Legarda Bernardo


Por confesión de su testamento se conoce que muy joven caso con su concuñada Alejandra Velásquez, de la que se separo luego por culpa de ella.
En la sociedad se le tenía por soltero, tanto que con este calificativo se lo asentó en la partida de defunción. Tenía su taller junto al convento de San Francisco, del que obtuvo por escritura una paja de agua para servicio domestico. Contigo a su obrador se hallaba el taller de su hermano Juan Manuel de Legarda, artesano de múltiples habilidades, que contaba con operarios para obras de compromiso. A casa de los Legarda acudían los clientes para labrado de imágenes, hechuras de órganos, azogamiento de espejos, impresión de estampas, fábrica de municiones, trabajo de platería. La familia de Juan Manuel era numerosa y todos colaboraban en el labor conjunta. Entre los hijos se contaba uno que se hizo franciscano con el nombre de Fray Mariano de Jesús Legarda. La simple enumeración de contratos de trabajo pone de manifiesto su prestigio en el ambiente religioso social.
El 7 de enero de 1745 firmo con el Rector de la Compañía el compromiso del dorado del retablo mayor del templo, que debía concluir para la fiesta de San Ignacio, el 31 de Julio durante el año de 1746 se ocupo en la dirección del trabajo de la copula central del Sagrario, con sus ventanales de hierro y su decoración pictórica. A partir de 1748 comenzó la construcción del retablo mayor del templo de la Merced, con la estructura de los cuerpos sobrepuestos y los nichos de la capilla de Cantuña con el grupo del Calvario que ocupa el nicho central. En los retablos es donde lucen mejor las características del barroco Quiteño. El callejón central rompe la línea horizontal del entablamento que divide los cuerpos; el fuste de las columnas se antorcha para coronarse con el capital corintio; los nichos exhiben sus fondos decorados; las cornisas rematan en flocaduras flotantes. Bernardo de Legarda fue, en la labor de talla, el mejor representante del barrogismo quiteño del siglo XVII. Sus obras se muestran todavía con el primor que salieron de su gubia prodigiosa. El dato más antiguo, referente a Legarda, remota a 1731, año en que hizo de prioste de la fiesta de San Lucas, patrono del gremio de Pintores, cuya imagen retoco por primera vez, desde cuando había sido ladrada por el Padre Carlos. El 7 de diciembre de 1734 puso su nombre en el puño de la mano de la Inmaculada, que se hallaba en el nicho central del retablo mayor de San Francisco. Esta forma de representación fue el modelo de la Inmaculadas Legardianas, que se multiplicaron desde entonces con asombrosa prodigalidad. Labro también la imagen de María en ademan de su Transito al cielo. Se le atribuyen asimismo el grupo del Calvario de Cantuña y la Imagen de Santa Rosa de “Lima del Museo Colonial. Igual que en los retablos, Legarda informo a sus imágenes de un dinamismo vital, realzado con la gracia femenina. El año de 1742 se ocupo Legarda en la decoración y arreglo de la cúpula del Sagrari. Bajo su dirección trabajaron el pintor Francisco Padilla, Simón Campos Manuel Espinoza. Tres años después, por contrato con el Rector de la compañía, se obligaba Legarda a “emprender la obra del dorado en el tabernáculo del altar mayor de la iglesia de la compañía de Jesús, con los colados y forros, desde la última columna hasta el arco toral, que entrando las dos tribunas de los mismos lados, según y la forma que hayan acabado de forrar dichos lados del altar mayor hasta la última copa”. El trabajo debía comenzar en Enero y concluir en Julio de 1745 y costar seis mil pesos de a ocho reales. Entre 1748 y 1751 labro el retablo mayor del templo de la Merced, como consta en el libro de gastos del Provincial Padre Tomas Baquero.