y conservó aquel destino hasta el fallecimiento del Magistrado ilustre. El señor Manosalvas no goza de buena salud, y pinta poco; pero sus obras revelan siempre al excelente artista en el brillante colorido, en la corrección del dibujo y en la expresiva modelación de las figuras”.
En Roma fue amigo de Fortuny, de quien aprendió la técnica de la acuarela, que la práctico después con notable éxito. En Quito se conserva el dibujo de un rostro, en que consta la dedicatoria de Fortuny a Manosalvas.
Fue considerado como el mejor pintor de la segunda mitad del siglo XIX, por la corrección de su dibujo y el vivo colorido. El influjo de la escuela italiana le alejó de la tradición de la pintura quiteña, cuya continuación exigía una imaginación creadora de que carecía el artista. Bolivia y Colombia solicitaron su concurso como profesor de pintura; a que no pudo acceder por una nostalgia que le consumía.
Manosalvas casó en Quito con Vicenta Cortés. Tuvo en su matrimonio descendencia. Fueron hijos suyos José Emilio y Nicanor. El primero practicó también la pintura y obra suya es un cuadro que representa la aparición del Señor cargado la Cruz a Sor Catalina de Jesús María, monja del Monasterio de Santa Catalina. Hermano de nuestro artista fue el Padre Jesuita José Manosalvas.
El doctor José Gabriel Navarro consigna el siguiente dato de los últimos años del pintor: “Manosalvas, ahijado de mi bisabuelo, vivió largos años en mi casa y en ella murió. Excusado decir que su habitación era un lugar de interesante tertulia artística. Allá venían Rafael y Alejandro Salas, el doctor Diego Salas, Pinto, un hijo de Cadena que era sobrino político (ya que las esposas de Manosalvas y Cadena eran hermanas), Antonio Salguero, Leandro Venegas, el sordo, un español José Durán, discípulo de Cadena, el escultor Benalcazar y varios otros artistas y de sus conversaciones saqué abundante documentación para la historia de la pintura quiteña que la tengo a medio hacer”.
En 1904 fue llamado a colaborar como profesor en la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo ocasión de intimarse más con sus viejos amigos Rafael Salas y Joaquín Pinto. Los últimos meses de su vida se le acentuó la hipocondría, que le apagó la luz de la vida en la noche del 23 de febrero de 1906.
Sus restos se velaron en la Escuela de Bellas Artes, al día siguiente fue trasladado su cadáver a la Catedral para las exequias y luego al cementerio de San Diego. Las demostraciones de pesar fueron prueba del gran afecto que se había conquistado en el ambiente social. A sus deudos íntimos acompañaron en el cortejo fúnebre el General Flavio Alfaro, Roberto Andrade, Antonio Salguero, Joaquín Pinto, Juan León Mera, Rafael Salas y varios de sus discípulos. Antes de la inhumación, llevaron la palabra Roberto Andrade, Juan León Mera y Luis F. Veloz. Más tarde el Ilmo. Señor González Suarez hizo trasladar sus restos a un nicho de la Catedral.
Manosalvas murió el 23 de Febrero de 1906, víctima de una honda melancolía. Su cadáver se velo en la Escuela de Bellas Artes: los funerales se realizaron en la Catedral, durante el traslado de sus restos a San Diego la banda tocó “Los ecos del Calvario” de Antonio Nieto. Antes del sepelio pronunciaron discursos Roberto Andrade, Juan León Mera y Luis F. Veloz.